Cometer un crimen, asesinar, matar a una persona, etc. son expresiones que nos entroncan de manera directa con el quinto mandamiento de la Ley de Dios (no me canso de repetir que equivale a decir con la Ley Natural). La vida es personal e intransferible, lo cual quiere decir que nadie debe provocar el más mínimo daño a la mía ni yo a la de los demás. Tengo la total convicción de que, cuando hablamos de la vida en su sentido físico, que es a lo que aluden más o menos las expresiones que acabo de mencionar, nadie tiene la más mínima duda de que es así; es decir, la vidas de todas y cada una de las personas son intocables.
No sería del todo justo o, para ser más exactos, sería demasiado parcial que entendiéramos el hecho de hacer daño a la vida de una persona, pudiendo llegar al extremo de quitársela por medio de la muerte, solo de manera física, sirviéndonos para ello de algún instrumento material. Esto significaría para mí estar ante una moral estricta a todas luces, por lo menos por lo que a la letra se refiere. Quiero recordar solamente de pasada dos temas bastante polémicos por parte de diversos sectores de la sociedad, de los cuales uno muy en concreto por parte de la Iglesia, como es el caso del aborto; el otro sería el de la pena de muerte. No pretendo entrar en absoluto en la polémica que ambos han generado, sobre todo por lo que a uno de ellos se refiere. Los he traído a colación sencillamente porque, según con cuál de los dos sectores hables, el hecho de matar es más que evidente y el crimen estaría servido. En cuanto al otro piensan que podría llegar a tener algún tipo de justificación en algunos casos. Pero insisto una vez más: no es éste el tema que me ocupa en estos momentos.
¿Se puede llegar a matar de otras maneras que no sea solamente la física? Evidentemente que sí. No olvidemos que la persona es un todo compacto, lo cual quiere decir que a una persona se la puede llegar a hacer un daño inmenso psicológicamente, incluso hasta el extremo de anularla por completo, que en caso de ser físicamente estaríamos hablando de matar. Las formas de anulación pueden ser muy diversas: desde el atontamiento personal hasta el arrinconamiento, al cual se le puede llegar a someter a alguien, siguiendo cauces diversos. Por lo que hace referencia a lo primero, vivimos momentos en que nuestra integridad mental está demasiado mermada, lo que equivaldría a decir que no tenemos la integridad que nos correspondería. La uniformidad en cuanto al pensamiento y a la manera de actuar, reaccionar y movernos son demasiado patentes, hasta el punto de que psíquicamente somos hombres y mujeres “troceados”. Si hablamos de arrinconar, me viene a la mente el silencio al cual han sido sometidos en algunos momentos hombres y mujeres por discrepar con el pensamiento establecido por los mandatarios o jerarcas de turno. Cuando hablamos de censuras, sean del tipo que fueren, estamos despojando a las personas sometidas a las mismas de un derecho tan fundamental como es el de poder pensar libremente, sin que nadie les obligue o les fuerce. Pues bien, esto es una manera clara y evidente de quitar vida o, en el mejor de los casos, de disminuirla.
Permitidme que ponga encima de la mesa a todas aquellas personas que gritan hasta desgañitarse defendiendo el derecho a la vida; vaya, los antiabortistas. Sin pretender hacer ningún juicio sobre su actitud ni menoscabar su pensamiento, yo me pregunto si no significa también matar o, por lo menos, lesionar a alguien, cuando -una vez nacido- le negamos la dignidad más elemental en cuanto al vivir se refiere, traducido, por ejemplo, en alimentación, educación, sanidad, etc. Me refiero, sencillamente, a las condiciones mínimas de vida; y, por cierto, nunca mejor dicho: “condiciones de vida”, que, en caso contrario, sería algo más parecido a la muerte.
Vemos, pues, cómo la letra no basta solamente en este y en otros casos. Pero, no sé por qué, tengo la impresión de que en éste se nos pueda ir más fácilmente de las manos.
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