Por Jorge Gallego
Aliseda 18 es un huerto urbano que está situado entre Pan Bendito y San Francisco, dos colonias de Carabanchel, en Madrid. No se trata de una experiencia aislada. Sólo en la capital hay, actualmente, 46 iniciativas aglutinadas en torno a la Red de Huertos Urbanos de Madrid.
Las personas que se acercan al huerto lo hacen desde distintas motivaciones. Aprender a cultivar un huerto, para una persona de ciudad, supone enfrentarse a una tarea para la que carece de los conocimientos básicos. Al tratarse de un huerto ecológico, la preocupación por alimentarse con productos libres de pesticidas resulta relevante. De hecho, ha surgido un pequeño grupo de consumo entre los hortelanos.
También está presente la dimensión social. Encontrarse con otros vecinos y charlar amigablemente es algo que cada vez cuesta más encontrar debido al individualismo con el que se vive en las ciudades. En el huerto se cultivan relaciones cálidas y cercanas. Por otro lado, es un lugar donde se puede ocupar el tiempo libre de una manera más sana -ya que puedes realizar ejercicio con distintas intensidades- y económica, porque no implica ningún desembolso.
Sin duda, resulta una alternativa para los padres y las madres que llevan a sus hijas e hijos al parque. El tiempo de ocio se complementa con una labor educativa. Se lo pasan bien y aprenden. El huerto incorpora una zona de ocio para que los más pequeños puedan alternar las diversas labores hortícolas con sus ratos de juego.
Hay quien encuentra en la elaboración de diverso equipamiento para el huerto un espacio en el que desarrollar su creatividad. Se utilizan materiales reutilizados como palés, maderas de bancos o neumáticos en la construcción de composteras, cajones para las herramientas, juegos infantiles, bancos y mesas de reunión.
Las motivaciones políticas tampoco están ausentes. Hay ciudadanos que quieren intervenir en los asuntos públicos. En lugar de esperar a que las autoridades tomen medidas, prefieren organizarse para recuperar un espacio urbano abandonado y degradado. Parece mentira que en la ciudad, con lo que vale el suelo, puedan darse dichas situaciones. Ante la dejadez de la administración, la queja se convierte en acción transformadora del entorno. ¡A cuántos vecinos, cuando pasan por delante, les sale una expresión de alabanza! ¡Qué bonito está esto!
Por último, entre tanto coche, asfalto y moles de ladrillo resulta inaudito encontrarse con la naturaleza. No con esa naturaleza de los parques domesticada a base de herbicidas probablemente carcinógenos, según la OMS, como el glifosato. Sino con la naturaleza que nutre la vida, con sus ciclos y sus ritmos tan distintos del estrés y la prisa que se vive en la ciudad. Con la ilusión que produce ser testigo de ese crecimiento desde una minúscula semilla hasta convertirse en una hermosa planta capaz de dar fruto en abundancia.
Pan Bendito debe su nombre a los extensos campos de trigo que ocupaban sus tierras. Carabanchel tiene su origen etimológico en garbanzal, tierra propicia para cultivar los garbanzos con los que se elabora el plato más característico de la cocina madrileña: el cocido.
Aliseda 18 no pretende un ingenuo regreso al pasado según la añoranza de Jorge Manrique de que “cualquier tiempo pasado fue mejor”. Es un huerto urbano comunitario, donde los bancales de cultivo son cuidados entre todos, la organización de los trabajos a realizar se decide de manera asamblearia y el reparto de lo que se produce se hace en función de lo que cada uno necesita.
Sin duda se trata de una experiencia modesta. Junto a otras experiencias modestas, puede convertirse en un germen que transforme la realidad, que labre un futuro en el que podamos salir de la crisis con un modelo de relaciones económicas y sociales diferentes a las actuales. Ya lo decía Eduardo Galeano: “Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, pueden cambiar el mundo”.
De momento, el intento de cultivar un solar lleno de escombros y excrementos de perro está permitiendo que seamos los propios hortelanos los que nos veamos transformados y enriquecidos por la vida que fluye en los intersticios urbanos. ¡Qué nutritivo resulta cultivar la ciudad!
@jorgegallegoST
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