El islam moderado pierde la batalla

Increíble, pero mentira. Así se llamaba una sección de los tebeos de Bruguera que ideó Francisco Ibáñez a comienzos de su carrera en los años sesenta del siglo pasado. Se trataba de una original variante de los chistes sobre colmos protagonizados por personajes esperpénticos. Algo similar podría decirse de lo que ha pasado y está pasando con el islam moderado y el fanatismo islámico. Con el agravante de que esto es real y no un cómic. Y tampoco es mentira.

El islam moderado pierde su batalla contra el extramismo

FOTO AYUNTAMIENTO DE BARCELONA.

A primera vista, parecería una obviedad. Pero resulta que hasta ahora -¡16 años después del atentado de las Torres Gemelas!-, nadie se ha puesto a pensar en serio en el factor religioso como clave en la prevención y la lucha contra el terrorismo radical. Los expertos, analistas, sociólogos, psicólogos y responsables de seguridad se han llenado la boca todo este tiempo con palabras como “comunitarismo”, “marginación”, “pobreza”, “resentimiento anticolonialista”, “lavado de cerebro”, etc. para explicar la violencia. Y los propios dirigentes islámicos, tanto en tierra de infieles –léase los países occidentales- como en los países musulmanes, han mirado para otro lado, como si no fuera con ellos, limitándose a declaraciones de costumbre del tipo “el verdadero islam es otro”, cuando no lo han favorecido a las calladas pensando en sacar partido…

Ahora esto ha empezado a cambiar, aunque puede que demasiado tarde. “Comenzamos ahora a prestar un poco más de atención a la importancia del discurso religioso y a la ideología en los procesos de reclutamiento”, reconocía el pasado mes de julio la socióloga Hasna Hussein en un congreso euro-mediterráneo celebrado en Marsella para “prevenir la radicalización”, al que por primera vez acudieron especialistas religiosos: imanes, islamólogos, teólogos.

¿Por qué ahora? Básicamente, por la sensación de fracaso, de andar dando palos de ciego, muchas veces contradictorios en el enfoque y las políticas que hemos mantenido en Europa: “Se dice que Francia está en el punto de mira por su laicismo; pero luego resulta que Londres es atacado por su modelo comunitarista; seguimos sin comprender las motivaciones profundas de los terroristas suicidas, etc.”, insistía Hussein, fundadora del blog Contra los discursos radicales, que analiza la literatura yihadista. “Estamos comprendiendo que no habíamos comprendido nada”.

Evidentemente, la religiosa no es la única causa y, tal vez, tampoco la más importante, al menos en Occidente. En una reciente investigación francesa con 83 personas radicalizadas o en proceso de radicalización, se han identificado como causas principales la vulnerabilidad social (48 por ciento) y trastornos psiquiátricos (36 por ciento). El fanatismo religioso se dio en el 16 por ciento. Pero está claro que hay que contar con él, aunque solo sea porque es la razón profunda y el origen del terrorismo islámico.

Así, se está añadiendo un nuevo elemento a la lucha: disuadir por la religión. Y, antes todavía, comprender la radicalización desde el ángulo de la fe. Aquí entran en juego los propios dirigentes musulmanes cuya responsabilidad como actores concernidos empieza también a ser admitida. Sin embargo, hay dos grandes problemas. El primero, los desacuerdos sobre qué contar y cómo contarlo. Para la mayoría de ellos, conservadores, el islam ha sido desvirtuado por los yihadistas y basta con volver a las fuentes. Otros se sitúan entre dos aguas y reconocen que la doctrina clásica tiene su parte de culpa, pero no ofrecen soluciones. Y los menos intentan dar una interpretación actual a los textos sagrados y se arriesgan a ser calificados de herejes. El otro gran problema es más concreto: la clara falta de formación de los imanes europeos, que no están a la altura ni en el plano teológico ni en el conocimiento de los jóvenes musulmanes.

La desorientación se extiende a los países árabes. En Egipto, Al Tayeb, el gran imán de la mezquita Al-Azhar, cuya universidad es el faro del islam sunnita, aparece como el líder del pensamiento musulmán contrario al ISIS, apoyado por el presidente Al Sissi. En realidad, como ha explicado el dominico Jean Bruel, director del Instituto de Estudios Orientales de El Cairo, “ya no saben qué hacer para imponer la legitimidad de su discurso a los musulmanes del mundo entero”.

Bruel ha descrito muy gráficamente su impotencia: “Los miembros del ISIS son ultraeficaces. Son muy volátiles, se mueven a gran velocidad. Y son muy tecnológicos: si les cierran una aplicación de internet o móvil, crean otra inmediatamente. Son capaces de montar vídeos de muy buena calidad en tres días. En Al-Azhar tienen a hombres mayores, que apenas controlan la tecnología, muy jerarquizados y con procedimientos muy lentos. Han creado un Observatorio del Islam en internet. Unas cincuenta personas expertas y multilingües navegan todo el día revisando todo lo que se dice sobre el islam. Pero, contra el ISIS, han escrito un libro que han traducido a seis lenguas. Enfrente, vídeos impactantes de tres minutos. Durante el tiempo que tarda el libro en pasar la censura, se publica, se distribuye y va a parar a las estanterías de las bibliotecas, el ISIS ha hecho cien vídeos más”. La conclusión es clara: el islam moderado ha perdido ya la batalla ideólogica y tendrá que pasar mucho tiempo para recuperar la credibilidad. Si lo consigue.

@fathermarch

 

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1 comentario en «El islam moderado pierde la batalla»

  1. Una visión valiente de la realidad, aunque creo peligroso hablar de «moderado» refiriéndose a una religión. Quizás hablaría más de pensamiento moderado, pensamiento conservador… Una aproximación distinta a la que solemos encontrar por las redes sociales, a menudo muy simplistas.

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