Es difícil encasillar a alguien cuya principal ocupación es la de no ocupar una casilla sino conocer muchas, así que Siro López es eso: Siro López. Él encontró su camino. ¿Cuál? El de la felicidad. ¿Cómo? Siendo él mismo. ¿Con qué herramientas? Dejándose interpelar por la sensibilidad de la gente, estudiando y trabajando mucho y haciendo lo que le gusta para disfrutar con ello.
Podría parecer la entradilla de un folleto que anuncia un curso de coaching, pero no lo es. Nuestra revista se acerca a este exreligioso, que fue premio alandar hace algunos años. Una persona tan «normal» que, quizá por eso, pueda llamar mucho la atención.
Asegura que su mayor preocupación en el momento actual de su vida es «poderme entender y encontrar con cualquier persona, independientemente de su religión, condición…». Dentro de la misma Iglesia hay tantísima diversidad, que «para mí el planteamiento debe ser ‘fuera paredes’ y empezar a trabajar en la misma dirección».
Siro López nació en Palencia, pero se ha criado casi toda su vida en Madrid. Él mismo entresaca dos claves para entender su infancia y juventud: la creatividad a través del juego y la sensibilidad. «Me he sentido más interpelado por aquellas personas educadoras que han tenido más sensibilidad», asegura López, un niño que «pasaba desapercibido en clase junto a otros que eran mucho más inteligentes».
Pero… ¿qué es la inteligencia? «Lo curioso es que ahora me encuentro con esa gente -compañera de aula- y resulta que ha dejado atrás todo ese talento que mostraba». «Ser inteligente hoy es saber tomar esas decisiones en la vida que te van a hacer feliz. Tú puedes sacar dieces, pero si no sabes tomar las mejores decisiones, la cagas», sentencia Siro.
Así es como él intenta ser inteligente, luchando por encontrar el camino que le permita poder expresar lo que siente y encontrarse con la gente y disfrutarlo, no estar en la queja o la apatía. El teatro, la danza, el mimo, la ilustración… vinieron solos. Hoy, Siro López hace todo eso y más -formación, coaching, literatura, fotografía, maquetación…- asegurando que «todo está relacionado».
Este artista, por intentar quedarnos con un adjetivo, ha decidido no especializarse, porque «eso me ha parecido un plomazo. Si yo estudio anatomía, me sirve para la danza, el mimo, la pintura…».
Es autodidacta y «es muy frustrante», porque siempre ve que le queda mucho por aprender. «Quizá, la clave está en ir quedándote con ese amplio abanico y crear, a raíz de una sensibilidad social». Más tarde, de vez en cuando, llegan los logros, que no hacen más que complementar la satisfacción del día a día. Sin embargo, Siro López advierte de que dichos logros «son fruto de mucho trabajo».
«Hay que tener muy en cuenta que todos los niños y niñas cantan, bailan, pintan… El problema es que después vienen los discursos de que tal o cual no valen para esto, ni para aquello otro», afirma. Lo que Siro quiere decir es que, aún admitiendo que hay gente que nace con un talento especial, todo el mundo puede expresarse de forma vital con múltiples lenguajes y está «convencidísimo» de ello.
Dicho de otra forma, todas las personas podemos crear cosas únicas y muy valiosas, no solo las que la sociedad etiqueta como geniales, iluminadas, famosas o artistas.
El mensaje es precioso. Sin embargo, su caso, aunque no es único, tampoco es habitual en España. ¿Por qué? Según López, «la política es la gran carcoma de la educación. Hay profesionales muy buenas, pero el sistema es obsoleto. Hoy sabemos cómo funciona nuestro cerebro y tenemos tecnología para desarrollar, pero hace falta presupuesto público destinado a ello».
«La Universidad no te prepara para crear en el mundo laboral y menos aún, la de Magisterio». Y la causa de que los grandes partidos no lo hagan es que «sus decisiones son interesadas y egoístas, buscando el voto en lugar del bien común».
López, en este sentido, poniendo la mirada en la solidaridad y la creatividad, cree que debería haber un gran pacto de Estado que apostara por la educación y la sanidad por encima de todo -mucho más de lo que se hace ahora- y que ambas fueran intocables por el gobierno de turno. «Ahora las cosas están cambiando». Al menos, está claro que se ha despertado un nuevo interés por la política entre la gente, aunque haya sido por la crisis. «Esto se ve en las cafeterías, donde le está robando terreno al fútbol».
En España se están dando hechos únicos en el mundo, como el Movimiento 0’7 o el 15M, que no son casualidad, sino consecuencia de una sensibilidad clara en un importante sector de la población. ¿Y las ONG españolas? Parece que están demasiado divididas. ¿Cada una va su bola? Dice Siro que algunas se han corrompido por intereses particulares, actuando muchas veces de forma legal pero sin ética ninguna, como es el caso de las grandes fundaciones.
Otras se han centrado en el trabajo técnico de cooperación o acción social, pero olvidando la sensibilización y la denuncia, como «luchar contra el ébola, pero no contra las causas que están detrás de su expansión». En la Iglesia, de hecho, existe una «adormilera general», opina. Por miedo a perder un estatus histórico, se ha controlado, cerrado y silenciado mucho.
Para Siro, antiguo salesiano, «hace falta profetismo. Si escuchas, lees o ves los medios de la Iglesia, no detectas pluralidad para construir el Reino. En España, desde hace décadas, se ha apostado por apoyar a un partido en concreto y con cierta radicalidad, además».
«Esto hace que haya otro gran sector de la Iglesia, como pueblo de Dios, que no se siente identificada con esta jerarquía». De ahí la división interna, consecuencia del interés de la Conferencia Episcopal por conservar el poder, influencia y situación eclesial por encima de lo social, educativo y/o sanitario. Y de ahí también «el alto precio que se está pagando y se va a seguir pagando», como el descenso constante de la asistencia a los templos a lo largo de los últimos cuarenta años.
En la Iglesia hay poca creatividad, porque la creatividad requiere de libertad. Hay miedo, confusión y falta de liderazgo comunitario, con excepciones.
López sí es optimista con el papa Francisco. «Es un aire fresco y los frutos ya se están viendo: en las redes sociales, entre las personas no creyentes, quienes son justamente las que están recibiendo con mayor apertura sus palabras. De hecho, las mayores críticas se escuchan dentro de la propia Iglesia».
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