
Existen indicios más que suficientes de que Abraham fue el primer suscriptor de ALANDAR. De dónde si no iba a sacar fuelle para CREER y salir de su tierra, con el calor que hacía y lo confusas que estaban las indicaciones del Señor. Lo de Jacob fue otro alandar constante de acá para allá, sin contención perimetral alguna, huyendo de Esaú con el que no coincidía en ningún PUNTO DE VISTA. Moisés echó las CUENTAS DE LA VIEJA y se suscribió en Egipto, que salía más barato por el cambio. Inspirado por LOS PIES EN LA TIERRA, mandó a los israelitas que los pusieran en el Mar: no se fueron AL FONDO y fue un milagro de los gordos. Josué, al grito de ¡OKUPEMOS LA CASA! los condujo a la Tierra Prometida que resultó ser PERIFERIA pura y dura, aunque eso no constaba en el contrato de Promesa. María de Nazaret caminó sierra arriba para visitar a su prima y, cuando cantó el Magnificat, Isabel pensó desde su MECEDORA VIOLETA: «Estas cosas que canta ha debido leerlas en VOCES DEL SUR»
De Jesús no consta suscripción pero alanduvo muchísimo dejando a sus discípulos sin resuello: fue, llegó, marchó, atravesó, desembarcó, cruzó, salió, entró, se levantó, siguió, recorrió… A veces se desplazaba a tiro fijo: Cafarnaum, Jericó, Betania, Galilea, Jerusalén. Otras caminaba sin programa aparente y se iba encontrando con gente: Simón, Natanael, Felipe, Zaqueo, Marta, la cananea, Bartimeo… Subía al monte a rezar y si se cansaba de caminar, se sentaba en algún pozo.
Toda su vida aparece movilizada por un gran viaje de subida a Jerusalén: lo afrontó con decisión, y, para sorpresa de sus discípulos, se les adelantaba. No iba a su bola, se dejaba conducir: el Espíritu lo llevó…, movido por el Espíritu, se retiró al desierto…, impulsado por el Espíritu volvió a Galilea… En los relatos de la pasión, su iniciativa de movimiento desaparece y es el sujeto pasivo de los verbos: lo condujeron, lo llevaron, lo ataron, lo condujeron, lo sacaron, lo descolgaron, lo envolvieron, lo depositaron. En su resurrección se puso a caminar con los de Emaús y citó lejos a los suyos: “Id a avisar a mis hermanos que vayan a Galilea, allí me verán”.
Cuenta nuestra tortuga alandariega que cuando se lo encontró junto al lago, él le dijo: “Ni se te ocurra dejar de caminar ”. Y es eso lo que a ella (y también a nosotros) nos da ánimos para seguir alandando.
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.Me gusta la espontaneidad y lo genuino de la expresión. Me llega. Gracias.