Ciudadanos y cristianos: actitudes ante la violencia

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Por Galo Bilbao Alberdi*

Revisar las propias actitudes ante el fenómeno de la violencia política desde la perspectiva de las víctimas es una exigencia cristiana y ciudadana. En este momento esperanzado, la comunidad cristiana vasca tiene todavía –a juicio del autor- mucha tarea pendiente.

Ha sido bastante habitual -y no desacertado- criticar la postura eclesial respecto a la violencia terrorista en el País Vasco como una actitud cómoda, dedicada a decir a los demás (partidos políticos, judicatura, instituciones y, en última instancia, a la sociedad en general) lo que correspondía hacer a cada cual, pero no hacer en la práctica apenas nada. Asumiendo dicha crítica, voy a evitar decir a los otros qué es lo que les corresponde hacer para centrarme en algo más limitado y parcial pero, al mismo tiempo, real y concreto: las actitudes personales que he intentado destacar y trabajar con especial intensidad, en cuanto miembro de la comunidad eclesial y ciudadano, respecto a la problemática de violencia de intencionalidad política que hemos vivido en el País Vasco y en el conjunto de España durante las últimas cinco décadas y cuyo final hoy, afortunadamente, vislumbramos más cercano y accesible.

[quote_right]“Se ha de partir de la experiencia de fe, nuclear y prioritaria, ajustando y criticando las ideologías desde ella”[/quote_right]

De la convicción política a la conversión creyente («Conviértete al Evangelio»)

Entre los creyentes de las comunidades cristianas del País Vasco es relativamente sencillo descubrir que hay una prioridad vital de la dimensión e identidad política del sujeto sobre la experiencia de fe personal y su carácter referencial. Parece como si fuese más importante la adscripción ideológica que la opción religiosa. De hecho, lo habitual en los creyentes suele ser disponer de una ideología política y de una vivencia de fe que se pretende sean conciliables pero creo, sinceramente, que esto se hace de manera inadecuada: desde una prioridad de la identidad ideológica del individuo se pretende justificar su compatibilidad con las referencias religiosas. La pregunta no suele ser tanto ¿qué me pide la fe respecto de la dimensión política en este momento? cuanto ¿es legítima y compatible con mi fe la adscripción política que tengo? Por tanto, una actitud básica ha de ser la de partir de la experiencia de fe, nuclear y prioritaria, ajustando y criticando las ideologías desde ella.

Para llevar adelante este proceso creo imprescindible iniciar un camino de conversión hacia las víctimas. En ellas se encuentra la fuerza que puede provocare este cambio. Las víctimas del terrorismo son un lugar teológico de presencia del Espíritu que posibilita el que quienes se acerquen a ellas y asuman su perspectiva desde la fe puedan verse capacitados para subvertir el orden de prioridades inadecuado apuntado y establezcan una jerarquía adecuada entre la centralidad de la fe y, desde ella, el posicionamiento ideológico y político.

De la crítica a la autocrítica («Quítate primero la viga de tu ojo»)

El director de Gesto por la paz habla del proceso de paz en euskadiEn unos momentos en los que parece que todos pretendemos decir a los demás lo que deben hacer y cambiar para que sus actitudes y comportamientos sean más justos, creo que es imprescindible iniciar un camino de autocrítica honesto y profundo. Es más, este recorrido de relectura crítica de las propias actitudes y comportamientos es prioritario a la demanda del mismo hacia los demás. Respecto a las víctimas del terrorismo, prácticamente ninguna institución social o política del país, ningún ciudadano en su individualidad y particularidad ha estado a la altura de la circunstancias y es necesario reconocerlo con sinceridad y arrepentimiento, así como hacerlo de una manera pública, que sirva como compromiso ante los demás y como ejemplo a seguir por otros. Algunas personas y grupos han hecho ya este proceso y cada cual debemos hacer el nuestro.

De la indiferencia a la compasión («Actúa como prójimo»)

Remitiéndome directamente a un texto fundamental de la tradición cristiana como es la parábola del buen samaritano, es relativamente sencillo caracterizar esta actitud, ineludible para quienes pretendan responder a las víctimas de la historia. El texto evangélico puede ser visto desde la propuesta de Ellacuría, quien establece tres momentos en el conocimiento de la realidad: «se conoce la realidad cuando, además de hacerse cargo de la realidad (momento noético) y de cargar con la realidad (momento ético), uno se encarga de la realidad (momento práxico)». Es decir, hace falta inteligencia, compasión y compromiso.

[quote_right]“Respecto a las víctimas del terrorismo, ninguna institución social o política del país ha estado a la altura de la circunstancias”[/quote_right]

De la confrontación a la concordia («Haz las paces con tu hermano»)

Una parte importante de la población vasca no ha vivido directamente y con intensidad (ni siquiera tras la puesta en práctica de la perversa estrategia de la «socialización del sufrimiento») la injusticia que comporta la violencia terrorista. La mayoría hemos sufrido personalmente incomodidades o dificultades de carácter menor. No hemos sido víctimas o, mejor, decir que todos hemos sido víctimas en esta situación es una generalización inadecuada si no va acompañada de las oportunas diferenciaciones y matizaciones.

Sin embargo, la violencia no ha dejado de tener efectos en nosotros. Entre las consecuencias del ejercicio del terrorismo no es una menor su capacidad de hacer aflorar lo peor de quienes viven con él, tensionando la convivencia, provocando conflictos interpersonales, radicalizando las posturas, rompiendo el diálogo y la confrontación civilizada. Nuestra sociedad, por suerte, no está fracturada en dos comunidades enfrentadas, como puede percibirse en otros lugares del planeta. Sin embargo, sí ha habido y sigue habiendo procesos de ruptura interpersonales, pérdidas de relaciones, abandono de costumbres y lugares de encuentro. Por eso, para la inmensa mayoría este es un momento propicio para mantener una actitud de recuperación de personas, espacios y prácticas enemistadas, alejadas, abandonadas. Es, posiblemente, una de las pocas tareas en las que todos tenemos algo que hacer y en las que nadie puede sustituirnos.

[quote_left]“Este es un momento propicio para mantener una actitud de recuperación de personas, espacios y prácticas enemistadas, alejadas, abandonadas”[/quote_left]

Cuando se aborda la cuestión del papel y aportación de la Iglesia vasca respecto de la violencia terrorista se corre el riesgo de concluir que dada la producción literaria y el debate que ha generado, es algo sobre lo que está ya todo dicho. Tal vez sea así, no me parece relevante ya discutirlo, porque lo que me parece más importante es subrayar que, incluso aunque sea adecuado constatar que está todo dicho, lo cierto es que no está todo hecho y, además, en el caso de la comunidad católica lo realizado ha sido más bien escaso y muy poco específico. Incluso, más provocativamente, se puede terminar que nos hemos dedicado a decir a los demás lo que nosotros mismos comunitariamente no hemos sido capaces de hacer. La tarea sigue pendiente.

*Galo Bilbao Alberdi es el delegado de Evangelización y Catequesis de la diócesis de Bilbao

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