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«En el nombre de Dios, el Clemente, el Misericordioso”
Jesús-María en Tánger. Desde el 30 de agosto de 2009 está presente una pequeña comunidad en esta tierra, hasta el momento desconocida para nosotras. En pocos años, muchos cambios, mucho movimiento, mucha vida…
En la actualidad somos una comunidad de tres religiosas. Nos dedicamos, fundamentalmente, a la protección y educación de los niños y niñas más desfavorecidos.
Continuamos con una de las obras que las Hijas de la Caridad (la comunidad anterior a nuestra llegada) gestionaba entre muchas otras: una guardería que hoy continúa en marcha con la misma ilusión y un poco más de nuestro estilo. A ella acuden aproximadamente entre ochenta y noventa niños, la mayoría del barrio y en situación de vulnerabilidad social, escasos recursos económicos, muchos de ellos hijos de madres solteras. Aquí aprenden hábitos de higiene y educativos que les servirán para su incorporación a la escuela. Además, desayunan, comen, meriendan, juegan, aprenden valores (y aprendemos de ellos), comienzan a aprender suras del Corán y a recitarlo… Disfrutan, crecen, conviven con diferentes niños, alguno sordo, alguno refugiado provenientes, de países subsaharianos. Mientras, sus madres, pueden tener una jornada de trabajo, para poder salir adelante.
A los pocos meses de nuestra llegada, a comienzo de 2010, tuvimos interés en conocer lo que hacían otros proyectos de Iglesia, estatales, de asociaciones marroquíes y ONGD españolas, francesas, etc. Una de las cosas que nos llamó la atención fue la falta de recursos para niñas en situación de riesgo, que necesitarán protección, educación, etc. Pensamos: “¡Por una vez no son las mujeres (niñas) las que protagonizan el drama de “los niños del puerto”, del “pegamento”, “de la calle”…!” Pero no, también las niñas, aunque invisibles por otros motivos (ser petites bonnes, empleadas domésticas u otros) son víctimas de esta realidad, que en puentes y temporadas de vacaciones se conjugan en el zoco con los grupos de turistas que cruzan los catorce kilómetros que separa Tánger de Tarifa (¡tan cerca y tan lejos!).
La comunidad fue dejando que lo que íbamos conociendo nos fuera, de alguna manera, transformando por dentro y creciera el interés por saber más no sólo de lo que veíamos y nos contaban, sino también de lo que no veíamos: recursos para niñas que dieran respuesta a lo que nos planteaban como una necesidad urgente. Así nació Dar Tika (Casa de la Confianza), después de un proceso de dos años de intuiciones, ensayos, errores y deseos. Un tiempo duro y de lucha con ritmos distintos (culturales, con nosotras mismas, congregacionales, “contextuales”). Pero un tiempo bien bonito, porque es inevitable recordar con el corazón bien agradecido tantos gestos de apoyo, ánimo y ayuda recibidos de gente “de aquí” y “de allí”: para nosotras, héroes anónimos.
Ahora, en diciembre de 2014, Dar Tika ha cumplido tres años. Tiene como objetivo ofrecer protección, acogida y educación integral a las niñas víctimas de cualquier tipo de explotación, violencia y/o abandono, con edades comprendidas entre los seis y los catorce años. La mayoría de ellas provienen de la calle, con lo que la regularización de su situación y escolarización son unas de las primeras labores que se realizan, así se les da identidad y se hacen visibles a la sociedad. La intención última es su reinserción, a poder ser, de nuevo en su familia y, si no es posible, en otros centros que garanticen su protección y educación a partir de los 15 años. ¿Por qué el nombre de Dar Tika, Casa de Confianza? Porque, al igual que nuestra fundadora, Claudina Thèvenet, confiamos en que de cada niña saldrá lo mejor.
¿Qué hacemos las RJM en Tánger? Nada especial. Nada que no se haga en tantos centros educativos infantiles o en casas de familia de niños acogidos en España y el resto del mundo.
Habrá a quien le pueda parecer valiente o difícil compartir la vida y misión, en un contexto tan diferente (idioma, cultura, religión); a alguien le puede parecer extraña la presencia de las comunidades religiosas que están tan contentas de estar aquí; puede que algunas personas no entiendan qué hacemos aquí (con la necesidad que hay en los centros de España).
A quien lo pueda valorar le decimos que es un regalo, no un mérito. A quien se pregunte, “que venga y vea”. ¡No a nosotras! Puede ver con qué sentido, profundo respeto y entrega, viven las hermanas adoratrices, la comunidad de carmelitas descalzas, las misioneras de la caridad, las carmelitas de la caridad vedrunas, los franciscanos de la cruz Blanca, los franciscanos, las franciscanas misioneras, los cooperantes de Claret, los institutos “Vita et Pax” y “Pro Ecclesia”…
Creo que aquí tenemos una profunda sensación de ser nosotras las acogidas. Acogidas por un pueblo especialmente acogedor. En todo caso, somos nosotras las “extrañas”. Por eso, vivir en minoría (esa que a tantos les preocupa en las iglesias, seminarios, noviciados…) nos debe hacer más humildes y respetuosos. Creo que, durante la mayor parte del tiempo, en el día a día, se nos “olvida” que vivimos en un pueblo musulmán: vivimos con ellos, trabajamos con ellos… ¿Qué empeño en definir, en establecer diferencias, en dejar claro quién tiene la verdad y quién está equivocado, en…? Como dice la frase que ronda en algunos muros de Facebook. “¡No tengas miedo a abrir tu mente, tu cerebro no va a salir volando!”
Doy gracias por toda la gente buena que me he encontrado a lo largo de estos cinco años y pico. La mayoría marroquíes, hombres y mujeres de Dios, de Alláh, que buscan y trabajan por mejorar su entorno, por mejorar las condiciones de tantos niños y niñas, madres solteras, mujeres, emigrantes, discapacitados… Quizá digo una barbaridad, pero estoy convencida de que no es necesaria una preparación teológica, intercultural ni interreligiosa para vivir aquí. Quizá con menos prejuicios y más apertura sea suficiente. Con no creer que tenemos la exclusividad de un Dios que es el Dios de todos los que lo buscan con sincero corazón (lo llamen como lo llamen).
Termino tomando prestada la frase a Phil Jackson a modo de deseo para mí, mi comunidad y la Iglesia: “Siempre mantén la mente abierta y un corazón compasivo”.
Salam.
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