A menudo, a las personas ciegas la gente nos ayuda por la calle, cuestión que, sin duda, es de agradecer. Pero, eso sí, hay algunas actitudes hoy en día en pleno siglo XXI que rascan un poco la buena caridad.
Y digo “caridad”, pues me parece una palabra fantástica que se ha denostado últimamente, por desgracia. Estas personas, sin duda con su buena fe, vienen a nosotros a ejercer la buena obra del día cruzando al ciego, a diferencia de otros que lo plantean o hacen de manera distinta, sobre todo con naturalidad y normalidad. Nosotros, en seguida, percibimos esta sensación.[quote_right]La discapacidad no es un problema, sino una forma de vida con características diferentes[/quote_right]
Por eso, grito de nuevo a través de estas líneas que ya basta de tratar con pena, lástima o compasión a personas con discapacidad al pensar que siempre necesitan de ayuda. Somos diferentes, tenemos necesidades especiales, pero con muchas posibilidades y más hoy en día cuando, gracias a las nuevas tecnologías, se puede hacer casi de todo. Creo fehacientemente que la discapacidad no es un problema ni una complicación, sino una forma de vida con características diferentes.
Asimismo, reivindico la expresión “personas con capacidades diferentes” para nuestro colectivo. “Discapacitado” no me llega a cuadrar, porque todos somos limitados y este vocablo es más negativo y, desde luego, todos somos discapacitados en algo.
Y, desde luego también, no somos enfermos. Una persona con discapacidad puede tener una vida muy completa que le llene y estar muy sana a la vez. Esta etiqueta la veo sobre todo mucho dentro de la Iglesia católica que, lejos de avanzar como en la sociedad civil, recula en este ámbito. Por ejemplo, las personas con discapacidad están integradas en la pastoral de la salud por este concepto tan asistencial y de cuidadores del aparentemente más débil.[quote_left]Aunque mis ojos físicos no puedan ver, los ojos del alma ven mucho más allá[/quote_left]
En alguna ocasión se ha dirigido a mí algún sacerdote antes de celebrar la misa en la que se iba a impartir la unción de enfermos por si quería salir a recibir el sacramento. Desde luego que no accedí, al no sentirme incluido en esa situación y es que en este ámbito la compasión, la misericordia y la caridad mal entendidas se aplican más que en la sociedad en general, cuestión que ya es hora de ir cambiando.
En todo caso, yo me sentiría más como el ciego Bartimeo curado por Jesús a través de su milagro. Pleno de alegría, lleno de fuerza y con ganas de divulgarlo, ya que, aunque mis ojos físicos no puedan ver, los ojos del alma ven mucho más allá.
Animo a todas las personas a que veáis esta nueva forma la discapacidad acompañando y no protegiendo, animando y no apenándonos para, así, por fin poder tratarnos “con pasión” y erradicar la compasión de una vez por todas.
- Carta a Lillo, la mirada de Dios - 1 de mayo de 2018
- “DIOSCAPACIDAD”… UNA MARCA QUE INTEGRA - 7 de diciembre de 2016
- Todo un mundo interior de color - 25 de agosto de 2016