

El papa Francisco lleva ya 9 años de pontificado. El cambio de rumbo que ha impreso a la Iglesia ha abierto muchas esperanzas y le ha granjeado poderosos enemigos, también dentro del Vaticano, que se le enfrentan públicamente y preparan su sucesión. Él sigue su propio ritmo. En breve se espera conocer una de las reformas más esperadas: la de la curia vaticana.
Francisco entró el pasado 13 de marzo en el décimo año de su pontificado. Cuando fue elegido, en 2013, muchos imaginaron para Jorge Mario Bergoglio un pontificado más bien breve. Nueve años después, esas voces siguen insistiendo que su mandato está claramente en su segunda mitad y algunos de ellos desearían ver cómo se apaga lentamente.
El papa, por el contrario, parece considerar que aún le queda mucho por hacer. Es cierto que sus temas predilectos son ya de sobra conocidos. Pongamos por caso la atención a los migrantes, que ocupa un lugar central en sus discursos; la “ecología integral”, la insistencia en las “periferias” – geográficas o existenciales – del mundo o la “cultura del descarte o la exclusión”.
Francisco señaló la necesidad de sacar a la Iglesia de una “excesiva centralización” y de concentrar el anuncio del Evangelio en “los pobres y los enfermos”
Sin embargo, a sus 85 años y con ciertos achaques de salud, mantiene un ritmo de trabajo bastante elevado, fiel a las metas que se marcó hace nueve años. Los temas abordados en Evangelii Gaudium, casi diríamos su texto programático publicado en el mismo 2013, arrojan una clara idea de sus prioridades de entonces y ahora. En aquella exhortación apostólica, Francisco señaló, entre otras cosas, la necesidad de sacar a la Iglesia de una “excesiva centralización” y de concentrar el anuncio del Evangelio en “los pobres y los enfermos”.
La exhortación podría considerarse, de hecho, el programa del sínodo en marcha actualmente, que tiene el objetivo de repensar la manera de comunicar el mensaje evangélico a una sociedad que ha cambiado radicalmente en los últimos tiempos y que no deja de transformarse. Esta reflexión pasa por la amplia consulta, nunca antes vista, a todos los creyentes del orbe. El papa espera que este método cambiará profundamente la percepción del mundo en la Iglesia. Y espera también que perdure más allá de este proceso sinodal, como reclamaba en la Evangelii Gaudium: “La pastoral en términos misioneros exige abandonar el confortable criterio pastoral de “siempre se ha hecho así””.
Otro proyecto, anunciado al inicio del pontificado, en consonancia con el anterior, y que aún sigue pendiente: la reforma de la Curia. Los mismos cardenales la plantearon en 2013, en las congregaciones generales que precedieron al cónclave. Durante estos años, Francisco ha ido modificando el funcionamiento de diversos organismos vaticanos mediante numerosos motu proprio. El último de ellos, del pasado febrero, establece nuevas reglas para la Congregación para la doctrina de la fe. Pero sigue a la espera la constitución apostólica Praedicate evangelium, que está terminada y fijará la nueva organización de la curia romana y prevé cambios de calado. Los mentideros vaticanos dan con frecuencia como inminente su publicación, pero Francisco, también en esto, sigue su ritmo.
El sínodo tiene el objetivo de repensar la manera de comunicar el mensaje evangélico a una sociedad que ha cambiado radicalmente en los últimos tiempos y que no deja de transformarse
Mientras en Roma van con la lentitud – aunque ya no tanta – acostumbrada, el papa se mantiene especialmente activo de cara al exterior. No parece, desde luego, tener la intención de quedarse bloqueado en Santa Marta. Al contrario, es como si sintiera la urgencia de viajar a lugares que considera igualmente prioritarios. En julio irá a la República Democrática del Congo y a Sudán del Sur. Un país asolado por una guerra civil – con fuerte componente religioso –, que había prometido visitar si había avances significativos en las negociaciones de paz. No los ha habido, pero aún así ha decidido ir. En otoño viajará a Canadá y está proyectado, durante el año pero todavía sin fecha concreta, otro viaje a Líbano.
Muy a su pesar, la guerra en Ucrania ha dado al traste con otro de sus más queridos objetivos: el ecumenismo y, en particular, la unión con los cristianos ortodoxos. Si con el mundo griego las relaciones van bastante bien, con la ortodoxia rusa son otro cantar. Francisco esperaba volver a ver en junio al patriarca Kirill de Moscú, tras el encuentro histórico de hace seis años en Cuba. Hoy, esto parece más lejos que nunca. Pero, sin duda, como en tantas otras cosas, Francisco no cejará en el empeño.
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