La importancia de los movimientos católicos de izquierdas en los años 50 y 60 en España fue tal que algunos consideran que el 68 español fue católico. Así lo ha puesto de manifiesto un reciente coloquio internacional en Madrid.
La importancia del factor católico en los movimientos sociales de aquellos años previos a mayo del 68 fue decisiva, pero es, sin embargo, relativamente poco conocida y está pidiendo un mayor empeño tanto de investigación como de divulgación de lo sucedido. Esa es la tesis subyacente al coloquio internacional ‘Catolicismo e izquierda en torno a 1968’, que acaba de realizarse en Madrid, promovido por la Asociación Española de Historia Religiosa Contemporánea.
“Sí se puede hablar del 68 católico español en el marco de un 68 católico también europeo y latinoamericano. En este curso nos ocupamos de un factor que no se tiene muy en cuenta, que es la aportación de los cristianos a través de estos movimientos que unos denominan catolicismo comprometido, catolicismo radical, catolicismo disidente… en definitiva, todos estos movimientos que plantean una manera diferente de compaginar catolicismo y compromiso en el mundo”, afirma Julio de la Cueva, uno de los responsables del coloquio, donde se ha expuesto la actividad de los movimientos obreros, como HOAC y JOC, o estudiantiles, como la JEC o la FECUM, o de los curas obreros, las comunidades de base y Cristianos por el socialismo.
Todos ellos hicieron mucho por reconstruir la sociedad civil, tan debilitada por Franco, por lo que el contenido del coloquio viene a ser una “rectificación justa al discurso secular dominante sobre el 68”, según Nigel Townson, de la Universidad Complutense, que ha recogido el testimonio de muchos de los protagonistas de aquella época.
Los cristianos salen de la ciudadela
Es el momento en que se pasa de una teología dogmática a una teología de los signos de los tiempos. También es el momento en que se rompe la unidad política de los cristianos, que miran a los movimientos marxistas, colaboran, en muchos casos con los comunistas, y adoptan una visión del hombre basada en la libertad. Los cristianos “salen de la ciudadela”, en expresión de la profesora italiana Raffaelfa Perin.
El acercamiento al marxismo
El PC cree, en el 50, que JOC y HOAC son un intento de la iglesia de “neutralizar a las masas católicas”. Poco después, en el 54, considera a los cristianos progresistas y a sectores democristianos como aliados potenciales frente al franquismo. Ya en el 70, Carrillo afirma que la piedra angular de la lucha de masas es la alianza informal entre católicos y comunistas. Pero, en paralelo a esa colaboración, y a la radicalización de muchos militantes y su ingreso en partidos marxistas, se mantiene la resistencia en parte del mundo cristiano progresista al comunismo, así como la desconfianza de ese mundo. Hay quienes describen a los militantes de la HOAC de aquellos años como “anarco-cristianos infantiloides que debilitan a comunistas y anarquistas”.
Construyendo la laicidad
Visto con la perspectiva de los años, el catolicismo progresista español, con sus luces y sombras, hizo una gran aportación no sólo a la democracia y a lo que hoy podemos llamar la construcción de la laicidad en España. Según el profesor Feliciano Montero, otro de los organizadores del coloquio, que ha estudiado a fondo la crisis de la AC especializada, esa crisis “revela y ayuda a comprender el surgimiento durante la última década del franquismo, no solo de la separación Iglesia-Estado, sino de una mentalidad secular, autónoma, con la consiguiente separación del compromiso político y social y la vivencia religiosa en la comunidad de base… La crisis de la AC, y especialmente la de identidad de AC especializada, anticipa la autocrítica y ruptura del modelo nacional y católico del Concordato de 1953, tal y como se expresa en la primera ponencia de la Asamblea Conjunta de 1971, poniendo las bases de la síntesis Catolicismo-laicidad de la Constitución de 1978”.
Una realidad poco conocido
¿Por qué en España se conoce poco de esta aportación? Para Rafael Díaz Salazar, la ausencia de estudios religiosos laicos, lo que hace que muchos consideren a la religión “cosa de curas”, al contrario que como sucede en Francia, es uno de los factores, junto a la deficiente información religiosa en los medios generalistas. También, destacan otros ponentes, porque la reacción con Juan Pablo II fue muy rápida y no dio tiempo a que se asentara en el imaginario social la aportación de esa iglesia progresista que quedó ocultada.
En el 70, según Le Monde, ese cristianismo que tantos debates había suscitado por su relación con el marxismo, ha desaparecido de la escena pública. Según Martínez Hoyos, por un exceso de purismo: “se quiere ser tan evangélico, tan puro y perfecto que por el temor a que la evangelización sea un intento de imposición, como pudo ser en tiempos, se renuncia a las formas de trasmitir públicamente la fe, a una evangelización explícita, porque se cree que luchando por la liberación humana eso ya es evangelización… Por eso González Ruiz dice aquello de que ´la fe es gratuita pero no superflua´, frase con la que está respondiendo a una cierta deriva”.
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