Todos y todas tenemos una frase que nos identifica, que nos define. Es la frase que sale con espontaneidad por nuestras bocas, tanto en las situaciones límites como en las más ordinarias, tanto cuando nos alcanza el dolor como cuando el placer y la felicidad toman nuestra vida. Es la frase con la que recurrimos por asalto a la esperanza, invocándola frente a la impotencia, el miedo y la injusticia. Es la frase que, cuando nuestros amigos nos imitan o, por el contrario, nuestros enemigos pretenden ridiculizarnos, ponen en nuestras bocas, cariñosa o malinterpretadamente, según interese. Mi frase es “el amor existe” y responde no a un tópico dulzón o a una máxima idealista o ejemplarizante, sino a una experiencia cotidiana e histórica que no deja de sorprenderme en estos tiempos duros y especialmente violentos para las personas y colectivos más empobrecidos y buscadores. La paradoja de la experiencia que sostiene mi frase es que aunque el amor existe coexiste con el mal, la injusticia, la cruel inhumanidad y la violencia, legitimados muchas veces por “el deber ser”, la legalidad y el Estado.
En estas últimas semanas he podido comprobrarlo una vez más ante un hecho que no ha sido noticia en ningún medio pero que ha irrumpido en la vida algunas gentes, desmontando nuestras agendas y prioridades para convertirse en el centro de ellas de forma provisinal y urgente. El hecho ha sido la llegada de un grupo numeroso de africanos a Madrid que protagonizaron el salto a la valla en los meses de agosto y septiembre o se embarcaron en Tánger hacia Tarifa a finales de verano,en el contexto de los ataques racistas sucedidos en el barrio de Boukalef, en los que resultó muerta una persona de Mali.
La mayoría son camerunenses. Los hemos conocido porque van en en grupo por la calle y otros africanos se los encuentran desorientados y sin ropa de invierno, siendo ellos mismos quienes los conducen a redes de apoyo o a “domicilios amigos”. Acuden también a dispositivos de acogida y, de allí, a muchos les derivan a la Campaña del frío aunque, cuando el autobús se llena, no hay cama para ellos porque no se les considera “perfil preferente”. España no es su lugar de destino, sino de tránsito. Su objetivo es Alemania o Bélgica. Mientras consiguen el dinero del billete y deambulan por la calle pueden ser detenidos en cualquier momento e ingresados en el CIE, como ya ha pasado con algunos de ellos.
La mayoría han venido con orden de devolución, en vez de expulsión. Por eso, algunos nos preguntamos si no será el mismo Gobierno quien ha dado las órdenes de hacer que lleguen en gran número para colapsar los recursos y reforzar la imagen social de rechazo a los y las inmigrantes y sentirse, así, con mas legitimidad para legalizar las devoluciones en caliente [[En diciembre más de 100 entidades de todo el estado presentaron el manifiesto “Frontera Sur ¿Hasta donde están dispuestos a llegar?” exigiendo al gobierno parar la reforma de la ley de extranjería en su pretensión de legalizar las devoluciones en caliente]]. La mayorìa de ellos las han vivido en “carne propia”. Algunos hasta catorce veces.
Sus cuerpos están marcados de cicatrices. Son las huellas de los golpes de las fuerzas de seguridad del Estado, tanto marroquí como español, en absoluta conninvecnia. Sus ojos revelan una tristeza intensa porque han sido testigos de la muerte de algunos de sus compañeros y por la crueldad con que han visto saquear y quemar sus campamentos en el monte Gurugú por las fuerzas auxiliares de Marruecos, que, obedeciendo órdenes inhumanas, ejecutan los acuerdos entre gobiernos en una lógica perversa de la externalización de las fronteras.
Pero sus ojos también brillan de alegría cuando comparten los nombres de las personas que, a lo largo de su travesía, les han ofrecido cobijo, ánimo, cariño, seguridad y les han hecho sentir que la familia puede extenderse más allá del lugar de origen. En casi todos los lugares por donde han ido pasando, junto a la violencia de las leyes y sus gendarmes, han encontrado también el calor y la amistad de gentes que han entrado en complicidad con ellos. Así ha sucedido en Rabat, en Tánger, en Nador, en Melilla, en Algeciras, en Tarifa, en Murcia, en Baena, en Madrid, en…
Su voz se vuelve más ronca al narrar que no hay ninguna valla que pueda parar el hambre, ni los sueños de la gente, ni la projimidad humana. Sus palabras se tornan proféticas cuando explican, inquietas, que lo único que buscan es vivir y que a muchos en Europa les espera algún familiar y que todo sería más fácil si los mecanismos de reagrupación o la política de asilos y visados estuvieran pensados desde el derecho a la vida y a la libre circulación de personas por el mundo y no exclusivamente desde los intereses de una Europa cada vez más cerrada en sí misma, que se ahoga a en su propia crisis por no querer mirar a otros lados.
Pero el amor existe. Lo hemos podido experimentar en el encuentro con ellos en estos dias y en las acogidas y el salir al paso de esta situación de muchas gentes. El amor existe. Coexiste con el mal, la injusticia y la violencia, pero no para legitimarlos ni limitarse a atender las consecuencias de la lógica perversa de la cultura del descarte [[Discurso del papa Francisco a los movimientos populares.]]en nuestro mundo, sino para herirlos y desmantelarlos en su más profunda inhumanidad, denunciándolos a fuerza de desobediencia y transgresión de sus consignas y “mandamientos”. Porque el adverbio preferido del amor no es el sí resignado sino el no desobediente y creativo al que se le hace intolerable la injusticia (I Cor.13). Por eso el amor es también político, porque desinstala, problematiza, subvierte el orden y se traduce en pasión y compromiso por el bien y la dignidad de todos y todas, empezando por los últimos y las últimas (Mt 21,28-32). Sin embargo, la lógica burguesa del capitalismo compasivo [[Es la propuesta que hacen los economistas neoconservadores a la pobreza desde dentro del sistema: la filantropía de los ricos y las obras de caridad a través de fundaciones o donaciones.]] y su introyeción en el corazón humano ha vaciado su carga revolucionaria domesticándolo.
Pero el amor existe y tiene multitud de epifanías: subversivo, resiliente, abriendo espacio y caminos de libertad y projimidad entre leyes injustas que pretenden amordazarlo. A veces clandestino, otras gritando sus motivos en las calles y plazas. Es la luz que aparece en la densidad de la noche. No acaba con ella de repente, pero alumbra el camino, alienta, orienta y empodera con su energía hasta que llegue la aurora definitiva. El amor existe, tiene pies, brazos, manos, inteligencia colectiva y nada ni nadie pude arrancarle su insobornable alegría.