Comienzo este año 2011 estrenando este espacio que he titulado “Desde la mecedora violeta”.
¿Por qué este titulo? Cuando lo pensé, yo tenía claro lo que me evocaba, pero fui preguntando a amigas y amigos y todos fueron coincidiendo:
Mecedora: placidez, descanso, madurez, serenidad, tranquilidad…
La mecedora tiene también un cierto sentido universal. La tenemos en España, supongo que en Europa, pero también me la he encontrado en los pueblos de América Latina, en algunos países de Asía (como Filipinas o India) y también en algunos otros de África. Cambian los materiales. Aunque predomina la madera, la podemos encontrar de mimbre o con hilos de plástico trenzado. Es, con distintos nombres y materiales, un elemento bastante universal.
La mecedora tiene también algo de transgeneracional. Aunque es cierto que poca gente joven vemos sentadas en ellos placidamente, sí vemos personas de edad más madura y sobre todo aquellas y aquellos que han cumplido ya años como para considerarse de la tercera edad. Pues esto es lo que esta columna quiere ser: una mirada serena, tranquila, sobre las distintas realidades de este mundo global. Y una mirada desde una cierta madurez que da los años y la vida vivida.
Y por qué la mecedora es violeta, que bien es cierto que esto es un poco raro. Pues porque esta mirada al mundo me gustaría que fuese una mirada feminista, que sea una mirada en la que claramente se diferencie una mirada de mujer. Y “el violeta es el color del feminismo. Nadie sabe muy bien por qué. “La leyenda cuenta que se adoptó en honor a las 129 mujeres que murieron en una fábrica textil de Estados Unidos en 1908 cuando el empresario, ante la huelga de las trabajadoras, prendió fuego a la empresa con todas las mujeres dentro. Ésta es la versión más aceptada sobre los orígenes de la celebración del 8 de marzo como Día Internacional de las Mujeres. En esa misma leyenda se relata que las telas sobre las que estaban trabajando las obreras eran de color violeta. Las más poéticas aseguran que era el humo que salía de la fábrica -y se podía ver a kilómetros de distancia- el que tenía ese color. El incendio de la fábrica textil Cotton de Nueva York y el color de las telas forman parte de la mitología del feminismo más que de su historia, pero tanto el color como la fecha son compartidos por las feministas de todo el mundo”. (Nuria Varela, 2008).
Sea leyenda o realidad, me gusta adoptar este color, aunque no sea más que nombrándolo, a causa del blanco y negro de alandar. Es el color de unas mujeres que no quisieron ser sumisas, obedientes, que lucharon por sus derechos y esto les costó la vida.
En estos últimos tiempos la realidad de la mujer ha conseguido grandes avances, en muchos aspectos y en algunos países, aunque no en todos. Pero queda mucho por hacer para poder situarnos en igualdad con los varones. Y sobre todo queda mucho, todo, por hacer en esta Iglesia nuestra, en la que nos tienen relegadas a un papel totalmente secundario donde la voz y la decisión esta en el poder de los varones. Pues a partir de ahora quiero mirar toda esta realidad desde mi mecedora violeta.