De vuelta a las cavernas

Manifestación en EEUU contra la iniciativa Foto: Emma Giuliani

Hace apenas unos días saltaba la noticia de que el Tribunal Supremo de Estados Unidos se disponía a anular el derecho al aborto en este país, en vigor desde hace medio siglo. En sintonía con el movimiento feminista de todo el mundo, Católicas por el Derecho a Decidir comentan así la noticia.

Después de casi cinco décadas de garantizar el acceso al derecho al aborto libre en EEUU, consagrado a partir de 1970, después de que una mujer llamada Norma McCorvey (bajo el seudónimo de Jane Roe), interpusiera un recurso judicial que le permitió derogar el artículo 1.196 del Código Penal del Estado de Texas que prohibía el aborto, volvemos a enfrentarnos a una situación fundamentada en razones de tipo moral y religioso, tal y como lo señala el abogado Pedro Soriano Mendiara en su cuenta de Twitter, indicando que ha sido “la alianza entre el movimiento evangélico y el ala conservadora” del Partido Republicano, lo que al final “situó la cuestión del aborto en los términos partidistas que conocemos ahora”.

Esto, sin duda alguna, implicaría un grave retroceso y significaría que mujeres, niñas y personas gestantes sin recursos se vieran nuevamente abocadas a abortar clandestinamente, poniendo en riesgo su salud y sus vidas.

El debate sobre el aborto debe asumirse como un tema de justicia social, de salud pública y con perspectiva de derechos humanos. La maternidad es fruto de una elección libre y autónoma, no de una imposición social que, además, tiene sus raíces en creencias, mitos, estigmas y dogmas religiosos.

Una mujer libre y con derechos representa un peligro para aquellas sociedades en las que el sistema patriarcal sigue organizándose para crecer y permanecer. ¿Cómo podría aceptar el patriarcado que algo tan importante como la reproducción de la especie humana escape de su control?

El único movimiento que ha desatado una revolución que, a diferencia de las guerras y conflictos, a lo largo de los años no ha dejado ni una sola víctima. Somos fuego y NO estamos dispuestas a regresar a las cavernas. Las mujeres hemos tejido redes de sororidad, de resistencia, de encuentros y cuidados colectivos, redes poderosas para la conquista de derechos. Por eso exigimos que se respete nuestra autonomía reproductiva, nuestro criterio moral para decidir alrededor de lo que afecte a nuestras vidas.

No existe en este mundo nada más político que el cuerpo de las mujeres: un territorio que ha estado en disputa en los campos de guerra, en las cortes y tribunales, en las familias, en las sociedades y en las iglesias. Especialmente allí, en las iglesias donde se dice que no hacen política, pero, sutil y silenciosamente, se tejen redes contra el derecho a decidir de las personas y, fundamentalmente, el poder de decisión de las mujeres.

Decidir es más que un derecho, es un poder legítimo que tenemos los seres humanos, que tenemos las mujeres y que nos fue otorgado también por Dios que nos hizo agentes morales con la capacidad suficiente de tomar decisiones libremente.

Lo religioso se ha sumergido en lo político desde tiempos inmemoriales, pero desde la misoginia, con una visión y mirada única: la masculina. Por eso lo revertimos, lo reconfiguramos y nos atrevemos a pensar a Dios desde las realidades de las mujeres. En un mundo donde el poder ha estado siempre representado a través de lo masculino, reclamamos lo que es nuestro: el derecho a decidir sobre la maternidad.

Exhortamos a los gobiernos, los Estados, las iglesias y las sociedades a que se respete el sagrado y fundamental derecho a decidir de las mujeres.

Son muchas las luchas y las resistencias que hemos librado y en cambio insisten en regresarnos a la clandestinidad, al peligro, al negocio que representa transaccionar ilegalmente nuestros cuerpos y maternidades.  Asimismo, debemos recordar y celebrar con alegría lo conseguido en Argentina, México, Irlanda y, recientemente, en Colombia; países en los que las mujeres, con las manos hacia el cielo, la voz firme y la frente en alto, repiten y repetimos con ellas las veces que sean necesarias que ¡NO ESTAMOS DISPUESTAS A VOLVER A LAS CAVERNAS!

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