Me encargaron desde la HOAC escribir un cuaderno, que vio la luz justo en los últimos días del año 2017, en el que debía reflexionar sobre la visión de una economía evangélica. Tras mucho cavilar, me inspiré en el relato de las bienaventuranzas y salió… lo que salió. Y qué mejor tribuna que esta columna de alandar para compartir, aunque sea en “modo aperitivo”, lo que en ese cuaderno escribí. Como decía el fallecido Umbral, “hoy he venido aquí a hablar de mi libro”, solo que a mí no me mueve el interés económico –el librito se puede pedir a la HOAC y apenas vale 1€- sino el haceros participes y compartir algo que creo interesante.
El Sermón de la Montaña, en el que Jesús introdujo las bienaventuranzas, puede entenderse como uno de los primeros mítines políticos de nuestra era. En él se dan todos los ingredientes de un buen mitin: un orador con grandes dotes de persuasión, una multitud deseosa de oír y vitorear, unas ideas que marcan una línea estratégica. Jesús se sube al monte a predicar apenas iniciada su vida pública y realiza un discurso que contiene tanto críticas al orden establecido y conocido hasta entonces (la ley de Moisés y una condena a la superficialidad del materialismo y la religiosidad hipócrita) como promesas-recompensas si se siguen unas determinadas conductas.
También hay en él un envío a diseminar y difundir las ideas que en él se contienen (sois la sal del mundo, sois la luz), una enseñanza a rezar (establece el padrenuestro como la forma de orar) y en definitiva una nueva explicación e interpretación de lo que hasta ahora se tenía por válido: Habéis oído decir a vuestros mayores… pero yo os digo… una Buena Nueva.
Este programa, leído en clave económica, consistiría entonces en, para empezar, una apuesta clara y convencida por el decrecimiento, la frugalidad, la austeridad, la sobriedad. Mejor con menos: el cuidado de la Casa Común que nos pide Francisco implica reducir nuestros niveles de consumo. Como proponía en otro libro hace años mi compañero en esta página Jose Eizaguirre, la propuesta de una vida en comunidad es sobria, honrada y religiosa. Lo que nos dicen las bienaventuranzas es que los que eligen ser pobres, desprenderse de las riquezas, decrecer, son los que serán felices.
En segundo lugar hay toda una propuesta de Economía de Paz: misericordioso es el que ayuda al que lo necesita y el que perdona. Limpio de corazón es el puro, el recto, el coherente. Pacífico es el que reconcilia y se reconcilia. Manifestaciones misericordiosas en economía y empresa son todas aquellas iniciativas que suponen la atención a la diversidad, a la exclusión, a la dificultad desde el modelo de la inclusión a través del trabajo de personas y colectivos vulnerables. Dichosos los limpios de corazón plantea una clara apuesta por la coherencia, que supone actuar como se piensa y cree: ahorros éticos, comercio justo, comercio local, favorecer con nuestras compras aquello que queremos construir. Cuando se dice que los pacíficos serán felices lo que se hace es sentar las bases para una “economía de reconciliación”, que enderece relaciones, tienda puentes, establezca relaciones de justicia.
Un tercer y último bloque habla del activismo económico (objeción fiscal, desobediencia financiera como la que os proponía hace unos meses en esas mismas páginas). Bienaventurados cuando os persigan, cuando estéis hambrientos y sedientos de justicia. Escribo esta columna justo cuando un nuevo informe de OXFAM viene a remover conciencias sobre la desigualdad y nos obliga a actuar.
Si os habéis quedado con ganas, os invito a leer este cuadernito de apenas 45 páginas y a darme luego vuestra valiosa opinión.
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