Por Ana Bou
En la noche del Domingo de Ramos fue brutalmente asesinado el padre Vicent Machozi, religioso Asuncionista de Bunyuka, territorio Bienés, al norte de Kivu (Provincia del Congo), donde cada mes hay decenas de víctimas inocentes de grupos armados y bandas de delincuentes. Tenía 51 años de edad. Un jeep que transportaba diez soldados armados llegó a media noche a la casa de su madre -a la que había ido a visitar, cerca de Butembo-, forzaron la puerta y, sin mediar palabra, fue acribillado.
Vicent Machozi nació en 1965 en el seno de una familia de siete hermanos y se quedó sin su progenitor cuando apenas contaba 15 años. Maduro para su corta edad, a los 17 decidió ingresar en la Congregación de los Religiosos Asuncionistas.
Realizó sus estudios de teología en Francia, cuna de la congregación; fue ordenado en Angers en 1994 y enviado poco después a Kinshasa, capital de la República Democrática del Congo, con la misión de formar a los seminaristas en los diferentes seminarios diocesanos al norte de Kivu, mientras colaboraba con el instituto Superior Emmanuel d´Alzon, donde residen más de 600 estudiantes. Su gran valía le llevó también a colaborar en otro centro de huérfanos de las matanzas, así como en “Radio motocicleta”, muy influyente en esta provincia. Por si fuera poco, fue nombrado superior de la casa de formación Asuncionista en Butembo.
Del 2003 al 2010 residió en los EEUU, comprometiéndose a su vuelta con mayor inquietud por la defensa de las poblaciones sometidas a la barbarie de los grupos armados que actúan en el norte de Kivu. Él quería que la verdad triunfase por encima de todo y no dudó en reactivar su fibra periodística, poniendo en marcha el primer sitio francófono de información sobre los problemas del este de la República Democrática del Congo. Con diez años de andadura, se felicitaba por haber sido voz y denuncia de 1155 casos de mártires asesinados en todo el Congo.
Su recorrido de vida en favor de los más pobres le llevó a estar amenazado en varias ocasiones -consiguió escapar de la muerte por tres veces-, especialmente como miembro de las comisiones de justicia y paz animadas por la congregación. En octubre del año pasado expresó su sentir a sus hermanos de comunidad: “Recen por mí porque seré asesinado”. Sabía perfectamente a dónde le iba a llevar toda su labor; aun así, no dudó ni un instante en continuar.
Presidía una asociación denominada “un Kyaghanda Yira”, que reagrupaba a los miembros de la etnia nande para promover su cultura y defender sus derechos y sus tierras, en un pueblo de casi cuatro millones de personas, que desde el año 2010 es sistemáticamente aterrorizado y masacrado por grupos armados cuyo fin es la explotación del coltán.
El padre Machozi pudo llegar a demostrar que José Kabila, presidente de la República Democrática del Congo desde el 2001, junto con Paul Kagamé, presidente de Ruanda desde el 2000, estarían detrás de todas estas matanzas. Cuando alguien denuncia el dolor y las injusticias, como hizo monseñor Romero, acaba como él.
Hombre sensible a lo social y a la promoción de la justicia y de la paz, su formación en Francia y en los EEUU le sirvió para analizar los mecanismos de opresión a los que se veían sometidos los más débiles. Fue asesinado poco después de haber “enviado” un artículo donde denunciaba la implicación de los presidentes congoleños y ruandés en estas masacres.
Que su corta vida nos sirva de ejemplo para seguir levantando la voz por tantas injusticias como hay en este mundo, como hizo él, a pesar de las consecuencias. Descanse en paz.
- Teología de la Sagrada Agua, desde Guatemala - 21 de marzo de 2023
- Pasar de las tinieblas a la luz – Carta Abierta a la Conferencia Episcopal Española - 1 de febrero de 2022
- ¿Dónde estaban las mujeres de Greenpeace? - 13 de enero de 2022