Por Maite Valls
El día de su cumpleaños el 24 de mayo nos envió una foto por whatsapp y nos dijo que el primero en felicitarla había sido su perro: “Hapi”. Tenía dos perros: Hapi y Sami, ya que hacía algún tiempo les habían dicho que todo se estaba poniendo cada vez más peligroso y que era necesario extremar las precauciones, y ella consiguió los dos perros y puso rejas en las ventanas. Ella protegió su casa, la casa que la había protegido a ella durante el terremoto. Como ella decía: “Mi casa me ha salvado…”.
Ella me había contado que ya en otra ocasión habían intentado atracarla. Iba en coche con Leide, la responsable del taller de prótesis San José, y paró el coche para pedir información a unos chicos y un chico le puso un cuchillo en el cuello a Leide pidiendo el dinero. Leide, agarrando las manos del chico, le dijo a Isa: “Corre Isa” en creole, e Isa arrancó el coche y arrastraron al chico unos metros hasta que le soltaron.
[quote_center]Esa oración del pueblo fue modelando su corazón y fue potenciando ese deseo de entrega, de amor y donación[/quote_center]
La experiencia que vivió en el terremoto, el no entender por qué ella estaba viva mientras tantos estaban muertos, el ver tantas manos y manitas pidiendo auxilio y no poder salvarlos… Eso dejó una herida en su corazón de tal magnitud que su deseo era vivir y morir por los haitianos.
Ella solía decir que el pueblo haitiano la había salvado a ella. Después del terremoto, cuando no podía rezar por el dolor, el ver a los haitianos que, habiendo perdido uno o varios miembros de su familia, seguían alabando y dando gracias a Dios la conmovió y poco a poco la fue transformando. Esa oración del pueblo fue modelando su corazón y fue potenciando ese deseo de entrega, de amor y donación.

Isa Solá junto con su perro Sami en Haití. Foto. Religiosas de Jesús-María
La experiencia del terremoto removió profundamente sus cimientos, poco a poco la fue madurando por dentro, cada vez iba creciendo más en libertad. Día a día era cada vez más capaz de dar importancia a lo que realmente la tenía e ir a lo esencial, en las cosas, en los acontecimientos y en su propia vida. Y en su vida lo esencial era amar a Dios y a su pueblo.
En el anillo de su profesión perpetua tenía la inscripción: “Amarás” y al cabo del tiempo ella comprendió que amar no era un sentimiento sino una decisión, por eso estaba en infinitivo. Y eso es lo que hizo con su vida, tomar la decisión de amar a pleno pulmón, hasta el extremo…
Últimamente estaba preocupada por el giro que tenía que dar la presencia de Jesús-María, la Congregación a la que pertenecía, en Haití y constantemente le preguntaba a Dios qué es lo que quería, cómo debía actuar y le expresaba el deseo de que la presencia de Jesús-María en Haití fuera más fuerte, más firme.
Ella decía que el taller de prótesis era una obra de Dios, que ella lo había dicho sin intención alguna en la TV a raíz de una entrevista que le hicieron y empezaron a llegarle prótesis y personas que se ofrecían a ayudarla y eso fue creciendo de forma admirable. Últimamente ya lo había casi delegado a los haitianos, pues ese era su deseo: que lo llevaran ellos mismos.
Colaboraba también con la clínica móvil: Moviclin. Un grupito de médicos y gente comprometida que también pertenecían a la Familia Jesús-María de Haití eran los que la formaban y se iban a los pueblecitos más alejados, donde las personas no podían acudir al médico. Ella me había dicho que la estaban evangelizando los miembros de la Moviclin y también los de la Familia Jesús-María, por ver cómo vibraban y el interés que tenían por ayudar y comprometerse en la construcción de un mundo mejor.
Estos días, el poder haber ido a Haití, estar en su casa, entre sus cosas, ver lo que veían sus ojos, conocer a su gente y acompañar a Isa y darle el último adiós, me ha permitido ver de cerca, sentir y gustar el cariño que le tenían. ¡La querían tanto!
El miércoles los miembros de la Familia Jesús-María habían preparado una vigilia de oración preciosa para Isa, el funeral que se celebró el jueves por la mañana fue también una despedida muy bonita, emotiva y serena. Y ese mismo día se celebró una sencilla ceremonia para la entrega de las cenizas -ya que eso es lo que ella quería- y fue también muy bonita. El sacerdote nos explicó que le puso los tres óleos, la gente se arrodilló y rezaron el rosario y después el sacerdote bendijo el fuego para que, de la misma forma que el fuego transforma el cuerpo en cenizas, transformara el alma de Isa para que se uniera con Dios.
La amistad con Isa me viene de lejos, de la infancia, crecimos juntas. Recuerdo cuando me dijo que tenía vocación. Era verano, estábamos en mi casa tumbadas en la cama, pretendiendo echar la siesta y ella me dijo: “Maite, quiero decirte algo” y yo, medio dormida, le dije: “El qué”. Y así, a bocajarro me dijo: “Tengo vocación”. A mí me dio un vuelco el corazón y di un bote en la cama y empezamos a hablar y a hablar…
Isa entró en el postulantado en enero, solo tres meses después de mí, porque su padre le había pedido que pasara la última Navidad en su casa.
Isa era una mujer que desde jovencita se fio de Dios, a los 16 años compuso una canción preciosa que se titula Siento vacío si no vivo por tu amor. Y ese amor la fue conduciendo a lo largo de su vida y ella se dejó conducir. La fue modelando poco a poco hasta entregarse totalmente a Él.
Día a día ese amor la fue haciendo más libre, más entregada y cada vez más comprometida con los más pequeños. Solía cuestionarse cómo ella lo había recibido todo y tantos tenían tan poco.
Decidió estudiar enfermería porque era una forma de estar más cerca de los que sufren a causa de la enfermedad. Después continuaría sus estudios de magisterio y psicopedagogía. Y muy pronto empezó a visitar y a acompañar a los enfermos de sida.
Su vocación misionera se inició muy pronto pero se concretó en primer lugar en África, a la que amaba apasionadamente y donde estuvo trece años en el taller de mujeres y después como directora de una escuela.
[quote_center]Isa nos invita a vivir el perdón desde el fondo del corazón, aceptando las últimas consecuencias de nuestras opciones[/quote_center]
Y después, en 2008, fue destinada a Haití.
Tenía también una sensibilidad especial para captar la belleza y expresarla a través de la música. Componía unas canciones preciosas y tenía una voz que transmitía mucho sentimiento y conmovía.
Era una mujer abierta, alegre, valiente, por fuera parecía una figura de porcelana, pero por dentro era fuerte, tenaz, constante pero, a la vez, era capaz de renunciar a lo que fuera si eso era lo necesario.
A final de curso había participado en la realización de un taller del perdón E.S.P.E.R.E. y estaba muy animada y con muchas ganas de poder llevarlo a la práctica y poder transmitir ese taller a los demás con la gente de Haití. Incluso estábamos estudiando la posibilidad de que nos lo diera a nosotras.
Eso no va a poder ser… pero así, de improviso, a bocajarro, Isa nos invita a vivir el perdón desde el fondo del corazón, aceptando las últimas consecuencias de nuestras opciones. Como ella hizo, era muy consciente de que era muy peligroso vivir en Haití, pero eso era lo que amaba, ella ya tenía entregada su vida por amor y esa decisión se consumó el 2 de septiembre. Ese día ella cantó su último canto de amor.
Isa, amiga, ayúdanos a vivir en y desde el perdón y el amor, y que todos, todos sintamos vacío si no vivimos por su amor…
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