Un balanceo entre la injusticia y la utopía

Decía la autora del libro en la presentación del mismo que este no es un libro de viajes, que, al menos ella, no lo quiso plantear así. Y efectivamente no es un libro de viaje al uso. Es cierto que con él vas a poder recorrer exóticos destinos como la India, Brasil, o Kenia, pero igual de cierto como que recorrerás los lugares donde la esperanza y el hastío luchan por prevalecer frente al otro. Esos lugares donde son pocos los occidentales que quieren llegar, donde probablemente ni los locales quieran estar, pero donde la luz se cuela, unas veces como un haz fino y titilante otras con una luz cegadora.

M.ª Ángeles López Romero aprovecha con la maestría de una experta narradora los viajes y las entrevistas que ha realizado en los 20 años que ha llevado a cabo la labor de redactora jefe de la Revista 21, para ofrecer un retrato de muchas realidades que convergen en la  llamada “cooperación para el desarrollo”. Como decíamos al principio, es un libro de viajes, en un continuo no ordenado, que te permitirá saltar de forma aleatoria, pero armónica, por diferentes comunidades, países y realidades. También es un tratado de periodismo, que ante el ojo crítico del lector podrá mostrar las carencias y las debilidades que se llevan a cabo en la comunicación desde los países mal llamados desarrollados. Es a la vez un pequeño diario en el que la periodista irá abriendo un poco su corazón para mostrar los sentimientos que le embargan en los distintos viajes.

Las miradas

Un columpio en el desierto, de M.ª Ángeles López Romero, sobre cooperación, desarrolo y utopá

Portada del libro

Una de las continuas llamadas de atención que emergían al leer el libro es el de las miradas, y no es que sea un relato de descripciones detalladas, sino que a lo largo del texto vas encontrándote con la esperanza de las miradas de aquellos protagonistas del libro, que o bien están viendo cómo su mundo, o su ambiente ha iniciado un proceso imparable de transformación en el que ellos y ellas son agentes y pacientes del cambio o las religiosas y religiosos o miembros de ONG’s que son el nexo que une este mundo que queremos hacer nuestro, con ese mundo en vías de desarrollo. Como si nuestro pedazo de tierra no continuase desarrollándose cada día.

La realidad, tozuda, nos dice que el ser humano tiene dificultad a la hora de resignarse y rendirse. Continúa necesitando de un horizonte que buscar, en el que creer al que continuar mirando, aunque se aleje de nosotros tanto pasos como hayamos dado. Es una experiencia común en las personas que van haciéndose presentes en el libro.

La mujer, la educación y el amor

Los pueblos y las sociedades se deben desarrollar por si mismas, que no es lo mismo que desarrollarse por si solas. Y es la mujer una de las protagonistas, de forma directa o indirecta del relato y con toda seguridad del futuro que podamos ofrecer a nuestro planeta y a cada uno de los pueblos que lo componen. Son mujeres las que sueñan con ser presidentes de países africanos con el objetivo de dar trabajo a todo el mundo y que nadie pase hambre o las que, pese al rechazo de acceder a la sanidad española tras infectarse de ébola no dudan en volar, una vez sanadas, para ofrecer los anticuerpos, que su cuerpo ha generado de forma natural, para que otros puedan salvarse. Son mujeres las que generan cambios permanentes, porque son ellas las que crían y educan a sus hijos y las que tienen esperanza en un mundo mejor para sus nietos.

Y esta es otra de las partes importantes del proceso en la ayuda al desarrollo, la educación. No tanto en el sentido de que nosotros somos los que sabemos y debemos enseñar a aquellos que lo desconocen todo. Sino en el sentido de capacitar, ofrecer oportunidades, escuchar y saber preservar lo mejor de cada sitio. En un momento del libro aparece esta afortunada frase: «Amor y educación son un cóctel explosivo, más si se combina con valentía». Y hay que ser valiente para apostar por aquellos que son despreciados, olvidados, marginados. Y continuar revitalizando los sueños que cada tiene.

Los últimos capítulos nos invitan a continuar trabajando o quizás a empezar con ello. No sólo en la colaboración con las distintas ONG, que pueden dar un pez o una caña, que son muy importantes, pero para realizar actos de justicia hay que ir un paso más allá. Hay que buscar que cambien las leyes, nacionales e internacionales, que puedan favorecer el desarrollo, quizá el libro es una pequeña llamada a destruir buena parte de los prejuicios que tiene el mundillo de las organizaciones para el desarrollo.

Mientras leía el libro no podía dejar de tararear varias canciones que rondaban mi cabeza y no quería dejar de compartirlo por si es de ayuda a la hora de tener una experiencia completa. El libro comienza sonando a Depedro, que nos invita a bailar junto a los desposeídos en su canción Antes de que anochezca, continúa con la más reivindicativa el hormiguero, del grupo boricua Calle 13 que nos recuerda que «las hormigas pueden contra cualquier gigante» por muy grande que parezca el gigante. Y a la gran Amparanoia que lleva toda la vida recordándonos que «somos el viento que baila y que canta, si estamos juntos somos huracán» en su canción Somos viento.

Acercarse a la lectura de un libro de M.ª Ángeles, además de un empujón a la esperanza es un placer por el corazón que pone y comparte, por la fuerza que siempre imprime en todos sus proyectos. Un regalo perfecto para despertarnos de nuestra comodidad y que, concienciados podamos hacer algo para revertir las injustas realidades que nos rodean. Muchas veces pensamos que son los demás quienes necesitan educación, pero seguimos necesitando concienciarnos cada día de que hay soluciones más cerca de lo que pensamos, pero no se mueven de forma autónoma, son solidarias con nuestra movilización.

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