¿Qué pasa con el aceite de palma?

Es el aceite más utilizado en el mundo, una de las razones es su bajo precio. Se encuentra en casi la mitad de los alimentos procesados. Pero es objeto de numerosas campañas por parte de las más variadas organizaciones. ¿Por qué?

Hasta hace poco no lo identificábamos porque en las etiquetas figuraba como aceite vegetal. Sin embargo, desde diciembre de 2014 un reglamento de la Unión Europea obliga a los fabricantes a especificar el tipo de aceite en el etiquetado. El aceite de palma también es muy usado en productos de higiene y cosmética, así como en el sector de los agrocombustibles para producir biodiesel.

Su origen es la palma aceitera, una planta tropical originaria de África que se introdujo en el sudeste asiático a comienzos del siglo pasado. De allí procede hoy en día la mayor parte del aceite de palma que se consume en el mundo. En solo dos países, Malasia e Indonesia, se concentra el 80% de la producción.[quote_right]Las plantaciones de palma requieren grandes cantidades de agua[/quote_right]

Pero se trata de un negocio en expansión que también tiene su punto de mira en otras regiones del mundo. Como recordaba recientemente Gustavo Duch en uno de sus siempre interesantes artículos, se está denunciando el acaparamiento de tierras en África para destinarlas al cultivo de la palma aceitera. En América Latina también hay planes para aumentar la producción. Toda esta expansión está teniendo un alto coste para las poblaciones locales y para el medio ambiente.

Consecuencias ambientales y sociales

La palma aceitera crece en zonas tropicales donde compite con las selvas y bosques originales de las regiones donde se cultiva. Se extiende en grandes plantaciones que, como todos los monocultivos, ocasionan graves daños ambientales. En este caso, el primero de ellos es la deforestación que, con frecuencia, se inicia con grandes incendios forestales provocados. En el sudeste asiático alcanzan tales proporciones que la noticia salta periódicamente a los titulares de todo el mundo. Y es que el humo que provocan llega a extenderse por varios países de la región y ofrece imágenes desoladoras desde el espacio. La deforestación va acompañada de la pérdida de biodiversidad, la degradación del suelo y el agravamiento de las sequías.

La deforestación para cultivo de palma va acompañada de la pérdida de biodiversidad. Foto. Aware EnvironmentalEl uso de herbicidas altamente tóxicos, como el paraquat, añade otro daño ambiental por la contaminación de suelos y agua y afecta a la salud de las personas, de manera especial a quienes trabajan en las plantaciones. Trabajadores que además llegan a soportar condiciones cercanas a la esclavitud. También se ha denunciado el empleo de trabajo infantil en las plantaciones.

El acaparamiento de tierras y el desplazamiento de poblaciones locales es otra de las consecuencias. Un informe publicado este mismo año por un conjunto de organizaciones españolas[1] se adentra en el tenebroso mundo de las plantaciones congoleñas de palma de aceite, donde el acaparamiento masivo de millones de hectáreas de tierra fértil por parte de estados, empresas, fondos de inversión y personas acaudaladas está sustituyendo la producción local de alimentos por un monocultivo dedicado a la exportación. La soberanía alimentaria de la población local se convierte en un objetivo inalcanzable. Una historia que, según denuncia el informe, se repite en otros países africanos.

Arde Indonesia, para nuestro aceite de palma

Con este clarificador título, la organización Salva la Selva lanzó el pasado mes de septiembre una de sus peticiones online (el aceite de palma es protagonista de un buen número de ellas). “Un humo negro oscurece el cielo y hace imposible respirar. Las autoridades de Borneo y Sumatra declaran el nivel de peligro más elevado”, relata, para denunciar que hay -al menos- 30 empresas palmicultoras sospechosas de haber provocado los incendios. “Cada vez más aceite de palma para biocombustibles, cada vez más plantaciones, cada vez más fuego”. Una catástrofe para la región y también para el clima de todo el planeta por las elevadas emisiones de CO2 que conllevan estos incendios.

Ojos que no ven

El aceite de palma es un buen ejemplo de los problemas que se derivan del sistema de producción en una economía globalizada. Las consecuencias laborales, sociales y ambientales suelen quedar lejos de nuestra vista. De ahí la importancia de la información, esa que nos permite enlazar nuestro consumo con los problemas que nos inquietan y nos da alas para buscar alternativas y ejercer un consumo cada vez más responsable. Un primer paso es leer las etiquetas. Rechazar productos con aceite de palma es una opción a nuestro alcance. De paso, reduciremos el consumo de alimentos procesados, que no son precisamente los más saludables. En higiene y cosmética también hay alternativas que no lo contienen.

[quote_left]El acaparamiento masivo de millones de hectáreas de tierra fértil está sustituyendo la producción local de alimentos por un monocultivo[/quote_left]

Y para profundizar un poco más, os recomiendo el libro Carro de Combate. Consumir es un acto político (editado por Clave intelectual). A través de una veintena de productos de consumo habitual (entre ellos el aceite de palma) nos adentra en las peculiaridades del sistema de producción, distribución y venta de esta economía globalizada que nos quiere ajenos y ajenas a los impactos laborales, sociales y ambientales que genera. Informarnos, informar en nuestro entorno y apoyar las campañas en marcha son el mejor antídoto contra la opacidad.

[1] La Diosa Desnuda. De cómo las empresas acaparadoras de tierras son rescatadas por fondos públicos de cooperación al desarrollo. Fundación Mundubat; Grain; Revista Soberanía Alimentaria, Biodiversidad y Culturas; y Plataforma 2015 y más.

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