Decía (o más bien cantaba) Marisol hace algunos años que la vida era una tómbola… y no andaba muy desencaminada. Al final, el azar tiene una buena parte de culpa de lo que nos sucede en la vida, desde el mismo momento en que somos concebidos. Esta idea ha sido rescatada por la ONG Save the Children, que en www.laloteriadelavida.org nos ayuda de una manera muy visual a darnos cuenta de que el entorno en que nacemos nos condiciona de manera definitiva en aspectos tan esenciales como la educación o las posibilidades de supervivencia. ¿Qué hubiese sido de nosotros de haber nacido en Burkina Faso? ¿Habríamos llegado a nuestro 5º cumpleaños? ¿Habríamos conocido el interior de una escuela? Ahora que se acercan el día de la gran lotería y los despilfarros navideños, no nos vendría mal recordar esto. Ciertamente, la crisis nos está apretando fuerte, pero no podemos olvidar que nuestras dificultades son un lujo inalcanzable para el 80% de la población del planeta.
Pero, además de ser una tómbola, la vida tiene mucho de montaña rusa, en la que unas veces estás arriba y otras estás abajo, por lo que la misma fortuna que puede llamar a tu puerta en un momento álgido te puede abandonar cuando desciendes la rampa… Es mejor no olvidarlo y no acomodarse demasiado. Y, sobre todo, nunca hay que considerarse mejores que los que están abajo, porque muy probablemente tarde o temprano nuestro vagón termine pasando también por ahí.
La idea viene al hilo de mi reciente viaje a Perú, donde acudí con mis hijos para que pasaran unos días con su familia del otro lado del charco. Cuando pisé aquella tierra por primera vez, allá por el año 2002, en España estábamos todavía en pleno boom, dedicados a la construcción, la especulación y la contratación barata de mano de obra inmigrante. Y los españoles viajábamos a Latinoamérica a “cooperar” (aunque ya había algunos que habían descubierto su enorme potencial para los negocios). Nueve años después resulta increíble el cambio que está dando el país (al menos su capital) y el contraste con nuestra realidad actual. Te das cuenta nada más llegar al renovado aeropuerto, cuando haces cola en cualquiera de sus afamados restaurantes pero, sobre todo, cuando topas una y otra vez con carteles solicitando empleados/as en cualquier rubro. ¡Cuánto tiempo hace que no veo uno de esos en Madrid! Me comentaba un amigo que acaba de trasladarse allá que le llamó la atención el comentario de un taxista, que le confesó que había considerado la posibilidad de irse a España, pero ahora ya no había dinero aquí y le iba mucho mejor en casa… Afortunadamente, todavía no han empezado a recelar de la inmigración y siguen recibiendo con los brazos abiertos a todo el que llega, aunque sea procedente de la misma Europa que a ellos les ha complicado tanto la vida.
Y, sin embargo, no todo es esperanza. Hay una gran diferencia entre el crecimiento económico de un país como Perú y el que nosotros hemos experimentado hasta hace algunos años. Esa diferencia se llama desigualdad y es un factor crítico para determinar hasta qué punto las posibilidades que ofrece el crecimiento van a poder llegar a la mayoría o se van a quedar concentradas en unos pocos privilegiados. De momento, en Perú y en otros muchos países latinoamericanos la riqueza y las oportunidades siguen sin extenderse a quienes más necesitan. Eso es algo que el mercado por sí sólo nunca va a hacer, por lo que resulta imprescindible la gestión política de unos gobiernos con conciencia social. En el otro lado del espejo, Europa necesita que sus correspondientes gobernantes miren hacia las personas más afectadas por la crisis y apuesten por atender sus necesidades en primera instancia. Lamentablemente, ni los desheredados de aquí ni los de allí hacen demasiado ruido, ni su voto es el que más pesa. Por eso necesitan nuestro clamor.
A vueltas con la fortuna
Marie Ramos
La vida es una tómbola
Las empresas españolas vienen a Mexico a hacer la América ofreciendo trabajo al menor precio, y llevándose las ganancias ¿Adonde?