¿Orgullo de qué?

Decidí, de manera simbólica, sentarme delante del ordenador a escribir esta columna el día 12 de octubre, un día señalado como el de la Fiesta Nacional y que este año se ha teñido de rojo y gualda más que nunca para, además y por orden del gobierno, reivindicar el orgullo de ser español. La Fiesta Nacional a mí “no me deja en la cama igual” (porque soy madrugador por naturaleza y genética) pero lo cierto es que “la música militar nunca me supo levantar”. Para quien no sepa por qué entrecomillo estas dos frases, que acuda a la canción de Paco Ibañez, con letra de Brassens La mala reputación.

Pues bien: no. No estoy orgulloso de ser español a pesar de que el Gobierno me intente convencer y me diga que tengo que estarlo. No puedo estar orgulloso de una nación que, sin remontarme a la época de Colón y lo que vino después, tan solo en la última década ha recortado en derechos y el gasto social de manera cruel y despiadada; ha incumplido sistemáticamente los compromisos adquiridos con la comunidad internacional sobre la acogida de personas refugiadas; ha perseguido y amordazado a los que opinan de manera diferente al poder económico y político establecido. No. No puedo estar orgulloso.

Reconozco que podría ser peor: podría haber nacido Rohinya en Birmania o mujer/niña en numerosos países y me habría tenido que casar con doce años, por solo citar dos situaciones mucho más complicadas y dolorosas a las que vivo actualmente. Pero tener suerte no significa necesariamente estar orgulloso. Y no estar orgulloso no significa, como pretenden algunos, que me tenga que ir de aquí. Reconozco que España es un gran país para vivir en él, con gran diversidad natural y de paisaje, cultural, con gentes acogedoras y trabajadoras, alegres y comprometidas. Pero el orgullo patriótico ni lo siento ni, obviamente lo defiendo. Y mucho menos con una bandera que se la han apropiado una vez más para significar a los de un bando, a los de una forma de pensar. Mucho menos en este año que lo que parece pretenderse con esta reivindicación es confrontar el ser español con los sentimientos de aquellas otras personas en otros territorios que se sienten diferentes y quieren expresarlo. No, no me siento orgulloso de un país gobernado por la testosterona de unos gobernantes que no dialogan, no se bajan de sus burros, no escuchan y solo saben usar la fuerza con aquellos que, de manera pacífica quieren expresar su disenso y sus ansias de decidir libremente. De una parte y de la de otra, porque aquí de lo que se habla es de a ver quién tiene más arrestos para sostenella y no enmendalla. Abogo yo también entonces por un referéndum: uno nacional donde poder expresar si ese lema gubernamental “Orgulloso de ser español” es compartido por todos y todas.

Una segunda reflexión tiene que ver con la forma de celebrar esa Fiesta Nacional: un desfile militar y una recepción protocolaria y suntuaria para unas pocas personas que, antes de los canapés y las copas besan engalanados con sus mejores vestidos la mano de un Jefe de Estado no elegido por la gran mayoría de las personas que aquí vivimos. No, tampoco parece la manera más representativa e inclusiva de hacerlo si lo que querían era que me sintiera llamado a celebrar la fiesta.

Sí, me sentiría orgulloso si en vez de desfiles militares hubiera desfiles civiles. Si los homenajeados ese día fueran los y las médicos, el profesorado, l@s trabajador@s sociales, las personas que trabajan en el campo, las que trabajan en ONG, l@s verdader@s periodist@s, etcétera. En definitiva las personas que día a día construyen con esfuerzo esta nación, este pueblo. Y sí, también y por qué no las personas que velan por nuestra seguridad, incluyendo a la policía. Incluso alguna de las personas dedicadas a la política. Y después del desfile a degustar una comida popular en las plazas de cada pueblo y cada ciudad donde vecinos y vecinas nos juntáramos y compartiésemos alimentos y anhelos. Entonces sí me habría levantado de la cama para ir al desfile. Entonces la música –no militar- no me dejaría en la cama. Y entonces quizá, solo quizá, me sentiría un poco más orgulloso de ser español.

Carlos Ballesteros
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