El agua: vida y muerte

En una de las noches invernales en las que la luna llena invadió mi habitación, me encontraba intentado dar forma a esta columna. Confieso que disfrutaba de una noche muy hermosa y no podía concentrarme, ya que mis ojos se escapaban para contemplar la luna en todo su esplendor. Sospechaba que iba a ser una noche “perdida”, porque la página en blanco se resistía a acoger mis ideas y pasaban las horas sin que esas ideas se mantuvieran escritas en el papel: borrón y cuenta nueva una y otra vez. De repente, se produjo una transformación rápida en el cielo y aparecieron nubes descargando una fuerte lluvia. El tema para mi columna estaba decidido: el agua.

El simple hecho de hablar del agua, “de la sangre de la tierra”, como la describió Leonardo da Vinci, nos conduce a dos realidades contrapuestas: la vida y la muerte. El agua es vida, es decir, va ligada tan estrechamente a la vida que un ser vivo puede morir en pocos días por deshidratación. El agua vida, en palabras de Pedro Arrojo, debe recibir la máxima protección y el acceso al agua ha sido reconocido como derecho humano y así lo declaró la Asamblea General de las Naciones Unidas en julio de 2010. El agua vida no debe ser considerada como un producto financiero porque ampara a la propia vida, porque ampara el derecho a la vida y permite el reconocimiento efectivo de otros derechos humanos.

Otra realidad bien distinta es el agua que causa millones de muertes al año en todo el planeta y afecta, especialmente, a la población infantil. Por no hablar de las muertes ocasionadas por lluvias torrenciales que, de forma recurrente, asolan el planeta.

Porque el agua es fuente de vida y fuente de muerte produce, cuando menos, consternación observar la falta de transparencia en la gestión del agua a la que se quiere desviar del cauce de la vida, para convertirla en mal (y no bien) económico y financiero, someterla a normas del mercado cuyos responsables ignoran derechos y deberes, obligaciones y responsabilidades; un mercado cuyos amos se olvidan, sin más, de las personas.

La relatora especial de las Naciones Unidas sobre el derecho humano al agua potable y el saneamiento, Catarina de Albuquerque, señala en su informe al Consejo de Derechos Humanos, de julio de 2013, que muchos son los retos planteados en el sector del agua potable, no solo en la mejora del acceso sino en cuanto a la calidad y la sostenibilidad. A lo que hay que añadir los efectos del cambio climático, la disminución de los recursos financieros y el aumento constante de la demanda de agua. Como profunda conocedora del sector, la relatora aboga por cambios sustanciales no solo en la gestión de los recursos hídricos mundiales sino también en las mentes humanas, para que seamos conscientes de que el agua es imprescindible, insustituible.

Al hablar del agua acuden a mi mente pasajes bíblicos en los que se contempla la relación del pueblo de Israel con el agua, unas veces como fuente de vida o de purificación, otras como elemento destructor. Se diría que en las páginas de la Biblia el agua aparece y desaparece, mientras el “Espíritu de Dios aletea sobre ella”. Y, de entre esos relatos bíblicos, me permito destacar el pasaje en el que Jesús, fatigado, se sienta junto al pozo de Jacob y pide a una mujer samaritana que acude a sacar agua: “Dame de beber”. Jesús, finalmente, le ofrece el agua vida para siempre.

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1 comentario en «El agua: vida y muerte»

  1. El agua: vida y muerte
    En Nicaragua oí lo mismo de una mujer que lavaba en el río, se lavaba, bebía etc….comentando que ese río era vida y muerte a la vez, por inundaciones o enfermedades.

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