En los días en los que escribo esta columna #haciendasomostodos ha abierto un año más la campaña de pago del IRPF, a la vez que se descubría un nuevo escándalo de ocultación y escaqueo fiscal por parte de los que pueden. Le explicaba, le intentaba explicar a mi hijo de diez años lo de los papeles de Panamá y, más o menos, vino a decirme, después de pensarlo un rato, que como nosotros no éramos ricos nunca nos podría pasar eso de evadir capitales. Razón no le falta, no. Pero no sólo porque no seamos ricos porque, a ver, ricos somos: pertenecemos a ese escaso tercio de la humanidad que vive en la sociedad de consumo y no puntuamos en los índices de exclusión. Podemos poner la calefacción, pagamos la hipoteca sin apuros, comemos tres veces al día y más de tres veces a la semana podemos permitirnos un plato de carne o pescado, nos vamos de vacaciones, tenemos coche… Así que no, hijo no, si no nos pasa eso de evadir es, simple y llanamente, porque no queremos. Aunque dicho esto, es verdad que ricos, lo que se entiende por ricos en esta sociedad en la que vivimos, es cierto que no somos.
Siempre he defendido que los discursos que no se manifiestan en la agenda y en el monedero no son coherentes. Las creencias, la ideología, las opiniones, los valores… se traducen en cómo, con quién, en qué y para qué te gastas el dinero y en cómo, con quién, en qué y para qué usas el tiempo. Y por eso hago mías las palabras de Ignacio Escolar (director de eldiario.es) cuando dice que “la lealtad a España se declara en el IRPF, no frente a un rey o una bandera. La pobreza se combate con impuestos, para mantener el estado del bienestar, no con caridad”. No soy “españolespañolespañol” aunque en mi DNI lo ponga. Nunca he sentido nada por la rojigualda, debo ser de los que todavía la asocian con situaciones y grupos determinados, quizá por el uso que esos grupos determinados lE han dado. Tampoco mueve mis pasiones la Roja y nunca he pensado que los éxitos deportivos de las selecciones nacionales o deportistas individuales con DNI español y cuenta corriente quién sabe dónde iban más allá de eso, de éxitos deportivos. Buceo en mi interior a ver si hay algún resquicio de honor u orgullo español. Nada. No defiendo las fronteras –creo que no deberían existir como tales- ni creo que la sangre española sea superior a la peruana, la marroquí o la resultante de mil mezclas. Pero a pesar de todo pago impuestos en España, porque es donde obtengo el 99% de mis ingresos, es donde resido y es de donde saco provecho a la sanidad, las carreteras o la educación de mis hijos. Y también porque tenemos una tradición y una legislación muy avanzada (a pesar de los pesares y le pese a quien le pese) para ayudar y apoyar a quien lo necesita, a quien ha tenido menos suerte, a quien lo está pasando mal. Pago con gusto y con orgullo, con la convicción de estar siendo leal a mis vecinos y vecinas y de que con mis impuestos se refuerza una apuesta por el bien común y participado.
Ya he escrito alguna vez aquí que, a veces, me he llegado a plantear si hacerlo o no, pero no por defender un Estado ligero y delgado como plantean los neoliberales y que todo quede en manos de la iniciativa privada; tampoco por quedarme con ese dinero que, en el fondo, me lo he ganado con el sudor de mi frente y yo sabré cómo gastarlo; mucho menos por pensar que hay quien no se lo merece. A veces me planteo una objeción fiscal no por el lado del pago sino por cómo lo gastan luego. No solo la objeción fiscal a los gastos militares, sino a que el dinero de todos y todas se malgaste en prebendas y mamandurrias, en boato y despilfarro, en pago de sobres y primas. Para eso no. No lo pago. Pero creo que eso debe combatirse desde el control social del gasto, desde la participación en la gestación y gestión de los presupuestos. Paga tus impuestos y luego controla y sugiere cómo se tienen que gastar. Incluso los que no hicimos la mili ni teníamos intención de hacerla, los que nunca hemos jurado bandera, cada mayo/junio hacemos nuestra particular declaración de lealtad y ponemos parte de lo que somos y tenemos al servicio del interés de la patria.
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