Cuentos infantiles para trabajar las emociones

Los cuentos infantiles siempre han sido una genial manera de transmitir valores y enseñanzas a los más pequeños, y no tan pequeños, de la casa. ¿Quién no ha aprendido a tenerle mucho respeto al bosque donde habitan lobos leyendo a Caperucita Roja, o a ver lo que está oculto a los ojos con El Principito?

En la actualidad los clásicos se siguen leyendo, pero la nueva hornada de cuentos infantiles van buscando que los pequeños de la casa sean capaces de identificar y lidiar con sus emociones. Siguiendo este modelo han llegado a las librerías dos nuevos cuentos que nos permitirán hacer este trabajo en primera persona. Además, con la suerte de saber que son amigas de la revista las que los escriben: ‘El tobogán de Hugo’, de Carmen Sara Floriano y ‘El abuelo aventurero’, de Mª Ángeles López Romero.

El tobogán de hugo

Hugo es un niño que le gusta jugar en un tobogán y conoce todas las formas posibles de tirarse por él. Para el protagonista no hay secreto que se le escape en esta deslizante travesía. Para la autora “el tobogán es un símil de la propia existencia. Existir implica el riego de lanzarse a vivir”, porque para ella la historia que nos ofrece el libro es que “nos impulsa a lanzarnos por el tobogán de la vida y a mirar de frente las emociones que nos supone estar vivo: no pasa nada – continúa Carmen Sara – por reconocer que a veces tenemos miedo o que estamos tristes”.

El libro ha sido editado en la asociación Seguir Caminando y se distribuye bajo la condición de “el precio lo pones tú”, esto permite que lo recaudado se destina a proyectos solidarios que la asociación respalda. Citando a Gioconda Belli: “La solidaridad es la ternura entre los pueblos”, Carmen Sara explica a Alandar que “los proyectos son pequeños porque la asociación es pequeña, pero intentan hacer verdad la frase de la poeta nicaragüense”.

Los pequeños “Hugos” en la vida de la escritora le hacen “no perder la inocencia del sentirme niña, de querer seguir jugando y descubriendo, de ver la vida con ojos limpios”. Es un libro que dedica a los alumnos de los cursos de teatro que imparte en un colegio y un instituto. Como se comprometió con ellos: “El próximo cuento os lo dedico a cambio de que vosotros os esforcéis por perseguir vuestros sueños” y podemos dar fe de que ella ha cumplido su parte.

El abuelo aventurero

Hacer de cada herida una aventura. Así trata a su nieto Pablo el abuelo Ignacio, alter ego del verdadero Ignacio, padre de la autora, quien “sigue poniéndole humor a la vida para maquillar las cicatrices visibles e invisibles”.

En este cuento trata de ayudar a Pablo, que tiene que ir al hospital, una experiencia dura para hacerlo en la edad adulta, más incluso en la infancia. El abuelo Ignacio “tiene cicatrices por todo el cuerpo que le recuerdan su vulnerabilidad”, indica López Romero, “pero las ha incorporado a su vida con humor, imaginación y el deseo de aprender de la experiencia”. Un buen consejo para todos.

Pese a estar enfocado a la infancia, no son el único destinatario del libro, pues “la educación emocional no debería terminar nunca porque constantemente se producen cambios en nuestras vidas que nos enfrentan a nuevos desafíos. Y cuando creemos que lo tenemos todo controlado nos damos cuenta de que no es así”.

Las ilustraciones

Buena parte del cuento pasa por las ilustraciones que los acompañan y en ambos casos están a la altura de los relatos. ‘El tobogán de Hugo’ lo ilustra Álvaro Fraile, colaborador de Alandar y a quien la autora solo conocía por su labor musical: “Fue una sorpresa y un regalo cuando recibí un email suyo proponiéndome que hiciésemos algo juntos. Me mostró el tipo de dibujos que hacía y casi de inmediato identifiqué el cuento que podía servir.

La imagen de ‘El abuelo aventurero’ es obra de la ilustradora argentina Nancy Braher, que ha conseguido construir, a partir de las palabras, todo un maravilloso mundo de cocodrilos, tiburones y piratas. Un mundo que, para López Romero, “solo existía en la imaginación del abuelo Ignacio”.

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