Unas decenas de antiguos discípulos y amigos del cura y periodista donostiarra Manuel de Unciti han estampado su firma en los estatutos de la asociación del mismo nombre. Lo hacen en forma de homenaje y en representación de todos los estudiantes que cursaron periodismo en la madrileña Residencia Azorín, que fundó y dirigió el cura -fallecido hace ahora año y medio- durante casi cuatro décadas, ininterrumpidamente.
El pasado 29 de junio, festividad de San Pedro y San Pablo, Manuel de Unciti y Ayerdi hubiera cumplido 61 años como sacerdote. Los fundadores de la entidad quieren dar continuidad al legado moral e intelectual heredado con tantos proyectos en los que participó Manolo. Nació en San Sebastián el 1 de enero de 1931. Estudió en el seminario de Vitoria y se especializó en misionología en Roma y París. Volvió a España para estudiar en la Escuela de Periodismo. A partir de entonces, dedicó su vida a tres grandes fines: las misiones, la información religiosa y la formación de periodistas cristianos. Fue, durante más de tres décadas, secretario nacional de la Obra Pontificia de San Pedro Apóstol y director de las revistas Pueblos del Tercer Mundo e Illuminare. Fue profesor de deontología profesional y teoría de la comunicación en la Escuela de Periodismo de la Iglesia. Unciti practicó y enseñó un periodismo crítico con los poderes establecidos y profundamente honesto. Fue beligerante con la intolerancia y falta de libertades de los últimos años de la dictadura. Denunció las injusticias y la desigualdad con una mirada siempre misionera. Y, sobre todo, defendió el diálogo intercultural, el libre intercambio de las ideas y del pensamiento y la libertad de conciencia e intelectual.
La constitución de la asociación tuvo lugar en A Coruña el pasado 27 de junio, en el Pazo de Mariñán, con el objetivo de que perdure la memoria y el legado de este maestro de periodistas. La jornada comenzó con una eucaristía cercana y participativa, en el antiguo convento de las Capuchinas, oficiada por el teólogo Andrés Torres Queiruga. Es un filósofo de la religión y miembro de la Real Academia Galega, autor del libro Alguien así es el Dios en quien yo creo (Trotta) y cofundador de la revista Encrucillada. Torres Queiruga fue reprobado por su discurso abierto y firmó en el año 2000 el prólogo del libro de Uniciti Teología en vaqueros (PPC). La misa sirvió para recordar, junto con sus familias, a residentes fallecidos, a los que se les tuvo especialmente presentes en la acción de gracias. Queiruga, que padeció el rigorismo de los cardenales Suquía y Rouco, predicó que a Jesús le preocupaba el sufrimiento, los marginados. Y pidió a los periodistas allí congregados que estén atentos a las personas excluidas. Que usen el periodismo en favor del próximo. «Dar testimonio de la fe por la esperanza humana en una sociedad egoísta, en la que unos acaparan y otros sufren la extrema pobreza», remarcó. Y, citando al papa Francisco, “debemos hacer una catequesis diaria en favor de los que están en las cunetas, a la orilla de todo”.
Tras la celebración tuvo lugar la «solemne» firma del acta fundacional de la asociación. La aprobación de los estatutos de la nueva Asociación Manuel de Unciti se realizó en un salón del soberbio Pazo de Mariñán, una construcción del siglo XVIII tutelada por la Diputación de A Coruña, que circunda las marismas del Mandeo, el río que abraza la ciudad de Betanzos. Entre los fines de la nueva entidad sus fundadores se han propuesto: rendir homenaje a la figura de Manuel de Unciti y Ayerdi, que tanto hizo por la formación integral (humana, profesional y religiosa) de centenares de entonces estudiantes; conservar la memoria de la Residencia Azorín, que él fundó para la formación de periodistas cristianos y que estuvo abierta a lo largo de 40 años; y contribuir con cualquier manifestación artística (periodística, literaria, audiovisual, digital, etc.), a divulgar la figura y obra de Manuel de Unciti y a perpetuar el recuerdo de aquel centro de estudios y convivencia.
De esta forma se dio forma jurídica al espíritu del añorado Manolo, tratando de contagiar tras su muerte los extraordinarios valores aprendidos: calidad humana, una enorme sabiduría, una inagotable vitalidad… Una gran pasión por formar periodistas desde la óptica del humanismo cristiano. Como él mismo destacaba en la homilía de sus bodas de oro como presbítero, en la sede de la Residencia Azorín, en la casa de la calle Rosa Jardón, de Madrid: “No creo que se me tome a mal si, en este momento, hago mías las palabras con las que Jesús de Nazaret inició su cena –la última– con sus amigos y discípulos: ‘He deseado con toda mi alma celebrar esta Pascua con vosotros’. También yo quiero deciros esas mismas palabras a vosotros, mis amigos. Y decíroslas aquí, en esta sala donde hemos compartido durante más de cuatro décadas ideales e ilusiones, sueños y hasta algún que otro fracaso. Donde hemos compartido, sobre todo, horas y jornadas de sincera y clara amistad. Y donde nos hemos ido forjando interior o espiritualmente para contribuir del mejor modo posible a la construcción de un mundo nuevo –el querido y soñado por Jesús– en el que reine la libertad, la justicia, la paz y la fraternidad».