Llevo unos días, bastantes ya, pensando qué escribir en esta Mecedora que tendría que haberse publicado en enero. Hay temas que van y vienen, como el de la cocina, un espacio siempre ocupado por la mujer que ahora pasa a ser el premiado de los hombres. Según una publicación reciente de Ifema, con motivo de Madrid Fusión, de los diez cocineros más famosos de España todos son varones. Ni una sola mujer, ni tan siquiera la televisiva Samantha Vallejo-Nágera ha encontrado su sitio en este top de los mejores cocineros. Recuerdo a Santa Teresa, mujer maltratada por la iglesia machista y patriarcal de su tiempo, ella decía “entre los pucheros también anda Dios”. Pues yo pienso que también entre los pucheros, en las cocinas, se ha infiltrado el patriarcado machista y excluyente que está en todas partes, como Dios, y relega a las mujeres adjudicándose ellos siempre los protagonismos, el éxito, las cámaras…. Otra cosa será ver si algunos de estos señores son capaces de hacer los milagros que nuestras madres y nuestras abuelas han hecho (y siguen haciendo) en la cocina para dar de comer a una familia con unos recursos mínimos.
Perdón porque me he ido por las ramas, bueno por las ollas, porque este era uno de los temas que me venía a la mente. Pero hoy quiero centrarme en hacer una llamada contra el silencio. Porque como decía unos de los mejores eslóganes que tuvimos en mi tiempo de Manos Unidas “Tu silencio te hace cómplice”. Hoy quiero hacer una llamada para cambiar esos minutos de silencio por las víctimas de la violencia machista, por las mujeres asesinadas, por un grito desgarrador, que salga de las entrañas, de lo profundo de cada persona. No podemos más. Nos estamos acostumbrando a salir a las plazas de los pueblos, de las ciudades y guardar un minuto de silencio por la última mujer asesinada. ¿Saben cuántos minutos llevamos? 49 minutos, uno por cada una de las mujeres asesinadas en 2022, según fuentes oficiales. Creo que ha llegado el momento de no callar más, de gritar, gritar hasta que acabe esta cifra maldita en la que las mujeres son asesinadas ante el silencio cómplice de los poderes públicos, los partidos, los jueces… en España y en cualquier parte del mundo.
Sabemos que esto es solo la punta del iceberg. En diciembre escribí en el Blog de la Fundación Luz Casanova, “En este momento, más de 50.000 mujeres y 9.000 niños y niñas están sometidas a medidas explícitas de protección policial frente a sus agresores. Los datos hablan de la magnitud de un problema que, lejos de desaparecer, se replica no solo en personas de edad avanzada sino también en las generaciones más jóvenes. Todo ello “nos lanza múltiples interrogantes sobre lo que no estamos sabiendo hacer como sociedad”. Lo decía José Luis Segovia, vicario episcopal de Pastoral Social e Innovación – Archidiócesis de Madrid), en una vigilia de oración por las mujeres asesinadas y por sus hijas e hijos, víctimas también de la violencia machista:
«No cabe ninguna forma de violencia en el amor. Por eso, poder y amistad, machismo y amor, dominación y encuentro personal, cariño y posesión, respeto y manipulación son términos incompatibles y antitéticos. Somos conscientes de que no cabe ninguna forma de violencia, ningún modo de chantaje en la relación de amor. Mucho menos en el nombre de Dios, la cultura o la tradición».
El amor no admite chantaje. Hay que gritar hasta enmudecer para conseguir la erradicación de esta lacra maldita. Se puede. ¡Sí, se puede!
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