Suponiendo que Jesús hubiera querido fundar una Iglesia y dotarla de los medios más propicios para su buen funcionamiento, cosa que hoy en día numerosos teólogos y estudiosos de la Biblia ponen más que en duda, no tenemos por qué pensar que fuera tal y como nos ha llegado hoy a nosotros. Entre otras cosas, una Iglesia piramidal y jerárquica en la que el poder y el mando sobresalen y predominan por encima de cualquier otra cualidad y virtud.
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