Foto: AOL.El pasado mes de julio los legisladores argentinos debatieron la posibilidad de promulgar una ley para que personas del mismo sexo, a través del matrimonio o la unión civil, puedan tener idénticos derechos que una pareja heterosexual. Esta discusión parlamentaria creó una gran controversia dentro del cristianismo ya que, por ejemplo, el Catecismo de la Iglesia Católica plantea que “en ningún caso puede aprobarse la homosexualidad, ya que la misma es una grave depravación que conlleva la práctica de actos intrínsecamente desordenados que, siendo contrarios a la ley natural, cierran la sexualidad al don de la vida y no proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual”.
En este mismo sentido el Arzobispo de Buenos Aires y Primado de la Argentina, Cardenal Jorge Mario Bergoglio, afirmó que “el proyecto de ley sobre matrimonio de personas del mismo sexo, además de herir gravemente a la familia, pretende destruir el plan de Dios que está grabado en nuestros corazones” y, por estos motivos, el pueblo argentino debe recordarle a “los legisladores lo que Dios mismo dijo a su pueblo en un momento de mucha angustia: ‘esta guerra no es vuestra sino de Dios’. Que ellos nos socorran, defiendan y acompañen en esta guerra de Dios”.
En disidencia con esta postura, el Grupo Sacerdotal Enrique Angelelli de la Argentina, creyendo que “no siempre las opiniones de la Iglesia oficial coinciden con el Evangelio, el cual no es un código de moral; por lo cual, citar textos aislados para condenar la homosexualidad es un fundamentalismo anacrónico incapaz de entender los textos en su lugar histórico particular”, sostiene que “Jesús nunca fijó una doctrina cerrada sobre el matrimonio ni jamás condenó ni mencionó la homosexualidad, la cual es una manera distinta de vivir la sexualidad y el amor, no una rareza o una enfermedad, y citar a la “ley natural” para oponerse a esta legislación es sólo una posición fijista de la realidad pretendida como “natural” sin entender los complejos procesos culturales”.
De igual forma, un grupo de curas de la Diócesis de Quilmes de la Argentina, “frente a actitudes verdaderamente dignas de las peores Cruzadas movidas por preocupantes fundamentalismos bíblicos”, se preguntó si se puede seguir afirmando que la homosexualidad es una ‘enfermedad’ y condenar tal identidad y sus eventuales derechos civiles.
Nuevos excluidos
Por otro lado, son millones los argentinos que comprenden que los legisladores de su país deben hacer caso omiso a los dichos de la jerarquía católica y promulgar la ley de matrimonio o unión civil para personas del mismo sexo ya que entienden que, como lo sostuvo el teólogo Leonardo Boff, “nadie puede negar que entre dos personas puede existir amor, el cual es algo misterioso porque tiene que ver con Dios. Y, mientras que el Estado laico se debe preocupar en regular esas relaciones en términos legales, el Pueblo de Dios debe estar con los homosexuales desmontando históricos mecanismos de marginación o prejuicios”.
Y, por último, entendiendo que en el debate sobre la homosexualidad se encuentra uno de los tantos signos de nuestro tiempo que debe ser discernido a través de las palabras de Jesús que anunció el Reino de Liberación para todas las personas de buen corazón, son millones los cristianos que plantean que hoy en día realizar una opción preferencial por los pobres implica estar junto a los ‘nuevos excluidos’ de nuestras sociedades entre quienes –por ejemplo– se encuentran los homosexuales, que suelen ser rechazados por la sociedad, discriminados en la ley y segregados de la religión.
Una opción cristiana por la libre elección sexual
Se puede ser homosexual, pero no por ello, tener la necesidad de casarse. ¿Por qué los homosexuales quieren asemejarse a un matrimonio? Es lógico que los que estamos casados con una persona de distinto sexo nos manifestemos en contra, porque el matrimonio es por definición una unión entre un hombre y una mujer. Al igual que el futbol es un deporte distinto del tenis, los tenistas se sentirían mal si a los futbolistas se le aplicasen los derechos (supuestos derechos) que tienen los tenistas.
Además el principal problema radica en que la elección libre no es un derecho. Me explico, yo por mucho que elija ser modelo, no tengo el derecho a serlo porque soy gordo y calvo. No se puede legislar a favor de los gordos y calvos para ser modelos, por el simple hecho de que haya muchos gordos y calvos que lo deseen. Se quejarían con toda la razón del mundo los modelos profesionales que se verían discriminados por una ley, aparte de las empresas publicitarias que intentarían a toda costa no contratar a los gordos calvos. Es decir intentarían no cumplr una ley injusta. Es lo mismo que los matrimonios forzados de personas del mismo sexo.
Una opción cristiana por la libre elección sexual
Opino justo lo contrario a Arturo. Me parece que el matrimonio entre personas del mismo sexo otorga, por fin, los derechos que se merecen como seres humanos y como ciudadanos a las personas homosexuales. Algo tan simple como tener una pensión de viudedad cuando la pareja fallece o los derechos de usufructo de la vivienda. Derechos objetivos que plasman en la ley una realidad, como es la de que muchas personas conviven y tienen un proyecto de vida como alguien de su mismo sexo y esa convivencia ha de estar protegida de la misma manera que la de un hombre y una mujer.
Y, por cierto, ójala muchos gordos y calvos fueran modelos… igual el mundo sería un poco más feliz.