Un cartel de lujo para una teología desde el Sur

Foto. Luis A. Aguilar.

En el último fin de semana de noviembre, en la costera playa del Morche (Málaga) ha tenido lugar la XVI edición de la Semana Andaluza de Teología –SEANTE- que contó con la participación de más de 300 creyentes y la intervención de tres grandes teólogos y una gran teóloga “en la frontera”, que están más dentro y en total sintonía con el Evangelio que viven y predican de lo que una jerarquía trasnochada y sin credibilidad les quiere colocar: Juan Masiá, Pepa Torres, Ximo Gª Roca y Joseba Arregi.

Difícil narrar en poco más de mil palabras tanta vivencia, ponencia y ciencia. Porque, desde que en 1980 se creara la SEANTE para reflexionar desde la fe en un espacio plural y abierto hasta hoy, han sido 32 los años en que se ha puesto de manifiesto cómo la fe cristiana posee una inevitable dimensión social y pública de la que surge una inexcusable inercia hacia el compromiso ético, social y político desde las víctimas. El lema de este año no podía ser más adecuado en estos tiempos revueltos de desahucios y paraísos fiscales: “¿Quién es mi prójimo? Compasión, Ética y Política”.

Como quiera que ya remito a extensas crónicas y que las ponencias completas estarán en la web de la SEANTE http://seante.org.es, me limitaré a destacar a modo de titulares algunas de las ideas centrales de cada ponencia, no sin antes señalar, a modo de curiosidad, cómo al igual que en Madrid la Asociación de Teólogos Juan XXIII lleva muchos años celebrando su conocido congreso de teología en los salones de CCOO, aquí en Málaga esa mayoría de andaluces y andaluzas, junto a la gente venida de Madrid, Barcelona, Valencia, Albacete, Murcia o hasta del extranjero, se costea la estancia en dos sencillos hoteles en Torrox Costa que, ya fuera de temporada, ofrecen la austeridad y medios adecuados que estas semanas precisan.

Esteban Tabares enfatizaba en la presentación: “Hemos comprendido que el cristianismo no es una religión exotérica y evasiva, ni tampoco una oferta de autorrealización puramente interior. Para nosotros lo de Jesús de Nazaret consiste en un movimiento profético que lleva consigo la esperanza y el impulso de una nueva sociedad con unos valores alternativos a los dominantes”.

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Recién llegado desde Japón, donde quedó “extraditado” el teólogo y jesuita murciano, experto en bioética, Juan Masiá Clavel habló sobre “Lo que nos hace humanos: ¿Ética o Barbarie? Por una ética política que busca la justicia” y me gustaron especialmente estas sentencias de que “La censura debe pasar a la historia; que no pueden imponer al público creyente lo que debe pensar sin pensar o que se puede y debe disentir y discrepar “en” la Iglesia, sin que eso signifique ser “disidente de” la Iglesia.

El sociólogo y teólogo valenciano Joaquín García Roca “Ximo” habló sobre “Ciudadanía plural, laicidad y ética compasiva”. Empezó aclarando esa curiosa y polémica definición de cura “in partibus infidelium”. Después siguió el símil del “naufragio colectivo” en el que nos hemos sumido y la necesaria construcción de la ciudadanía como “uno de los procesos más potentes que ha vivido la humanidad”. También recomendó “recuperar al Cristo de la ternura y de la dulzura, porque nos tienen que interesar no sólo la justicia, sino también la amabilidad y la bondad”.

La teóloga y religiosa madrileña María José Torres, encargada del “Cuando la víctima se hace prójimo”, reivindicaba la íntima unión entre el amor a Dios y al prójimo: “Lo más plenamente humano es lo más plenamente divino” y “practicar la justicia es introducirnos en Dios”, porque “la fe y la justicia son dos caras de la misma moneda”. Para ella, “Dios tiene entrañas de madre y se conmueve por sus hijos más malditos”.

Finalmente, no crean que ese “franciscano de corazón que alimenta la mística de la resistencia activa”, con su habitual y pacífica sonrisa, llamado José Arregi fue blando. “Necesitamos una revolución espiritual y sabiduría para ser más felices con menos”. “No basta indignarse y denunciar; es preciso abrir espacios a la osadía”. “El Evangelio es, para el rico, la oportunidad de ser más dichoso por la solidaridad que por la posesión”.

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Aunque no sea muy ortodoxo, quiero acabar mencionando a dos tipos muy especiales que, como los cuatro ponentes citados, vivieron el evento desde dentro los tres días. El primero, el teólogo cordobés Jesús Peláez, que desde Ediciones El Almendro, tan en crisis como miles de empresas, optó por regalar cientos de libros “que pese a estar descatalogados, aún pueden servir a las comunidades”. Las bienaventuranzas o Jesús como maestro, no son cualquier desecho.

Y el segundo, el teólogo, sociólogo y periodista José Manuel Vidal, quien, probablemente impresionado por lo allí vivido, publicó ocho crónicas del evento que recomiendo especialmente y que pueden encontrarse en el medio que él dirige, Religión Digital o ya recopiladas en el blog de este infrascrito. Nunca antes he podido leer tan precisas y exhaustivas informaciones, tan acertados análisis y tan honestas confesiones, cuando de la Iglesia de base se trata. Y como las suscribo y me gustaron, termino con frases suyas que yo, desde dentro, no podría escribir:

“La Iglesia de base goza de buena salud”, “Aquí rezan, se animan, conviven y reflexionan juntos sobre los grandes retos actuales de la fe. Y lo hacen sin complejos y sin estridencias. En un clima de serenidad. No se oyen soflamas contra la institución o la jerarquía. Aunque les duele una Iglesia enrocada, aliada con el poder, casada con el sistema, sin capacidad de reacción, que no conecta con los jóvenes, sigue marginando a las mujeres y está perdiendo el tren de la credibilidad social. Hace tiempo que han dejado la antigua dinámica del enfrentamiento, acoso y derribo a la institución. Están en la construcción de un mundo mejor -el Reino- y sin mirarse al ombligo institucional. Sin perder el tiempo en cambios de estructuras eclesiales, que se les antojan imposibles, porque la Iglesia involuciona a marchas forzadas, intentan ser, en nombre de su fe, samaritanos compasivos e impulsores de una nueva sociedad, del Reino de Cristo”. ¡Qué Dios le oiga!

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