Periferias. Crisis y novedades para la Iglesia
Andrea Riccardi
Editorial San Pablo. 2017
Casi toda la obra bibliográfica de Andrea Riccardi, fundador de la Comunidad de San Egidio y catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad Roma III, se caracteriza por tratar de “aterrizar” el mensaje del Evangelio en la vida de todos los días. Ahora lo hace analizando en profundidad la expresión reiterada del papa Francisco sobre las periferias, incluso cuando aún era arzobispo de Buenos Aires y señalaba, en una reunión entre cardenales antes del cónclave de 2013 en el que fue elegido sucesor de Pedro, que “la Iglesia está llamada a salir de sí misma e ir hacia las periferias, nos solo geográficas, sino también las periferias existenciales: las del misterio del pecado, las del dolor, las de las injusticias, las de la ignorancia y la prescindencia religiosa, las del pensamiento, las de toda miseria”.
Tomando este punto de partida, Riccardi apunta que Jorge Mario Bergoglio en la exhortación apostólica Evangelli gaudium, auténtico programa del actual pontificado, invita “a salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio”. Después va desgranado diversos pasos dados por el papa –Lampedusa, Nápoles, Albania, Sarajevo, Irlanda, Cuba, Estados Unidos, México…- en los últimos cuatro años en los que va señalando el camino para el cristiano del siglo XXI. Riccardi no duda en señalar que el mundo contemporáneo se juega mucho en las periferias y por ello también la Iglesia, que no debe olvidar el gran planteamiento del Concilio Vaticano II cuando propone toda la temática en torno a la Iglesia de los pobres, que de identifican con los periféricos de nuestros días.
La ciudad global
Interesante es también el planteamiento y el análisis que hace el fundador de la Comunidad de San Egidio –con lo que tiene de universalidad y ecumenismo- de la ciudad global, cuya transformación parece imparable, cómo poco a poco va perdiendo muchos de los principios comunitarios para convertirse en espacios aislados e impersonales, en donde es difícil la acogida del que ha salido –o ha sido echado- del sistema, del periférico. En este sentido, Riccardi afirma que la ciudad es cada vez menos una comunidad de vida y de destino común, por ello “donde no hay comunidad la integración resulta difícil”. Señala también que la Iglesia ha perdido la centralidad, no sólo urbanística, que durante siglos ha tenido en las ciudades y pueblos, aunque pone ejemplos de algunas experiencias de la Iglesia en las periferias durante el pasado siglo, como los curas obreros en Francia, la Misión de París, la vida en los Lager -la periferia más extrema-, los gulag –el infierno, como los definió un joven albanés-, la espiritualidad de Charles de Foucauld -muerto en el corazón del Sahara-, la propia comunidad de San Egidio –presente en los arrabales de las ciudades- o la periferia en femenino hecha por la petite soeur Magdeleine, fundadora de las hermanitas de Jesús, compartiendo la vida de los últimos, y Madeleine Delbrêl. Todo sin olvidar la experiencia de las Iglesias del Sur, especialmente en Latinoamérica.
Recuerda que el papa Francisco no cree en la hegemonía de la Iglesia sobre la sociedad, sino en la fascinación convincente de la bondad y el amor que viven en la Iglesia. Prescinde –dice Riccardi- de la expresión “valores innegociables y quiere poner a la Iglesia en contacto con la realidad humana incluso en sus aspectos más dolorosos y problemáticos.
En el capítulo segundo del libro –La antigua periferia del cristianismo– el historiador Riccardi hace una espléndida descripción de la gran periferia que es el pueblo hebreo y la tierra de Israel, aunque no quedan olvidados porque Dios los elige “para que a partir de él se pueda reconstruir la historia de la humanidad”, como escribe Andrea Spreafico. Va desgranando todo lo periférico que aparece en el Evangelio, resaltando cómo Galilea, que es la periferia, se convierte en el centro para la predicación de Jesús. Allí se queda hasta el final de su vida, pendiente siempre de los más marginados. Hace un repaso de las antiguas periferias del cristianismo hasta el monacato.
Otras vivencias cristianas
También trata Riccardi de la complejidad del mundo global, de las megalópolis, que seguramente tiene que llevar a replantearse la estructuración de la Iglesia tal como la conocemos desde hace siglos y que, como se indica en la Evangelii guadium, “es hora de intentar nuevos recorridos eclesiásticos y evangélicos, comenzando por muchas y las diversas situaciones. Hay que reforzar la dimensión de ‘recomenzar’ por las periferias”.
En este sentido, el fundador de San Egidio afirma que “es preciso dar espacio a los carismas y a otros tipos de vivencias cristianas sin la pretensión de programar y dirigir todo”, teniendo en cuenta además la escasez del clero, fenómeno que de momento no parece tener remedio. No se trata de crear “iglesias paralelas”, si no de dar la posibilidad de que emerjan grupos de laicos capaces de comunicar y vivir el Evangelio en las periferias de las ciudades, con diferentes tipos de vivencias cristianas, confluyentes en la gran familia de la Iglesia.
A este respecto, Andrea Riccardi concluye que “si no se produce el cambio, el catolicismo fatalmente se quedará en buena parte fuera de las periferias, pero no solo no conseguirá implantarse en estos ambientes, sino que desaparecerá de ellos. Acabará por ser –incluso en sociedades de tradición cristiana- una minoría en medio de un mundo de minorías”. Por ello enfatiza en que la regeneración de la Iglesia y de la vida cristiana tiene que llegar con el redescubrimiento de la tarea de vivir y comunicar el Evangelio en la periferia.
Quizá el resumen podría ser algo que afirma Riccardi casi al principio del libro: “La cuestión de las periferias no es un aspecto ‘bueno’ del mensaje de la Iglesia (…) Se trata, en suma, de algo más vital y estratégico que una efusión de bondad caritativa. Más bien es una verdadera reestructuración del catolicismo mediante la reunificación con el mundo marginal”.
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