Siria: las raíces de un estallido previsible

Me comprometo a escribir un artículo sobre la guerra y la población refugiada y me encuentro ante un reto descomunal. ¿Cómo representar un drama tan inmenso? ¿Puedo describir una situación que afecta a una cantidad de personas que no puedo, ni siquiera, visualizar?

Me pongo en la piel de otras personas que han tratado antes de representar, describir, comunicar desgracias como esta y el primer modelo que se me ocurre es la perspectiva de Primo Levi ante el holocausto: hay que hablar de ello, debemos recoger testimonios, debemos preguntarnos las razones de la guerra siria… Y también ponernos al servicio de lo que esté en nuestras manos, desde la realidad de cada cual.

Miles de personas han expresado su solidaridad y su voluntad de acogida.
Miles de personas han expresado su solidaridad y su voluntad de acogida.

La segunda opción en la que pienso es la instalación inabarcable que ideó Alfredo Jaar, con el nombre «Proyecto Ruanda»; una compilación tremenda de entrevistas, documentos gráficos, escritos y nombres que, expuesta en distintos espacios museísticos del mundo, ayudó a contemplar la dimensión de la guerra civil en el centro de África. Todavía hoy, casi veinte años después del genocidio que acabó con cerca de un millón de africanos y africanas, miles de personas que en ese momento de crisis huyeron de sus casas siguen desplazadas en campos como el de Kyangwali, que parece perpetuarse acogiendo a los sucesivos huidos de los tantos conflictos que se suceden en el continente.

Muchos de estos conflictos africanos vienen originados, en parte, por una gestión cuestionable de los procesos de descolonización y por prácticas neocolonialistas por parte de Estados y empresas occidentales. Aunque en otro continente, el desastre en Siria también viene dado por distintos factores que vale la pena enumerar.

Primero, la situación del país, desde el punto de vista religioso, es de las más delicadas en la zona. Se ha escrito en casi todos los formatos y con el máximo de fórmulas posibles, pero la relación no deja de ser sorprendente en la zona. Un tercio de la población es de religión cristiana; otro tercio es musulmana chií; el restante es sunita. En un momento en el que las divisiones internas del islam laten con fuerza, la diferencia para con las otras religiones se supone más tensa todavía.

Segundo, el baile de posiciones políticas, de aliados y enemigos en el gobierno de Siria es causa y efecto a la vez de la inestabilidad del país. Los tratos simultáneos con occidente e Irán, el desacuerdo permanente con su vecina Turquía, el trato que recibe la minoría kurda, la alianza débil con Líbano… Qatar y Arabia Saudí, por su parte, respaldan a la oposición del gobierno. Así que la guerra civil habría estado ya servida si no fuese por el tan mencionado Estado Islámico (EI), que está aprovechando el desacuerdo entre la población para morder y desangrar el país.

Y tercero, cabe recordar que todo empezó hace cuatro años con la represión que el gobierno de Bashar Al Assad hizo como respuesta al surgimiento en Damasco de un movimiento asimilable a la primavera árabe. Hace 15 años que Al-Assad preside Siria, siendo heredero de su padre, quien consiguió encabezar el país gracias a un golpe de Estado en 1970 y ya había protagonizado represiones sospechosas.

Entre febrero y marzo de 2011 se produjeron en Siria manifestaciones minoritarias. Estas manifestaciones, como pasó en Barcelona o Madrid, multiplicaron su poder de convocatoria y la fuerza de sus voces gracias a la represión policial. En el caso que nos ocupa, la respuesta gubernamental fue con munición real (en vez de porrazos, gas lacrimógeno o pelotas de goma como en Barcelona). El gobierno de Al Assad, en su intento por protegerse, mató a 123 personas y ocasionó centenares de heridos, que luego se ocupó de detener en los hospitales.

Los intentos de pacificación del gobierno, mediante concesiones concretas a las demandas de los manifestantes (que se erigen como oposición realista y plausible), no sirven para calmar la tensión popular. Entre estas concesiones, la liberación de más de 200 presos políticos y la renovación del gobierno de Al Assad, manteniéndolo a él al frente.

Lejos de apaciguar el país, los rebeldes se constituyen y organizan cada vez más, hasta el punto de idear una bandera alternativa a la oficial. Es en este momento cuando el enfrentamiento toma un calibre diferente: podemos hablar de guerra civil, de control de zonas, enfrentamientos entre guerrillas, dos bandos armados.

De terminar la cosa como está, suponiendo que todo acabe y haya sido un terror limitado, el EI ya habría creado un corredor anchísimo desde el cual conectar Jordania y el sur de Iraq con Turquía, dejando a un lado zonas todavía sirias (Alepo y Homs son defendidas por gobierno y detractores respectivamente) y al otro a los kurdos (Kobane).

Así todo, entendiendo que la intervención internacional dentro del territorio sirio es inviable, la lucha contra el foco del conflicto llega cuatro años tarde. La discusión es ahora sobre si todo lo que puede hacer occidente (visto el desinterés de los países del golfo, y la saturación de refugiados en Turquía, Egipto, Líbano) es recibir y acoger a las personas solicitantes de asilo y de qué manera… o si tiene sentido algún tipo de intervención militar en un país, Siria, que ya está suficientemente herido.

Los gobiernos alemán y francés están proponiendo bombardeos. El presidente español y el ministro García Margallo buscarán el refuerzo y autorización de la ONU para legitimar una incursión militar en la zona. Por cierto, los fascistas de Estado Islámico han entrado en Siria desde un Irak ya destrozado por la guerra que empezaron Bush y Aznar, para luego continuar el premio Nobel -Barack Obama- y Zapatero.

En Europa, dentro de nuestras fronteras, ya hace tiempo que andan llegando lentamente personas refugiadas, huidas del horror. Pienso en el Guernika de Picasso… Pero [quote_right]La televisión y los diarios nos dan imágenes más duras de lo que habíamos imaginado[/quote_right]. Las vallas que se han construido en días, las nuevas decisiones de gobiernos como el de Hungría, que ha encarcelado a grupos de refugiados.

El sociólogo Albert Sales apunta que la diferencia entre inmigrantes y refugiados puede ser (es, de hecho) solamente una manera de justificar un tipo de xenofobia. Cabe comprender, como los manteros ya indicaron en sus manifestaciones el pasado mes en Barcelona, que todas las personas migrantes huyen de situaciones injustas, del tipo que sea; por lo cual todos deberían ser tratados según los derechos garantizados para los refugiados… Que están en riesgo en muchísimos casos, como podemos ver diariamente. Los múltiples ataques racistas a albergues y campos de refugiados son la muestra de que el fascismo sigue vivo, latente y a la espera para recorrer otra vez Europa y una llamada a la acogida y a actuaciones comprometidas con los refugiados y refugiadas.

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