Significativo detalle del obispo de Palencia con los curas casados

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Por Julio Pérez Pinillos

Una breve crónica a la luz de la acogida fraterna, dialogal y en prospectiva de los curas casados en la ciudad de Palencia.

La luz de esta noticia nace de la iniciativa sencilla de un obispo cercano a su pueblo –Manuel Herrero- de reunir una vez al año (en torno a navidad, este fue el tercero) a los curas casados palentinos –“que lo deseen”-, al objeto de encontrarnos a gusto, intercambiar afectos y experiencias de vida y darnos confianza para lo que el Evangelio y la vida nos vaya pidiendo.

El obispo de Palencia, Manuel Herrero se reunió con curas casados de la diócesisObispo D. Manuel, mucho me alegró la llamada telefónica de tu Secretario D. Jorge invitándome a un “encuentro de los curas casados palentinos”-«que puedan y lo deseen»- con su obispo. Te lo quiero agradecer, igual que a todos mis amigos y compañeros participantes, con las notas que tomé a vuela pluma, entre la reflexión, y la plegaria en el tren de regreso a Madrid.

Gracias por la idea que tuviste. No es lo mas corriente. ¡Y sin embargo qué bonito-sencillo-evangélico-prometedor! Si cunde el ejemplo será una gozada y un indicador de camino que las comunidades agradecerán. ¡Es importante saber “estar en el surco» largamente y confiar! ¡Qué diferencia con otras épocas no lejanas de ocultamiento-exclusión-condena de lo curas casados, su estilo de vida y compromiso ministerial compatible con las actividades normales de la vida! ¡Y qué resistencia a valorar en positivo los «aportes» de su reflexión-programa-reivindicaciones en tantos congresos nacionales e internacionales de la “Federación Internacional de Sacerdotes Católicos Casados» (“FISCC”) presente en 30 países de cuatro Continentes!

Gracias también por el modo de desarrollarla. De entrada con el cartel de “acogida” y en jornada “de puertas abiertas”: con un recorrido por los despachos y oficinas del obispado –la casa común-, de los Vicarios general y de pastoral, de los encargados de atender a la situación de los curas, de los responsables de la pastoral juvenil con sus proyectos y actividades y de algunos de los Equipos de Pastoral en distintas Zonas de la diócesis… ¡Y dejando constancia reconocida de todo ello en la Revista de la Diócesis!

Con una comida de amigos veteranos en el centro de la calle mayor, arteria principal y muy viva de la ciudad, con el tradicional y bien popular “verdejo/rueda” en la barra del bar, rodeados de gente y con olor a ciudadanía, mientras llegábamos todos los convocados. Quince personas manifestándonos la alegría y el acierto del encuentro (el tercero ya) sin prisa por acabar los temas. Sabiendo que lo bueno era empezar desde lo que habíamos heredado y vivido durante largos y fructíferos años, en la convicción esperanzada de que estos encuentros no se van a quedar en una nota de agenda sino que se irán abriendo –fue deseo compartido- a las experiencias, riquezas y acontecimientos de personas que recibimos mucho, lo pusimos en marcha con ilusión y la vida se encargó de irnos madurando -como ella sabe- en pluralidad, cariño, búsqueda, silencio, contemplación, mujer-hijos-familia y compromiso familiar-pastoral-social-político.

Fue acertado su formato como espacio familiar “abierto” a los contenidos y expectativas que quisiéramos contrastar. Flotaba en el ambiente lo que en próximos encuentros -tal vez con una participación mayor- iremos intercambiando y ahondando: cómo se ha ido modificando y enriqueciendo nuestra vida, cómo seguimos manteniendo nuestro compromiso transformador de la iglesia-sociedad, cuál es nuestro sentido de “comunidad» eclesial e, incluso, del ministerio –célibe o no célibe- al servicio de las mismas que han de ser progresivamente más corresponsables e igualitarias.

Este encuentro vivo y familiar gratificó mis dos horas de viaje de regreso a Madrid, ayudándome a recuperar y a meditar algunos de los sentimientos y convicciones que me/nos han venido trabajando a lo largo de cuarenta años en el MOCEOP y en la FISCC: ¿Cómo recoger y agradecer las distintas experiencias presbiterales realizadas con respeto en los países que configuran la Federacion? ¿Por qué prevalece el celibato de los presbíteros sobre la Eucaristía que “conforma la Comunidad”? ¿Cómo centrar el ministerio no sobre el celibato -opcional, por cierto- ni sobre el clérigo, sino sobre los carismas del Espíritu en la comunidad que le llama y acoge como servidor del Evangelio? ¿Cómo incorporar a la comunidad algunas formas presbiterales vividas desde una profesión y “modus vivendi” propios (v.g. los curas obreros) y desde la enjundia que les aporta su familia-hogar-hijos comprometidos en la transformación de su entorno (educación-barrio-parroquia) al modo que el Espíritu –parece- va sugiriendo en su Iglesia?

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