En su largo viaje a través de mundos desconocidos, el explorador Charles Darbin formuló su Teoría de la Involución Episcopal y escribió un gran Bestiario en el que describía a numerosas especies, que les hemos ido presentando atadas y bien atadas para que no muerdan. Después del curita sana (Clerigus monissimus), el obispo cañí (de dolorosa picadura) y los monos-vimientos eclesiales (o movimientos mono-catecumenales), nos hemos adentrado un poco más en la jungla episcopal, donde habitan los Cardicuriáceos vaticanensis. Les dejamos en sus garras:
Descripción: curiosa (de curia) especie medieval característica de la Santa Sede. Su vida es en sí misma un dicasterio casi inexplicable.
Hábitat: Organismo extremófilo (no confundir con extremodurófilo, seguidor del endiablado grupo musical Extremo Duro, ni tampoco con extramurófilo, organismo detestable). Habita en ecosistemas inhóspitos como el Vaticano, donde solo las criaturas más extrañas (nacidas fuera) crecen, se reproducen (in mitro), mueren y son canonizadas. Nota: la velocidad de canonización no depende del buen hacer del cardicuriáceo difunto, sino del interés político del momento. Su gran resistencia les permite adaptarse sin problemas a otros ambientes caldeados y de atmósferas también pestilentes y corrosivas, como Venus o el Infierno.
Tipos: Hay tres familias principapales:
Cardicuriáceos vaticanenis: Especie autóctona que lleva miles de años involucionando para adaptarse a la curia católica (incluso desde muchos años antes de Cristo). También se les conoce como “vieja guardia”, aunque es un nombre confuso, pues allí todos son viejos y todos guardan o esconden algo.
Cardicuriáceos bertones: Especie invasora que, como el mejillón cebra, se protege con una concha y, como el mosquito tigre, chupa la sangre.
Corvus papalis: comúnmente llamados cuervos. Anidan desde siempre en la cúpula de San Pedro ya que, debido a su traje negro, a su pico afilado y a su naturaleza carroñera y oportunista, pasan desapercibidos entre muchos de los habitantes del Vaticano. Por allí revolotean a sus anchas, aunque no se sabe muy bien quién los guía.
Carácter: poco amigables y más bien huidizos, suelen esconderse entre las cúpulas vaticanas, tras los pilares de la iglesia o agachados en algún banco o caja. Eso sí, se escandalizan por los actos de los jóvenes y les molesta profundamente que se barra la Iglesia.
Población: Mayoritariamente italiana (per una coincidenza santa e felice). De fuera del país de César y Mussolini solo se escoge a los más rancios y a aquellos que han desarrollado garras lo suficientemente afiladas como para escalar los altos muros del Vaticano.
Características: Organismos con cilios (o conciliares) muy responsables y previsores: pasan el día pensando en quiénes serán los próximos papas y trabajan en ello. Presentan un olfato canino para los negocios y los ascensos. Como los perros, se pasan todo el día oliéndose el culo unos a otros y sobre todo al sucesor de Perro que, como saben, es un pastor alemán. No obstante también se ladran, se muerden, se orinan y muchos tienen malas pulgas (lo cual se puede solucionar mandándoles a paseo).
Entrevista al padre Cuervo
Disfrazada de encíclica de las que no da vergüenza leer (valga la rebuznancia), nuestra enviada especial al Vaticano llegó derechita al monumento en honor a la maravillosa Cópula de San Pedro. Allí, solo tuvo que esperar a que el padre Cuervo saliera del confesionario para hacerle la entrevista que hoy les presentamos:
alandar: Abre María, Purísima
Respuesta: Pasa, hija, está abierto
a: Padre Cuervo, dicen las malas lenguas que el papa le nombró cardenal para devolverle un favor a su familia. ¿Es cierto?
R: A mí no me ha dado nadie nada (algunas cosillas sí he cogido por mi cuenta…). El título lo heredé de mi padre, aunque el anillo lo tuve que comprar en unas rebajas, eso sí.
a: ¿Qué es lo que más echa de menos de Florencia, su anterior destino?
R: Que allí tenía un mayor duomo para mí solo.
a: ¿Y cómo llegó usted al Vaticacano?
R: En coche oficial, como todos. Aunque me han dicho que el papamóvil es más cómodo…
a: ¿En qué consiste su trabajo exactamente?
R: En mirar por mirillas, esconder micrófonos, poner la oreja (poner el cazo también), gestionar los designios de Dios y asestar al papa cuando es necesario.
a: ¿Sí? Me deja de piedra…
R: Ah, ¿se refería a la versión oficial? Entonces quite lo de las mirillas y los micrófonos y diga que acongojamos, perdón, aconsejamos al papa.
a: ¿Cómo hace para superar el estrés diario del Vaticano?
R: Hago ejercicios espirituales (ya sabe: “inspire”, “conspire”… “inspire”, “conspire”…) y llevo una dieta santa.
a: ¿Teme que le salpique el escándalo del mayordomo del papa y el Vaticanleaks (*)?
R: No, me encargué de que no hubiera pruebas en mi contra. Además, hemos ampliado las medidas de seguridad: ahora mandamos los e-mails con lacre y exorcizamos en secreto los ordenadores personales. ¿Sabía usted que el Windows tiene un demonio dentro?
a: Algo podía imaginarme… ¿Tiene usted cuentas en Suiza?
R: No hace falta, aquí tenemos nuestro propio paraíso (fiscal). Pero todo eso lo dirige el cardenal Iñaki Mangarín, con la ayuda de sus ecónomos: Dios Ferranz, Francesco Camps, Artur Mangas, Elmío Botín, Gao Pingo y un largo y rico etcétera.
a: ¿Esto lo sabe el papa?
R: Él sabrá…
a: Usted, que ha vivido varios cónclaves: cuéntenos cómo son y qué hacen allí dentro tantos hombres juntos y encerrados…
R: Pues mire, como está todo decidido antes de empezar, D. m., aprovechamos que no puede entrar nadie en la Capilla Sixtina para quemar facturas. Además, como buen colegio (cardenalicio), jugamos al fútbol y al frontón entre los frescos de Miguel Ángel.
a: ¿Cree que el próximo papa será italiano?
R: Así lo querrá el Señor.
(*) No confundir con Woytileaks, páginas que sin sentido alguno (ni siquiera el del humor) se publicaron en esta revista el año pasado y en las que se publicaban secretos vaticanos no oficiales. Aprovechamos para agradecerle que las utilizase para limpiar los cristales, ya que la vida y milagros de nuestros agentes quedaron en peligro tras tan desafortunada revelaciones.