Hace muchos años se promocionaba turísticamente al país diciendo que España es diferente y sin duda es cierto, al menos en este tema del uso de la bicicleta. En las últimas décadas del siglo XX el crecimiento de las ciudades españolas se hizo pensando en un único punto de interés, el automóvil privado. Las calles quitaban espacio al peatón, los ritmos de los semáforos se pensaban para las velocidades de los coches, aunque para cruzar una arteria como la castellana haya que esperar dos ciclos semafóricos y ningún peatón se queje. Por otra parte en el norte de Europa, especialmente en los Países Bajos y Dinamarca, se construyó una amplia red de carriles bici que respondían a una demanda por el uso común de la bicicleta como transporte urbano, pero también por el uso sin “molestias” de los coches en esas ciudades. Si estaban separados físicamente, los coches, podrían ir a la velocidad que quisieran sin ningún obstáculo en la calzada.