Nuevos retos para la paz

La más sorprendente noticia que el mundo ha recibido en estos tiempos ha venido de Colombia. La consulta del gobierno sobre el acuerdo de paz entre este y la guerrilla ha recibido un “No” de la mayoría de la población. En Colombia, la guerra civil ha asolado el país durante cincuenta años. Ha causado casi ocho millones de muertes, un número

Paz en Colombia

inmenso de heridos, además de todos los problemas sociales que una guerra trae consigo. Para sorpresa del mundo, la mayoría del pueblo respondió con un “No” al acuerdo de paz. Dicho acuerdo fue preparado durante casi cinco años, apoyado internacionalmente por la ONU y firmado por el gobierno y la guerrilla. Todas las personas razonables decían que cualquier acuerdo de paz, incluso el más defectuoso y problemático, es mejor que la guerra. Sin embargo, las personas que sufren no dijeron eso. La mayoría votó en contra el acuerdo, no por querer la guerra y sí por exigir una paz más justa y efectiva. En concreto, en Colombia la democracia es más formal y legitimadora de la desigualdad social que en otros países. Y en el campo, sin una reforma agraria integral y la garantía del derecho a la tierra por parte de los campesinos, nunca habrá una paz verdadera y profunda.

[quote_right]El 20 de septiembre, Francisco reunió en Asís a 500 representantes de diversas religiones de todo el mundo para orar por la paz[/quote_right]

Al mismo tiempo que Colombia rechazaba el acuerdo de paz, el mundo celebraba en el 24 de octubre un aniversario más de la ONU. Internacionalmente, esa fecha se dedica siempre a la campaña por el desarme del mundo. Es un problema que va desde la violencia urbana de cada día en nuestras ciudades hasta el reto más internacional de  las armas nucleares, almacenadas en muchos países. En todo el mundo, cada día, las armas pequeñas y personales causan más muertes que las guerras actuales. Pero eso no puede hacernos olvidar que, según la ONU, en el mundo de hoy aún existen estocados más de 26.000 misiles nucleares listos para ser disparados y detonar todo el planeta en cuestión de segundos.

[quote_left]Todas las personas razonables decían que cualquier acuerdo de paz, incluso el más defectuoso y problemático, es mejor que la guerra[/quote_left]

Así como los terremotos tienen epicentro y se manifiestan en un territorio más amplio, la violencia se arrastra y se expresa de muchas formas, pero tiene también su epicentro. Sus raíces se afirman en una cultura de competencia y en la ausencia de amor y solidaridad. El desarme del mundo solo puede ocurrir si lo iniciamos a través de un desarme moral y cultural de las personas. Es urgente sustituir la cultura de la competencia por el diálogo y la cooperación.

Es lamentable que las religiones, que deberían educar a las personas en el camino de la paz, hayan fracasado. A pesar de que siempre han predicado el amor al prójimo, las Iglesias han convivido con injusticias y hasta legitimado desigualdades sociales y discriminaciones de diversos tipos.

Gracias a Dios, en nuestros días, muchas religiones colaboran con la paz a través del diálogo intercultural e interreligioso. El 20 de septiembre, el papa Francisco reunió en Asís a 500 representantes de diversas religiones de todo el mundo para orar por la paz. Propuso que la unidad sea buscada en medio de las diversidades e incluso a través de ellas. En el siglo III, Cipriano de Cartago afirmaba: «La unidad excluye la división, pero respecta las diferencias».

Autoría

  • Marcelo Barros

    Monje benedictino, teólogo y biblista, actualmente coordinador latinoamericano de la Asociación Ecuménica de Teólogos/as del Tercer Mundo (ASETT), consejero en Brasil de las comunidades eclesiales de base y de movimientos sociales. Tiene más de cuarenta libros publicados en diversos idiomas y colabora con diversas revistas internacionales de teología.

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