Sin duda el adversario más destacado del papa Francisco es el cardenal alemán Gerhard Ludwig Müller (67 años), precisamente por el cargo relevante que ocupa. El 2 de julio de 2012 fue nombrado por Benedicto XVI prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe y presidente de la Pontificia Comisión “Ecclesia Dei”, de la Comisión Teológica Internacional y de la Pontificia Comisión Bíblica. Dieciocho meses después el papa Francisco le nombraba cardenal.
Es claro que el pontífice lo conoce bien y no se llama a engaño sobre sus posturas y, por tanto, siempre se ha planteado esta pregunta: ¿por qué lo confirmó en el cargo? ¿Es una cuestión de estrategia que prefiera tenerlo mejor cerca que lejos?

En cualquier caso, Müller no esconde sus opciones teológicas y las defiende siempre que puede aunque, en su opinión, “todo aquel que permanece fiel a la doctrina de la Iglesia es difamado como adversario del papa”. Sin embargo, él tiene claro que “no se trata de adaptar la Revelación al mundo sino de ganar el mundo para Dios”. El purpurado germano hizo estas declaraciones en el marco de la presentación de la traducción alemana del libro Gott oder Nichts (“Dios o nada”), del cardenal Robert Sarah.
En ese acto el cardenal invitó a ser fieles al anuncio del Evangelio y recordó que a los maestros de la fe no les está permitido adormecer a la gente en una falsa seguridad de salvación solamente para no provocar escándalo: “No podemos engañar a las personas acerca de la sacramentalidad del matrimonio, de su indisolubilidad, de su apertura a los hijos y de la complementariedad fundamental entre ambos sexos. La ayuda pastoral no debe perder de vista la salvación eterna”.
El adversario más destacado del papa no esconde sus opciones teológicas y su oposición no se limita a cuestiones morales
A principios de este año la Biblioteca de Autores Cristianos (BAC) publicó un libro del cardenal Müller titulado Informe sobre la esperanza. Se trata un diálogo del cardenal con el director de la BAC, Carlos Granados. Con este motivo, el prefecto viajó a España para presentar su obra. Se encontró con que el arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, no autorizó la presentación en la Universidad de San Dámaso del Arzobispado de Madrid (alegando, según se dice, que no quería saber nada de “un libro contra el papa”) y hubo de refugiarse en la Universidad Francisco de Vitoria.
El asunto tampoco estuvo exento de polémica en la plenaria del episcopado español, cuando unos pocos obispos se sumaron a la tesis de Osoro protestando por el hecho de que la BAC, que pertenece a la Conferencia Episcopal, hubiera publicado ese libro “sin preguntarles”.
En Oviedo Müller pudo dar su conferencia en el seminario y, comentando el documento postsinodal dijo lo siguiente: “Algunos han afirmado estos días que Amoris Laetitia ha eliminado esta disciplina, permitiendo, al menos en ciertos casos, que los divorciados que viven en nueva unión pudieran recibir la Eucaristía sin necesidad de transformar su modo de vida. A esto habría que responder –destacó– que si Amoris Laetitia hubiera querido cancelar una disciplina tan arraigada y de tanto peso, lo habría expresado con claridad, ofreciendo razones para ello. No hay, sin embargo, ninguna afirmación en este sentido en la exhortación apostólica post-sinodal, ni el papa pone en duda en ningún momento los argumentos presentados por sus predecesores, que no se basan en la culpabilidad subjetiva de estos hermanos nuestros, sino en su modo visible, objetivo de vida, contrario a las palabras de Cristo”.
Y en lo que respecta al «discernimento» para examinar si una persona es o no es culpable subjetivamente y, gracias a ello, admitirla o no a la comunión, dijo: «La economía de los sacramentos es una economía de signos visibles, no de disposiciones interiores o de culpabilidad subjetiva. Una privatización de la economía sacramental no sería ciertamente católica».
Lo curioso es que el largo y argumentado discurso en Oviedo no obtuvo el menor eco en el Osservatore Romano.
La oposición de Müller al papa no se refiere únicamente a cuestiones morales. Por ejemplo, el próximo mes de octubre Francisco viajará a Lund, en Suecia, para participar en la celebración de los 500 años de la Reforma. El purpurado alemán no ha dejado de manifestarse: “Nosotros, los católicos, no tenemos ningún motivo para celebrar el 31 de octubre de 1517, fecha que marca el nacimiento de la Reforma y que condujo a la fractura del cristianismo occidental».
Para Müller, el papa y los obispos son guardianes de «la Verdad revelada»
El cardenal ha criticado igualmente “el clima de pretensión de liderazgo alemán en la Iglesia universal”. “A dicha pretensión habría que oponerle el alto número de apostasías, los confesionarios abandonados y los seminarios y conventos vacíos. Müller mencionó que, a menudo, se le pregunta de dónde saca el establishment de la llamada “Iglesia alemana”, con todos esos síntomas de decadencia, sus exigencias de liderazgo precisamente en cuestiones de moral sexual y de doctrina matrimonial. Solamente una “nueva evangelización persistente y llena de sinceridad y de celo apostólico podrá contrarrestar el desenraizamiento del cristianismo en Alemania”. Sin duda estos ataques se dirigen por elevación a la supuesta influencia que algunos cardenales alemanes, como Karl Lehman y Walter Kasper, tienen sobre el papa y al papel relevante que ejercieron en el sínodo a favor de la admisión de las personas divorciadas a la eucaristía.
Y es que, dice Müller, el papa y los obispos son guardianes de “la Verdad revelada, aquella que les fue confiada para que la administraran con fidelidad, a fin de que no pudiera ser rebajada por los hombres a la medida humana”. Toda una declaración de principios.