A veces ya me voy notando los años que pasan. Habrá quien diga que cómo se me ocurre, que sigo siendo de las más jóvenes del plantel de alandar. Pero me lo voy notando en cosas inesperadas, que jamás pensé que me pasarían.
La peor de todas: la invasión del escepticismo. De un tiempo a esta parte, a veces me lleva la rutina y me desilusiono, me paralizo y me dejo llenar la suspicacia y la decepción. Me creo que es verdad eso de que ya poco se puede hacer por el mundo, por los seres humanos. Francamente, pensé que no me sucedería, pero con los años o con los cambios, llega ese sentimiento desolador.
Sin embargo hace algunas semanas, el concierto de presentación del nuevo disco de Luis Guitarra, «Todo es de todos», me llenó de nuevo de fuerzas. Activó esos resortes que no es que hubieran desaparecido, sino que estaban en proceso de hibernación.
Sonaron los primeros acordes y el propio Luis le puso palabras a lo que yo esaba sintiendo desde hace meses. «Traigo las manos cansadas y el corazón abatido, cansado Señor, de ser profeta donde apenas se te escucha». Cansada de hacer y hacer sintiendo que sirve de poco o nada. «Cansado de la pobreza, cansado de tanta lucha».
No es un cansancio físico (aunque en eso también voy notando un poquito la edad). «Cansado, Señor, casi sin fuerzas». Es la necesidad de aire fresco, de renovar energías, de recuperar el sentido y la razón de las cosas.
Escuchar esa canción de Luis Guitarra y todas las que vinieron después («Sois la sal», «Desaprender la guerra», «Todo es de todos», «Alégrense»…), actuó como catalizador y como impulso. El nuevo disco recopila sus canciones más conocidas de los últimos 15 años. De esta forma, su música y su manera de hacer se convierten en una prueba viva de que es posible dejar pasar los años sin perder la energía, sin dejar de ser fiel a uno mismo y a lo que es fundamental -incluso fundacional.
Recordé el compromiso y la emoción. Recordé el sentido encontrado hace años en El Salvador, al visitar el lugar donde asesinaron a Ellacuría y sus compañeros hace ya veinte años. La claridad con la que se ven las cosas en ciertos lugares del Sur de nuestro mundo. La evidencia de que hay que seguir comprometiéndose a pesar de la anestesia general del espíritu a la que nos somete este ritmo de vida.
Así, el disco y la presentación de Luis me sirvieron «para volver al camino», para volver a encontrarme «a pesar de mis dudas», igual que canta Luis. «Y a Tu lado, resucito».