La última palabra en la Iglesia
la tiene el Espíritu.
¿Quién se atreverá a quitarle al Espíritu
la palabra en la Iglesia?
¿Quién puede poseer más fuerza y eficacia,
mayor verdad y libertad que el Espíritu?
Toda autoridad que no es del Espíritu
en autoritarismo degenera.
Toda piedad que no es en el Espíritu
no es de Dios experiencia.
Dogmas, leyes, ritos, jerarquías…
nada son si en el Espíritu no se sustentan.
Mas, para no negar al Espíritu de la Vida,
para que no hagamos inútil su presencia,
preciso es reconocerle la palabra última y primera.
Es el Espíritu del Resucitado que no se cansa
de hacer todas las cosas nuevas.
Es el Espíritu derramado en toda carne
ansiando ser cosecha universal de bondad y belleza.
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