A los que vivimos en el norte del mundo, los del 20% rico, aunque sepamos que el agua dulce es un lujo para la humanidad, no nos escandaliza usar una media de diez litros de agua potable para limpiar el WC todas las veces que vamos a hacer nuestras necesidades. Es más, nos reímos cuando un presidente de gobierno inglés invitó a no tirar la cadena todas las veces si no es estrictamente necesario.
El privilegio del WC
Y, en cambio, es importante saber que lo nuestro es un privilegio (y una injusticia) porque 2.600 millones de personas del mundo no acceden a ningún tipo de servicio higiénico. Cuatro de cada diez personas no tiene ninguna letrina, ni baño, ni caseta o cubo. Nada. Defecan en las vías del tren, en los ríos, en los campos, los bosques, las favelas. Las mujeres se levantan a las cuatro de la mañana para tener un poco de intimidad y van en grupo para evitar ser violadas. Cuatro de cada diez personas viven rodeadas de excrementos humanos. El precio que se paga en enfermedades es increíble: un gramo de heces puede contener diez millones de virus, un millón de bacterias, mil quistes parásitos y huevos huevos de gusanos. La falta de alcantarillado, las condiciones higiénicas inadecuadas y el agua contaminada causan una décima parte de las enfermedades mundiales y son los niños los más afectados. Los expertos hablan de enfermedades generadas por el agua, pero es un eufemismo. En realidad están causadas por la mierda (con perdón).
En los países ricos hemos resuelto el problema con el alcantarillado, o sea, escondiendo y alejando el problema, pues muchas ciudades y pueblos descargan sus residuos directamente en lagos, ríos y mares, sin que siempre pasen por la más mínima depuración de las aguas. En algunos países, como Alemania, se estudian sistemas de depuración tales que devuelvan el agua a los ríos y mares limpia como en el origen. Pero para hacer esto tenemos que cambiar nuestra mentalidad de usar y tirar por la mentalidad de “interdependencia circular”.
Los baños secos en Bolivia
En el sur del mundo, el problema es tan dramático que a menudo en muchos valles la población se enferma debido a las heces de los pueblos que defecan en el río común. Este es el caso del río San Isidro, en el maravilloso valle del Chamboró, en Bolivia. Pero es ahí donde Urbelinda Ferrufino, una mujer fuerte, con su asociación Ecologista del Oriente (ASEO), promueve desde hace años la construcción de Baños Secos para trescientas familias. Se trata de un tipo de servicio higiénico doméstico que funciona sin agua y que permite separar las heces líquidas de las sólidas para producir compost, que luego es utilizado como abono de altísima calidad para la agricultura, además de producir una entrada económica a la familia.
Los baños secos, con un costo reducido, son una interesantísima solución que permite alcanzar algunos resultados interesantes: evitar la contaminación del río, evitar el desperdicio de agua dulce, evitar el desperdicio de nutrientes utilizables para enriquecer el suelo. Acceder a la higiene personal sin riesgo y sin ensuciar el entorno. Yo me he quedado alucinada cuando he tocado y olido el humus producido en estos baños secos: ¡era tierra!
Y, aunque nos parezca que esta idea es válida sólo para los países pobres que no tienen alcantarillado, cada vez más gente se interesa por ella en el norte del mundo y hoy es posible encontrar baños secos en Europa, Australia y Estados Unidos. Se llaman Compost Toilet y en Internet se encuentran incluso las instrucciones para construirlos y vídeos demostrativos.