José Ignacio Mantecón, sj: «Trabajé con los travestis e hicimos una comunidad cristiana con ellos»

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Por Leopoldo Gamarra

El padre José Ignacio Mantecón es jesuita de origen español, en concreto zaragozano, más conocido como el padre Chiqui. Está por cumplir cuarenta años en Perú, en concreto en el distrito de El Agustino, trabajando sobre todo con los jóvenes.

PREGUNTA: ¿Porque llegas al Perú y luego al distrito de El Agustino?

El jesuita José Ignacio Mantecón cumple 40 años en PerúRESPUESTA: Pues llegué al Perú porque yo quería venir a Latinoamérica desde hacía muchos años desde que entré a la compañía. Por lo visto como era muy inmaduro y muy irresponsable por eso no me dejaban venir. Entonces, tuve la oportunidad de venir durante tres meses a colaborar en el año 1976 en la rifa de Fe y Alegría. Entonces no sé a quién engañé que vine cuatro veces seguidas, nadie hacía eso. Pero yo, desde la primera vez que vine, me quedé encantado con el Perú. Y dije: “ya está bien de hacer turismo” porque ya eran tres meses de verano, mientras estudiada. Llegué a Perú a trabajar precisamente en Fe y Alegría, allí trabajé como tres años.

P: ¿En los colegios?

R: En la oficina central yo me encargaba de la pastoral, aquel tiempo había treinta colegios. Ahora hay ochenta y tantos, entonces yo tenía que visitar todos los colegios y tenía reuniones con los alumnos de los últimos años y con los profesores y eso me permitió desde el comienzo conocer prácticamente todo el Perú porque estaban expandidos por todo el país. Después en mi tercera aprobación como jesuita fui a México, como un tiempo que tenemos una vez ordenados para repasar cosas de la institución con experiencias pastorales, etc. Fue una experiencia preciosa y cuando regresé me dieron la oportunidad de venir al Agustino, yo siempre había querido vivir con la gente con la que trabajaba y eso cuando estaba en Fe y Alegría no había sido posible.

P: ¿Pero no conocías el Agustino?

R: Había estado alguna vez de visita, pero muy poco. Es verdad no lo conocía.

P: ¿Y cuál fue tu impresión al llegar al Agustino?

R: Bueno, pues el Agustino en ese tiempo era un distrito duro, muy pobre, con mucha violencia, también sigue teniendo fama de eso, aunque ya no es una realidad. Pero no me impresionó mucho porque yo ya había estado recorriendo todos los distritos más populares de Lima y otros sitios del país. La impresión de la situación de dureza de la pobreza no me impresionó tanto, además me encontré con un equipo de jesuitas extraordinario que me acogieron de maravilla me dieron total libertad. Ahí empecé poco a poco a meterme en la vida del distrito.

P: Empezaste a trabajar especialmente con los jóvenes, ¿no?

R: Sí, pues yo siempre he tenido dos pasiones que eran el deporte y la música. Entonces, enseguida me metí en el deporte y en la música con varios equipos en el distrito, con gente que trabajaba en el SEA (Servicios Educativos el Agustino), en la Parroquia, etc. Iniciamos un movimiento que luego se hizo muy famoso que fue el “Agustirock” con un montón de jóvenes que se organizaban para hacer música rock.

P: Es decir, ¿ayudaste a lo que fue el “Agustirock”?

R: Sí, yo empecé con los Mojarras, he cantado con ellos, tocado guitarra en los conciertos. Era una cosa espectacular, gente de San Isidro y Miraflores (distritos muy pudientes) venían al Agustino para los conciertos que organizábamos con una música mestiza, una mezcla de chicha, huayno y rock. Tuvo gran impacto y salieron cosas muy buenas de allá.

P: Sin embargo, también trabajaste con jóvenes que estaban metidos en la droga y violencia.

R: Y antes también trabajé con los travestis e hicimos una comunidad cristiana con ellos.

P: Eso es algo peculiar, creo que no existe en otro lugar sobre todo en una sociedad tan conservadora como la limeña. ¿Cómo hiciste esta comunidad de travestis?

R: Pues mira eso empezó en una parroquia cercana a el Agustino, en Yerbateros, donde un cura italiano había empezado a trabajar muy bien con una intensidad tremenda, se llamaba Ítalo y trabajó con muchos de los travestis del Agustino que iban a Yerbateros. Entonces, cuando me conocieron a mí, dijeron podemos hacer algo así también en el Agustino, y entonces empezamos.

P: ¿Y llegó la oportunidad?

R: Sí, el problema era que en aquel tiempo no se conocía mucho sobre el SIDA, entonces muchos jóvenes murieron de SIDA, yo tuve que estar además muy cerca de ellos, morían en unas condiciones horribles. Ahí pude constatar lo diferente, lo que supuso en mí algo muy importante. Formamos esta comunidad promotora de salud y de ayuda en las cuestiones de medicina, etc.

P: Pero más allá de eso, ellos como veían este asunto de lo que hoy tanto se debate, el enfoque de género.

R: Yo antes de entrar en cualquier disquisición de esos temas, lo importante es que sean conscientes de su dignidad y punto. Eso para mí es lo más importante y es que sintiéndose dignos y dignas empiezan a tener un sentido en su vida, eso puede llevar a una vida digna, pero hay que empezar por eso, hacer que ellos se reconozcan personas dignas porque son gentes que son despreciadas por la sociedad entonces tener un grupo en la cual ellos puedan ser dignos y dignas, sentirse apoyados y eso fue lo más importante.

P: Pero eso también es de un ida y vuelta, ¿tú aprendiste tanto como ellos?

R: Yo siempre he aprendido de la gente, yo no he tenido ningún proyecto, una idea genial. Las cosas que he hecho y algunas que han sido suficientemente importantes en la vida del distrito han sido porque he aprendido con la gente que he ido trabajando.

P: En el lado deportivo, formaste un club deportivo Martín Luther King, incluso los llevaste a España.

R: Sí, pero eso fue posterior. Yo empecé a meterme en el mundo de las pandillas que eran un problema muy serio de los jóvenes, destrozaban cosas, mataban y morían por esas cosas de la vida. Empezamos a trabajar juntos con ellos, no tenía idea de qué tenía que hacer, qué caminos promover para que salgan de ese mundo de las drogas, delincuencia, violencia y muerte en algunos casos. Entonces, creamos la asociación Martín Luther King.

P: Qué bueno. Y, ¿cómo lo internalizaban ese nombre?

R: Pues, precisamente porque Martín Luther King era una persona que no tenía nada que ver con el futbol. Pero, conocer a esa persona que dio su vida con métodos pacíficos para lograr la integración de las personas, pues de alguna manera la asociación Martín Luther King quería también eso. Cambiar todas esas maneras violentas de andar por la vida y crear algo diferente. Entonces en esa institución creamos un club deportivo con los pandilleros, creamos un programa de educación básica alternativa. Había familias con graves problemas de violencia, abusos y también con padres en la cárcel, la mamá vendía drogas o era prostituta y cosas así. Entonces estos chicos dejaban el colegio y lo único que les quedaba eran las calles y es ahí donde hacían su vida. Entonces nosotros nos metimos en la calle para hacer precisamente de la calle un espacio educativo y formativo a través del deporte para que pudieran recuperar la primaria, la secundaria, que habían abandonado y a través de un programa de empleo.

P: ¿Cómo así surge el programa de empleo?

R: Un gran empresario, el hombre más rico del país, presidente del banco Interbank, Plaza Vea, Cineplanet y otras empresas, me ayudó mucho. Él vio un programa de televisión de cómo los muchachos agrupados en pandillas del Agustino con el padre Chiqui estaban saliendo de las drogas a través del deporte. Él era una persona muy deportista, llamó al canal de la televisión y le dieron mi número y me llamó para conocerme y apoyarme. Nos apoyó en la parte del deporte y le dije que los muchachos necesitaban un empleo y me dijo que tal como están no podía ayudarlos porque sería un fracaso para ellos y para mí. Entonces, él y su esposa hicieron un programa de preparación para el empleo que no es enseñar un oficio, sino trabajar todas las carencias emotivas de los chicos, que tienen que ver con su historia personal, con su autoestima, normas de relación con la autoridad. Esas cosas que no están en el mundo de la pandilla. Así, ellos tenían los sábados clases en el Agustino durante 8 ó 9 sábados de 9am a 3pm en grupos de treinta. Pasaron más de 120 muchachos y muchachas. De ahí ingresaron a trabajar en Plaza Vea, en el banco Interbank, Cineplanet, hoteles Casa Andina, en diferentes lugares. Además de ese camino, en el tiempo libre practicaban el deporte en un club que entró a la liga distrital en su tercera división luego a la segunda división y también a la primera división del distrito. De esta forma, en el programa hubo gente que dejó las drogas, las armas y que aprendió a leer y escribir.

P: ¿De qué edad estás hablando?

R: Pues había de dieciséis y diecisiete hasta treinta y tantos, hubo gente que hizo toda su primaria y toda la secundaria. Además, hicimos obras de reparación en la comunidad para que ellos se dieran cuenta primero que fueron responsables de los actos y segundo, para que la comunidad viera que había un deseo de cambio por parte de los muchachos. Eso empezó a funcionar y empezaron a llamarme de otras partes del distrito, con pandillas que estaba en el comando sur que era la barra brava de Alianza Lima y había otras que eran de la “U”. Era muy difícil porque se habían matado entre ellos a balazos, yo he estado en muchos velorios de muchachos. Sin embargo, al final se consiguió trabajar con ellos porque la gente quería trabajar o estudiar así que lograron juntarse. Además de la asociación Martín Luther King y Gandhi surgieron otras asociaciones como Nelson Mandela, Che-Guevara o Túpac Amaru.

P: Entrando al fondo, ¿cómo hablar de Dios en ese contexto?

R: Pues esto es bien curioso porque lo primero es trabajar para que la gente se sienta digna, si no es imposible hablar de Dios. Lo que yo pienso es que evangelizar es hacer como dos círculos concéntricos. El primer gran círculo es estar con toda la gente de buena voluntad, sean cristianos, evangélicos, agnósticos, musulmanes. Lo que sea para hacer que las cosas tengan que ser, para que haya salud, empleo digno y se respete a la persona, para que la salud sea gratuita y universal, que la sociedad sea una sociedad inclusiva. El siguiente círculo es poner los valores específicamente evangélicos en el trabajo con la gente, amar incluso a los enemigos, el perdón siempre de todo y a todos, las bienaventuranzas a las que sufren, a los que lloran, a los que están al margen, eso lo hacemos porque la otra persona es un hermano o una hermana. Solamente si has podido hacer eso puedes empezar a hablar de Dios. Verán que no es cuestión de comenzar hacer catequesis, sino que la gente comienza a sentir que hay algo que está centrado en Jesús de Nazaret y que eso puede cambiar sus vidas y puede cambiar las personas. Normalmente la Iglesia lo que ha hecho es empezar por el circulito pequeño, al revés y eso no funciona. A veces te pasas una vida en llegar a expresar esto, pero no importa tanto el primer paso como el segundo, esto es evangelizar, hacer las cosas como Dios lo enseñó desde el comienzo.

P: ¿Qué significa hora para ti el Agustino? Creo que ya no vives ahí.

R: Estoy sí, estoy en el Agustino acabando. Estuve treinta y cinco años en el Agustino; pero, en mayo me voy a España seis meses para hacer diferentes cosas y para darle vueltas a mi última época de jesuita, he cumplido setenta años y por tanto me quedan más o menos diez años.

P: ¿Eres consciente de eso? ¿Temes a la muerte?

R: Pues yo la estoy esperando. Si me toca irme a los setenta y cinco me iré, espero que sea feliz.

P: ¿Qué es la muerte para ti?

R: Pues es el fin, el fin de la existencia.

P: ¿Qué mensaje le darías a los jóvenes?

R: Pues mira, yo no soy de dar mensajes, consejos. He ido aprendiendo a ser lo que soy, bueno o malo, con la gente y en el camino. Creo que debemos estar abiertos sobre todo a dejarnos impactar con la gente que nos rodea, con su sufrimiento, con sus alegrías, con toda su vida ¿no? Te das cuenta que juntos sí se pueden construir cosas. Nosotros por ejemplo hemos tenido en el Agustino en los últimos años gente voluntaria que ha venido de Estados Unidos, España y, muchos no han sido creyentes, pero hemos trabajado codo a codo con ellas como una misma mística, con una misma vocación de servicio con ganas de crecer y eso vale muchísimo.

Finalmente, ¿cómo ves la iglesia del Papa Francisco?

Con Francisco recién después de muchísimos años o siglos creo yo, pienso que está empezando a entrar el evangelio en el Agustino y en el Vaticano. Pienso que las iglesias organizadas católicas no siempre han sido una ayuda para ello, pero bueno ahí estamos porque gracias a esa tradición he conocido a Jesús y Jesús ha sido el que me ha movido a ver el mundo y mi relación en una forma determinada. Pero toda la estructura, todo lo que tienen las iglesias organizadas creo que está muy anclado en el pasado, muy lentas para evolucionar, eso tiene que dinamizarse y creo que el papa Francisco está intentado hacer algo en esa línea mucho más evangélica.

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