Ha muerto Hans Küng, uno de los últimos grandes teólogos católicos del siglo XX

El pasado martes 6 de abril falleció Hans Küng. Cuando pensamos en un teólogo nos viene la imagen de un religioso, erudito, con poca presencia pública, dedicado a sus clases y sus publicaciones y que influye poco o nada en nuestras vidas. No ha sido éste el caso de Küng. Él fue una personalidad relevante, con amplia proyección pública y que ha influido en nuestra vida de creyentes. Veámoslo.

Küng nace en Suiza en 1928. Estudia en Roma, en el Colegio Germánico, cuyos alumnos en aquel tiempo vestían una sotana roja. Un día, Pío XII le hace amonestar por haber visto su destacada sotana en un lugar inadecuado. Parece que ya apuntaba maneras.

Hans Küng, fotografiado en 2015. Foto: CNS photo/Harald Oppitz, KNA. Obituario
El querido teólogo Hans Küng murió el 6 de abril a los 2021, a los 93 años. En imagen un retrato realizado en 2015 por CNS photo/Harald Oppitz, KNA

Se licencia en Filosofía y Teología en Roma y hace su doctorado en París. Para su tesis se atreve con un tema clave de la disputa católico-protestante: la justificación. Es ya un destacado teólogo y Juan XXIII le encarga participar como perito en los trabajos conciliares. Es seguro que lleva un diario. Es imposible, si no es así, hacer una crónica tan minuciosa y detallada de ese tiempo como la presenta en el primer tomo de sus memorias.

Pablo VI le llama y se propone “trabajar para la Iglesia”. Küng le contesta que siempre trabajará para la Iglesia, pero no desde el Vaticano, como el Papa quería.

En 1960 es profesor de Teología Fundamental en la Universidad de Tubinga. En 1966 llega también Ratzinger a esa Universidad, pero sólo dura tres años. Hay quienes interpretan que se siente oscurecido ante el liderazgo de Küng en la Facultad católica y Kässeman en la protestante. En todo caso Ratzinger va en bicicleta y Küng se traslada en un descapotable. Todo un símbolo. También se aduce que la revuelta de los estudiantes en mayo del 68, que tuvo fuertes coletazos en Alemania, influye negativamente en el teólogo bávaro, que se derechiza y se va a Ratisbona, una Universidad más tranquila.

Entretanto, en 1967. Küng ha publicado La Iglesia, que tiene sus dificultades para lograr el Imprimatur. En esa obra defiende que, en caso de falta de sacerdotes, el derecho a la eucaristía prima sobre el sacramento del orden y la comunidad tiene derecho a consagrar

En 1974 publica Ser cristiano, que obtiene un éxito resonante. Küng es en esa obra uno de los primeros en bajar a Jesús de Nazaret de la Cristología dogmática, reivindicando la importancia de la historia del Galileo. La Cristología “desde arriba” empieza a sustituirse por una “Cristología desde abajo”.

En 1970 había dado a la imprenta ¿Infalible? Un interrogante, obra en la que cuestiona la necesidad y la posibilidad de proposiciones infalibles. Roma le convoca a una reunión, pero el teólogo suizo, muy en su estilo, contesta rechazando la fecha (tiene otros compromisos) y pregunta quién le va a pagar el viaje, con quién se va a reunir, de qué van a hablar, en qué idioma… La reunión no llega a celebrarse.

Küng está de todos modos en el punto de mira de la Congregación de la Fe (presidida por Ratzinger), que en 1979 le retira la venia docendi. Ya no puede dar clases, pero siempre dirá que eso le ha liberado de la burocracia académica y de las reuniones de los claustros.

Pasa grandes temporadas en su casa en Suiza, al borde de un lago en el que nada todos los días. Escribe y escribe. Su obra comporta más de 30 libros, llenos de erudición y que abren muchas veces caminos nuevos. Así por ejemplo en La encarnación de Dios. Introducción al pensamiento de Hegel como prolegómenos para una cristología del futuro (nada menos). Un tratado denso en que se plantean las consecuencias de que el misterio de Dios haya decidido participar de la finitud y la historicidad de lo humano.

Entretanto, le preocupan las otras religiones y dedica tres gruesos volúmenes al cristianismo, al judaísmo y al islam. Su tesis de que no habrá paz en el mundo mientras no haya paz entre las religiones le lleva a poner en marcha la fundación Ética mundial, que preside hasta su muerte.

Vitalista de actitud y de doctrina, su postura ha sido siempre la de un “no a la nada” y una “apuesta por la otra vida” (así en ¿Vida eterna?). Y es que muchas veces en su obra ha defendido la actitud de confianza básica como algo no racional pero sí razonable. La fe se basa finalmente en esa confianza.

La vida de Kïng ha sido una vida plena, con un amplio reconocimiento. Quince Universidades le han otorgado el título de doctor honoris causa. Sin embargo, ha contado con la muerte. “Morir feliz para mí significa una muerte sin nostalgia, ni dolor por la despedida, sino una muerte con una completa conformidad, una profundísima satisfacción y paz interior”, dice en su libro Una muerte feliz, escrito a favor de la eutanasia.

Parece que en alguna ocasión, ante los avances de su Parkinson, declaró que recurriría al suicidio asistido (“no quiero convertirme en una sombra de mí mismo”). No lo ha hecho. Según ha comunicado su fundación, ha muerto en paz.

Carlos F. Barberá
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