Carta abierta al nuevo arzobispo de Chicago, Blase Cupich

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Blase Cupich, nombrado recientemente arzobispo de ChicagoQuerido Arzobispo electo Cupich,

Coma en un Burger King. Usted solo. En ropa de calle. Si quiere llegar a saber cómo es Chicago y alguno de quienes viven aquí, vaya a un Burger king en la Avenida Lawrence, junto a la Avenida Western. Y, mientras se está comiendo su whopper, mire a la familia méxico-estadounidense que debe estar comiendo allí.

El padre acaba de salir del trabajo, puede ver el cansancio en él. Tiene algún trabajo de baja categoría, en una fábrica o como un conductor de autobús o quizá en la cocina de otro Burger King. Todos esos son trabajos sin mucha dignidad en nuestra cultura, pero, junto a su familia, él mantiene la cabeza alta y sus hijos charlan con él con gran amor y respeto.

Escuche a los dos serbios canos de barba y cabeza. A menos que sea usted políglota no será capaz de adivinar lo que están diciendo. Pero podrá ver que tienen fuerte el carácter. Mire al anciano con corbata, camisa blanca y un traje oscuro. Él siempre se sienta solo en una de las mesitas junto a la pared y hace un crucigrama.

Si observa con más atención a su alrededor, podrá ver algunos asiático-estadounidenses, un hombre sin hogar roncando frente a una taza de café frío medio vacía, afro-estadounidenses, al menos una persona en traje con un portátil y un teléfono móvil usando ambos como una oficina, jóvenes con tatuajes, mujeres con peinados poco habituales y quizá algunos yuppies.

Arzobispo electo, hace 32 años mi amigo Tim Unsworth escribió una carta abierta de consejo a uno de sus predecesores, Joseph Bernadin, que fue publicada en el National Catholic Reporter. En este escrito yo seguiré sus huellas.

Tim, que murió en 2008, comenzó su carta a Bernardin invitándolo a comer en un supermercado local, como el obispo episcopaliano solía hacer. Por mi experiencia, creo que Chicago es una ciudad mucho más de Burger King que de restaurantes de supermercado. Para empezar, podrá ver un amplio rango de clases económicas y un caleidoscopio de etnias y nacionalidades en un Burger King. Además, hay muchos más sitios de comida rápida en Chicago y sus alrededores que restaurantes de supermercado.

Algunas de las personas que verá en un Burger King pueden ser católicas. Otras no. Pero eso no debería importar. Llegando a Chicago deberá comprender que, como un arzobispo católico (y más tarde cardenal), será el líder religioso más importante en una de las regiones metropolitanas más importantes del mundo.

Para asegurarnos, cuando usted hable, estará hablando como un católico. Sus palabras e ideas vendrán de la tradición católica y su conjunto de creencias. Aun así, de manera objetiva, usted será la voz de todos los creyentes de la región de Chicago. Tendrá un púlpito desde donde comentar los asuntos locales, nacionales o mundiales desde la perspectiva de la fe en Dios. Tendrá la oportunidad directa de hablar con el poder, de hablar en nombre de la ética y la moral a una cultura estadounidense que, en muchos sentidos, pregona egoísmo y, con frecuencia, niega (o por lo menos ignora) la justicia.

Es una gran responsabilidad y aquí tiene un pequeño consejo: coja una página del libro del papa Francisco y actúe como un sirviente en vez de como un gruñón. Su trabajo, como yo lo veo, es ser un pastor y un maestro, no ser un encargado de guardar la disciplina. Ya hemos tenido suficientes reprimendas.

No quiero decir que los católicos de Chicago y el resto de los habitantes de Chicago sean perfectos. Ni mucho menos. Lo que estoy diciendo es que necesitamos de usted que señale nuestras debilidades, pero encontrando maneras de hacerlo con gentileza y animándonos. Como un padre, no como un severo sargento.

Ha habido muchas amenazas por parte de la jerarquía en las últimas tres décadas. Muchos obispos católicos han dado la impresión de que cerraban las puertas de las iglesias de inmediato a cualquiera que no siguiese la línea en cualquier asunto doctrinal concreto que ellos sintieran que les agobiaba. Habían cerrado sus oídos a debatir. ¡Como si el Espíritu Santo no se moviera en absoluto en nosotros!

No estoy diciendo que ceda ante cualquier grupo de interés. Estoy diciendo: escuche. Escuchar no cuesta nada. No requiere que se comprometa con nada. Todo lo que tiene que hacer es abrir sus oídos y escuchar las ideas y esperanzas, el dolor, los gozos y las confusiones de su gente. Todos nos beneficiaremos, nosotros nos sentiremos mejor habiendo sido escuchados. Usted se beneficiará porque, habiendo escuchado, no actuará en el vacío.

Aquí va otra sugerencia: escuche a todo el mundo, pero salga al encuentro de la gente que se siente marginada por la Iglesia. Estoy hablando de católicos divorciados, católicos gays, católicos casados fuera de la Iglesia y católicos que se han asustado por los escándalos de pedofilia. (Por cierto, cuando hable sobre el asunto de sacerdotes que abusan de menores, por favor, no lo llame “mala conducta sacerdotal”). Estoy hablando de católicos conservadores que sienten que la Iglesia no está haciendo suficiente para aumentar sus ideales teológicos y de católicos progresistas que sienten que la Iglesia no está haciendo lo suficiente para conseguir un mundo más justo. Estoy hablando de sacerdotes a los que les gustaría tener una esposa y familia, parejas gays que querrían formar un matrimonio y mujeres a las que les gustaría ser sacerdotes.

No, usted no va a poder hacer mucho para solucionar sus problemas. Los asuntos que conciernen son muy complejos. Pero, mientras los escucha -quiero decir, realmente escuchando- les ayudará a sentirse un poco menos apartados. Un poco menos excluidos. Y usted será capaz de hacer un mejor trabajo en el futuro. Se acercará a estas cuestiones de una manera más matizada. Conocerá las caras y las vidas que hay detrás de estos asuntos.

Arzobispo electo, en el artículo de 1982, Tim Unsworth dio muchos consejos detallados a Bernardin. Yo no tengo intención de hacerle la lista de la compra. Dé una vuelta por la ciudad. Acérquese a conocer -le llevará tiempo- los barrios y alrededores de Chicago, cada uno con su propia personalidad. Conduzca su propio coche. O, si lo necesita, contrate a un conductor. No use a un sacerdote. Hay mucha necesidad urgente de sacerdotes en las parroquias. Ningún miembro del clero debe reducirse a ser un chofer de limusina.

Como el líder de una de las diócesis más grandes de la nación, será tentado de actuar como un director general. No lo haga. Sea un pastor. Sea un pastor que cuida de su rebaño, que se preocupa de su rebaño. No estoy muy convencido de cómo definirlo mejor pero, de algún modo, todo se reduce a cómo se gestione usted. Está la escucha de la que antes le hablé, por supuesto. Pero hay algo más, algo de apertura.

He trabajado durante cerca de 40 años como periodista en un periódico y he entrevistado a un buen número de altos cargos. Cuando formé parte de un pequeño grupo de periodistas que iban a conocer al presidente Jimmy Carter, le llamé “Mr. President”. Y, como buen católico desde la cuna, sé que, cuando me dirijo a un cardenal, debo hacerlo como “Su Eminencia” o, al menos, “Cardenal”.

Así recuerdo cuando, en diciembre de 1990, tuve una entrevista personal con Bernardin quien, en aquel momento, se había convertido en cardenal. Fue durante un tiempo en el que Bernardin había tenido que cerrar muchas escuelas parroquiales por motivos económicos y yo estaba involucrado en la cobertura. Después de que el cardenal apareciera en un programa de radio para hablar sobre nuevos desarrollos, yo estaba esperándole en la entrada de la emisora con un periodista de otro periódico. Nos sentamos con él durante diez o quince minutos para hacer algunas preguntas. Ninguna muy memorable.

Cuando habíamos terminado y yo esta volviendo hacia el periódico, caí en la cuenta. De algún modo -probablemente por su conducta paciente y amable, incluso cuando actuaba como un burócrata- yo no le había llamado por ninguno de sus nombres especiales que se supone que debía utilizar. Le había llamado “Padre”. Pensando ahora, imagino que esto es lo que quiero decir cuando digo que usted sea un pastor. Me gustaría sentir que, sin pensar, le llamaré “Padre”.

Y, para terminar, un último consejo, uno que Tim también dio en 1982: no viva en el palacio episcopal. En realidad, Tim sugirió que Bernardin vendiera el palacio episcopal, en el rico barrio de Gold Coast. Él no lo hizo y tampoco lo hizo su sucesor, el cardenal Francis George. La razón que me han dado los líderes eclesiales es que sería una pérdida de dinero la venta de la propiedad, porque no se conseguiría el máximo precio. Nunca le he encontrado mucha lógica, pero deje a un lado esta cuestión. La archidiócesis puede mantener el palacio y usarlo como una casa de retiros o una sala de conferencias. Muchas parroquias a lo largo de la archidiócesis han hecho cosas similares con conventos vacíos y rectorías.

Puede encontrar algún sitio para vivir en uno de los barrios o alrededores. Puede vivir en un apartamento, en un piso para dos con un compañero. O, quizá, en una casa con una pequeña comunidad. No todos clérigos tampoco. Quizá una casa de trabajadores católicos. Mire cuánto ha conseguido el papa Francisco renunciando a vivir en los apartamentos locales. Es una de las cosas que le ha convertido en el papa más querido desde Juan XXIII. Si un político estadounidense hiciera algo como eso, se vería como un engaño. (En realidad, el alcalde de Chicago, Jane Byrne, hizo exactamente eso en 1981 cuando “se mudó” al proyecto Cabrini-Green para paliar las críticas del uso de la vivienda pública. Aumentaron las críticas). El papa Francisco fue capaz de hacerlo -y usted será capaz de hacerlo- porque esto va al corazón de la fe católica.

Somos una religión basada en el lavatorio de pies. Basada en que los últimos son los primeros. Basadas en el líder como el sirviente que sufre. Si vive fuera del palacio episcopal, enviará un mensaje. Usted dirá que está aquí para servir. Estará aquí para ser uno de nosotros. Esto es todo lo que le pido. Sea uno de nosotros.

Atentamente,

Patrick T. Reardon

*Patrick T. Reardon, el autor de Catholic and Starting Out: 5 Challenges and 5 Opportunities (ACTA). Es un miembro del consejo pastoral de la diócesis de Chicago. Sus comentarios no provienen del consejo.

Lea aquí la carta original en inglés: http://ncronline.org/news/open-letter-chicago-s-new-archbishop

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