Una precariedad laboral que causa desesperanza en la gente joven

Por Estíbaliz Fraca, presidenta de la JOC

Inestabilidad. Dudas. Miedo. Falta de autoestima. Sensación de culpa… Algunas palabras escritas sobre este papel no son suficientes para describir la situación que están viviendo no uno ni dos, sino la mayoría de los jóvenes que trabajan o buscan un empleo.

Desde hace algunos meses, los medios de comunicación trasmiten que estamos ante una “mejora de la economía” o, incluso, que el paro está bajando (“El paro baja en marzo en 58.216 personas y la Seguridad Social gana 138.086 nuevos afiliados”. El Mundo, 4 abril de 2016). Sin embargo, constatamos que esta bajada del desempleo se está dando a costa de una mayor precarización del mismo: temporalidad, inestabilidad, contratos por pocas horas, falsos autónomos… Se está creando un empleo cada vez más precario, que no sirve para dignificar a las personas, sino para machacarlas.

La JOC trabaja acompañando a la juventud obreraEsta situación de precariedad afecta especialmente a los jóvenes, no solo porque somos uno de los colectivos más afectados por el desempleo (46’2% de paro juvenil, frente a 20’9% de paro total en el cuarto trimestre de 2015, según la EPA), también porque lo estamos viviendo en la época vital en la que desarrollamos nuestra autoestima y nuestra personalidad y en la que buscamos nuestro lugar en el mundo y en la sociedad. Y ello afecta a los y las jóvenes en diferentes situaciones:

  • Desempleo. La tasa de desempleo juvenil es una de las más altas de Europa, siendo especialmente preocupante la situación de quienes llevan varios años en búsqueda de su primer empleo. A menudo han perdido la esperanza, la motivación para levantarse por la mañana o para seguir echando currículums. No se sienten útiles para la sociedad. “Patricia acabó la carrera de Psicología hace seis años. Lleva desde entonces en el paro. Los primeros años echaba currículums, iba a alguna entrevista, hacía algún curso… Ahora, hace meses que ha tirado la toalla. Ya no tiene esperanza de encontrar pronto un trabajo y no encuentra ganas para echar currículums. Sigue viviendo en casa de sus padres, no se siente útil, no siente que esto pueda cambiar”.
  • Temporalidad. El 70% de los jóvenes tienen un contrato temporal (70’6% de temporalidad entre 16 y 24 años, frente al 25% en cualquier edad, según la EPA). Una gran cantidad de jóvenes viven pendientes de que suene el teléfono para hacer un trabajo de unas horas. Esto les lleva a no poder hacer planes a medio plazo, no poder plantearse su emancipación… “Fran me cuenta que está contento. Ha conseguido que le contraten “de carpetero” para una empresa de telecomunicaciones. Trabaja por horas, pero está cotizando al 100% de jornada. Es increíble cómo está de contento. Solo cotiza a la Seguridad Social, pero solo le pagan si consigue un nuevo cliente para la empresa. Muchos días trabaja varias horas, sabiendo que no va a cobrar nada”.
  • Muchos jóvenes sufren una fuerte precariedad salarial. Muchos de ellos trabajan sin contrato, o con un pequeño contrato y realizando horas extra sin remunerar. Como todos sus compañeros lo hacen, lo ven normal. Pero esta precariedad les mete en una rueda individualista de trabajar sin horario y sin plantearse si su situación tiene solución. Algunos de ellos son falsos autónomos, con unos ingresos que apenas les sirven para cubrir los gastos que les supone ir a trabajar. “Para Rodrigo, los viernes son ‘los días sin comer’. Estudió Derecho, trabaja en una consultora y, aunque su jornada acaba a las 18h, de lunes a jueves suele quedarse hasta las 20h o las 21h, según si hay más o menos trabajo. Son horas no remuneradas, ni se plantea que puedan serlo. Los viernes, el horario “termina a las 14h”. Sin embargo, también es normal quedarse a hacer horas extra. Puede terminar a las 18h, a las 19h… Es el día ‘sin comer’ pues, como no hay descanso para la comida, sigue haciendo horas extra directamente después de las 14h. Lo ve como normal, todo el mundo lo hace…”.
  • Finalmente, cabe reflexionar sobre la llamada “fuga de cerebros”. Durante los últimos años, se ha producido una importante emigración, jóvenes que han decidido salir de su casa y de su tierra para ir a otra ciudad o a otro país. “Diego se fue a vivir a Italia en cuanto terminó el doctorado. Al principio estaba contento, pero ya se ha cansado de tener que cambiar de amigos cada seis meses. Al cabo de cuatro años, sabe que se ha perdido el nacimiento de sobrinos, celebraciones familiares y de amigos… Se plantea volver a España, pero no encuentra el momento”.

La mayoría de estos jóvenes sufren una inestabilidad que les impide crear lazos con otros jóvenes en su misma situación. Vivimos en un sistema que nos hace pensar que nuestro problema es individual y que no tiene solución, sin llegar a plantearnos si se trata de un problema estructural.

Ante esto, ¿qué podemos hacer?

Como movimiento cristiano, desde la Juventud Obrera Cristiana (JOC) nos planteamos cómo acompañar las vidas de quienes sufren estas situaciones de precariedad. Durante la Campaña “Luchemos el presente para ganar el futuro”, estamos constatando cómo toda esta situación de inestabilidad y precariedad laboral lleva a una profunda inestabilidad vital. Nos encontramos con personas rotas, que viven con inestabilidad su presente y con desesperanza su futuro (Fuente: Conclusiones de la etapa del VER. Campaña General. Juventud Obrera Cristiana, 2015).
[blockquote]Esta situación de inestabilidad y precariedad laboral lleva a una profunda inestabilidad vital. Nos encontramos con personas rotas, que viven con inestabilidad su presente y con desesperanza su futuro[/blockquote]
Ante estas situaciones, el Evangelio nos invita a estar atentos a quienes más están sufriendo, como Jesús se acercó al ciego (Jn 9, 1) y acercarnos a sanar las heridas de tantos jóvenes que no encuentran su sitio en la sociedad. En este momento, el Evangelio nos trae un mensaje revolucionario para los jóvenes de hoy: es en los que sufren, en los pequeños, en quienes se lleva a cabo la acción de Dios. (Mt 13, 31-33). Y así, anunciarles su dignidad de hijos de Dios (Jn 10,10).

Junto a esa imprescindible faceta de cuidado, de ayuda, de atención a cada uno de los jóvenes que están sufriendo, nos sentimos llamados a hacernos conscientes, a otros jóvenes y a toda la sociedad, de que no somos los culpables de nuestra situación de precariedad, sino que es fruto de un sistema injusto que no funciona, que crea más desigualdad y del cual los jóvenes somos víctimas.

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