La emigración española y sus mitos

En estos tiempos de acoso y derribo al inmigrante, me apetece compartir con vosotros este interesante artículo aparecido en el diario Público. Los españoles también fuimos «sin papeles» y tuvimos que nadar y buscarnos la vida en las aguas de la ilegalidad.

EL MITO DE LA EMIGRACIÓN ESPAÑOLA

Antonio Izquierdo (Catedrático de Sociología)

No se vive de los mitos,
pero sí con ellos. Realmente,
nos escondemos
tras ellos. Sirven
y se utilizan como un
edulcorante de nuestras actitudes y
nuestras experiencias. Una de esas
mitificaciones es la que disfraza la
realidad de la emigración española
a Europa en los años sesenta del
siglo pasado. Hace más de 40 años,
así que no es extraño que se recuerde
en forma borrosa. Pero la imagen
se ha idealizado y los relatos
orales convierten la invención en
tópico. Al igual que es necesario repensar
la transición democrática,
hay que reescribir la historia de la
emigración española.

Apuntaré hoy una de esas deformaciones
que se ha convertido en
un lugar común, según el cual los
españoles nos fuimos a Alemania,
Suiza o Francia con contrato de trabajo.
No es la única invención. Hay
otras falsedades respecto de la emigración
española a América y a Europa
sobre las que habrá ocasión de
reflexionar. Por ejemplo, la idea sobre
lo masivo que fue el retorno europeo
o la de que la emigración femenina
era invisible, todo ello unido
a los resultados escolares de los
hijos de los emigrantes. Pero vayamos
al asunto que hoy nos ocupa,
según el cual, cuando emigramos lo
hicimos legalmente.

“¡No compare usted!”, exclama el
entrevistado, “a diferencia de los inmigrantes
que hoy llegan a España,
nosotros fuimos legales”.

Pues bien, durante el sexenio
1960-65 y para el total de la emigración
española a Europa las cifras
oficiales aclaran que el 51% de
la emigración fue “libre o clandestina».
Sí señor, así se la llamaba por
entonces en los textos impresos
y publicados por el Ministerio de
Trabajo de España. Es cierto que
también figuraba en las estadísticas
como “emigración no asistida”,
es decir, “aquella que se produce
sin intervención alguna de
las autoridades competentes”. En
otras palabras, más de la mitad
de los españoles que se fueron a la
Europa occidental, se fueron por
sus propios medios.

Eso sí, en esto no estábamos
solos, ni entonces, ni hoy. Para
consuelo de muchos transcribo
un párrafo de un documento de
la OCDE de la época, en donde
se decía (página 51): “Existe una
emigración libre de trabajadores
que va al extranjero por propia
iniciativa sin pasar, en consecuencia,
por la organización de
reclutamiento del Ministerio de
Trabajo… se trata de un fenómeno
que escapa al control de la Administración”.

Las proporciones de “libres
o clandestinos” no eran similares
según los países. Así, en Suiza,
el promedio de la emigración
no asistida a lo largo de esos seis
años rebasaba el 60%, mientras
que en Alemania los clandestinos
superaban el 25%. En Francia
más de la mitad iban “por libre”,
y en Holanda no había control
sobre un tercio de los que llegaban.
Resumiendo, en los sesenta
no se controlaba la emigración
ni aquí ni en los países
de destino.

Claro está que, si la migración
clandestina fue ayer y continúa
siendo “un mal de muchos”, no
es un consuelo, sino la prueba
de su persistencia y de su globalidad,
pero sí que deberíamos
aprender las lecciones de nuestro
pasado cuando hoy contestamos a las encuestas.

Tomado de www.publico.es

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