Seguimos con los artículos destinados a celebrar la vida de Arcadi Oliveres. El pasado mes de febrero la sede de Lafede.cat, la Federación Catalana de ONG, se rebautizó como Espacio Arcadi Oliveres-Casa de la justicia global. De esta manera la federación se sumó a los homenajes en vida que él deseaba. Como nos cuenta Montse Santolino, responsable de comunicación de la Federación, para todo el equipo humano que lo hizo posible ha sido un auténtico privilegio haber organizado uno de los últimos actos públicos de su vida, y saber que este reconocimiento le hizo muy feliz.

Sin Arcadi y los activistas que lo acompañaron en los años 70 y 80, ni las ONG ni los movimientos sociales catalanes serían hoy como son. En su caso no solo lo hemos admirado, sino que le hemos querido porque era próximo y acogedor. Conociendo a miles de personas, preguntaba su nombre a todo el que se le acercaba con algún comentario o petición, y si lo veías por segunda vez, lo recordaba.
Arcadi persistió en su compromiso hasta prácticamente el momento de su muerte, y ha sido, a lo largo de los años, un ejemplo de generosidad, humildad y coherencia. Lo que sentimos cuando supimos de su enfermedad terminal fue un inmenso agradecimiento y que teníamos una deuda pendiente con él.
Ha tenido un papel determinante en la formación de generaciones de profesionales y activistas sociales, pero también mucha influencia en la manera de impulsar y trabajar las causas sociales, así como en el nacimiento de las políticas catalanas de paz y cooperación al desarrollo.
Durante toda su trayectoria combinó el trabajo de investigación, reflexión y concienciación con la creación de entidades, redes y plataformas de coordinación, y siempre lo hizo con una mirada internacional e internacionalista. A principios de los años 80 trabajó codo a codo con Joan Gomis, artífice de la creación de las tres federaciones históricas de ONG: la de paz, la de cooperación y la de derechos humanos.
Sin Arcadi y los activistas que lo acompañaron en los años 70 y 80, ni las ONG ni los movimientos sociales catalanes serían como son
Gomis y Oliveres, que aprendieron a apelar a Naciones Unidas en su lucha antifranquista, siguieron pendientes de sus resoluciones y prácticamente en el inicio de la democracia hicieron los primeros cálculos del 0’7, en un Estado español que hasta entonces había sido receptor de ayuda externa. Empezaron con las primeras campañas de concienciación sobre el 0’7 una década antes de las acampadas que dieron lugar al crecimiento exponencial del movimiento de solidaridad internacional.
En 1985 convencieron al presidente de la Generalitat, Jordi Pujol, de que debía dedicar fondos a una campaña de emergencia humanitaria en Etiopía. Aunque la ley de cooperación catalana no se aprobó hasta el 2001 y hasta el 2003 no nació la Agencia Catalana de Cooperación, esa sería la primera partida de cooperación. El hambre en el mundo fue una de sus preocupaciones permanentes y desde hace años repetía que el 0’7, aunque útil para la sensibilización, ya no era, ni mucho menos, suficiente.
De la misma manera, y paralelamente, Arcadi impulsó muchas iniciativas del movimiento antimilitarista en los 80: las campañas de objeción fiscal y contra la OTAN, la campaña contra la ley de objeción de conciencia y en apoyo a la insumisión, y participó en la creación de la Universidad Internacional de la Paz, en la introducción en Catalunya de las Brigadas Internacionales de Paz, y en la creación de la Red Europea contra el comercio de armas.
Presidió la Federación Catalana de ONG de Paz, y después fue también presidente del Consell Català de Foment de la Pau, el organismo consultivo especializado del gobierno catalán. Siempre estuvo al pie del cañón en las movilizaciones contra la guerra, otra de sus grandes obsesiones.
Su legado se resume en algunas cosas fundamentales: tenemos que destruir el capitalismo, origen de toda desigualdad estructural
Todo su activismo no se limitó a Catalunya, como bien saben activistas de todo el Estado del movimiento por la paz, los insumisos o las organizaciones de cooperación.. Con Arcadi se podía contar siempre. Gran viajero, acudía a la llamada, ya fuera para acompañar una acción o para una charla.
Permanentemente actualizado, crítico y curioso, nunca dejó de descubrir organizaciones, campañas y causas. Con el nacimiento del movimiento altermundista, fue referente obligado cuando los temas económicos se convirtieron en la agenda de los movimientos sociales (los organismos económicos y financieros internacionales, la deuda externa, la Tasa Tobin).
Formó parte de todas las delegaciones catalanas en los foros sociales mundiales. Siempre atento a dónde se debía estar, en el 2001 acompañó a los primeros inmigrantes que se encerraron en iglesias y en las plazas del 15M volvió a ser una de las voces más escuchadas. La voz que todas las nuevas generaciones de activistas descubrían. Nuestro patrimonio colectivo.

Aunque en su despedida ha recibido el reconocimiento de amplios sectores de la sociedad, su discurso no era en absoluto complaciente y denunciaba abiertamente desde la monarquía a los principales bancos del país por su complicidad en la venta de armas.
Su legado es inmenso, pero se resume en algunas pocas cosas fundamentales: tenemos que destruir el capitalismo, origen de toda desigualdad estructural, y cambiar el orden global; tenemos que avanzar en la construcción de alternativas, y tenemos que hacerlo desde la ética y la política de la noviolencia, buscando la coherencia a nivel individual (cómo ahorramos, cómo consumimos, cómo nos informarnos), y colectivo.
En su última intervención en la sala de actos de la federación nos deseó una larga vida y suerte para seguir trabajando de manera colectiva, y para que los propósitos de las entidades siguieran vivos. Tal y como le hicimos saber, poner su nombre en la entrada de nuestra sede es por supuesto un homenaje al amigo, maestro y referente pero, sobre todo, una manera de mantener viva su memoria y su compromiso con la justicia global.
“No perdáis nunca la esperanza” ha repetido, una y otra vez, en sus dos meses de funeral público y compartido. Y ese eco resonará a partir de ahora y siempre en nuestra organización.
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