La primera en la frente

No sabía de dónde procedía este dicho popular, así que averiguo y la expresión aparece en el «Breve instrucción de como se ha de administrar el sacramento de la penitencia» del año 1581.

Las trabajadoras de una residencia propiedad del obispado de Alicante fueron despedidas

«[…] todo fiel christiano esta obligado a tener devocion con la santa cruz de Jesucristo nuestro señor […], y por tanto nos hemos de acostumbrar, a signar y santiguar, haziendo tres cruzes. La primera en la frente, porque nos libre Dios de malos pensamientos. La segunda en la boca, porque nos libre Dios de malas palabras. La tercera en los pechos, porque nos libre Dios de malas obras […]»

Cuando te pasaba algo malo y tenías tendencias a malos pensamientos, palabras u obras era normal que te santiguaras para evitarlo, o que tu interlocutor te dijera «la primera en la frente» para que supieras por dónde tenías que empezar a santiguarte.

Aclarada la procedencia de tan popular expresión, a modo de introducción de mi aportación de este mes a la revista.

El 30 de junio del pasado año 2018, a los pocos días de comenzar a trabajar en CCOO, – empecé el 11 de junio – nos llega al grupo de whatsApp del centro de la HOAC de Alicante el siguiente mensaje: “Hola, soy Vicenta. Mañana por la mañana a partir de las 8 habrá una concentración en la puerta del asilo donde yo estoy. Han tirado a la calle a las trabajadoras de la limpieza y si no las dejan entrar van a llamar a la policía. Me gustaría que estuvierais y trajerais lo del trabajo decente.”

Allá que nos vamos un grupo de militantes de HOAC y la secretaria de la federación de servicios de CCOO en Alicante, ante el requerimiento de Vicenta, una militante que, por achaques de salud, decidió vivir en la residencia Virgen del Remedio donde iban a despedir a ese grupo de trabajadoras del servicio de cocina y limpieza. La residencia es propiedad del obispado de Orihuela-Alicante, pero decidió ceder su gestión a la empresa La Saleta Care. Algunas de ellas llevaban diecisiete años trabajando allí. Las siete, al no aceptar las condiciones que les proponían ni respetar su antigüedad, decidieron que no iban a seguir si no les respetaban y quedaron en la calle. Las trabajadoras hablaron con responsables del obispado, de la empresa, concentrándose, recogiendo firmas… Sin embargo, su voz y su grito de justicia quedó minimizada porque no cuentan. Para darles voz, extraigo parte del contenido de la Carta que estas mujeres hicieron pública:

“Sentimos, con estos despidos y de la manera que se han realizado, que nos han descartado y disculpad la palabra, pero nos han hecho sentir como a una mierda: ninguneadas, ignoradas, no tenidas en cuenta. Algunas de nosotras teníamos este empleo como la única fuente de ingresos en nuestros hogares. Otras tenemos una edad en la que nos a va costar mucho conseguir algún otro empleo. Pero esto no parece importarle a casi nadie. ¿Tanto costaba que pudiéramos seguir haciendo lo que hacíamos durante tantos años?. (…) ¿Para qué quiere el obispado gestionar una residencia si no es para que los valores que como Iglesia quiere defender y proponer a la sociedad se vivan en ese centro de trabajo? ¿Para qué externalizar los servicios que allí se prestan a una empresa que tiene beneficios por doquier y que nos deja en la calle sin miramientos?”

Las entidades responsables de estos despidos (el obispado y la empresa) se aferraron a que todas sus decisiones son legales. Desde el sindicato constatamos que así es como los nuevos modelos empresariales encuentran los recovecos legales, con el fin de obtener más beneficios y menos costes laborales. La lógica capitalista está envenenando nuestras relaciones y también corrompe todo lo que tiene que ver con el trabajo. Incluso en la propia Iglesia.

Ellas siguen esperando el juicio para determinar quién ha de hacer frente a sus indemnizaciones. Mientras, las seguimos acompañando.

Pues eso, la primera en la frente.

Manolo Copé escribe su Evangelio de un Sindicalista, comentando su experiencia en CCOO
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