El dolor no debe nublar la pregunta y la búsqueda. No debe robarnos la lucidez, en definitiva. Todavía bajo el shock por los atentados de París del pasado 13 de noviembre empezamos a hacernos preguntas y a necesitar reflexiones lúcidas que nos permitan recordar y aprender, recuperar para construir.
Una vez más, la locura desatada nos pone en situación de buscar las causas, primer paso para comprometernos. ¿Son las muertes de París más dignas que las muertes de Damasco o de Alepo, de Bagdad, Ghana, Bamako o del Mediterráneo todo? ¿Distinguimos entre creyentes islámicos, estados islámicos, islamismo radical y yihadismo terrorista… o desconfiamos de todo?
[quote_right]“No obtendréis mi odio… mi hijo os hará la ofensa de ser feliz y libre”[/quote_right]
Los políticos occidentales y numerosos medios de comunicación afirman que lo que quieren estos asesinatos es combatir nuestros valores… ¿cuáles?, ¿los de una Europa incapaz de hacer frente a una crisis económica financiera dejando en la cuneta a millones de ciudadanos y ciudadanas?, ¿los de una Europa incapaz de acoger a unos cientos de miles de personas de otros países que huyen de la guerra (ésas sí, guerras declaradas)?, ¿los de una Europa que, incapaz de asumir los riesgos de vivir en una sociedad abierta y en libertad, da rienda suelta a las sobreactuaciones políticas dejando entrever los réditos partidistas de las mismas?, ¿los de unos gobiernos que no tienen reparo en aliarse por intereses comerciales con regímenes en los que dichos valores son despreciados?
[quote_left]Una vez más, la locura desatada nos pone en situación de buscar las causas[/quote_left]
En estos momentos la libertad, igualdad y fraternidad se nos deshacen entre los dedos por la falta de coherencia, los intereses ocultos y la incapacidad de buscar soluciones que no pasen por la violencia y el miedo. Desde ambos lados de la realidad.
A los asesinos de pistola y pensamiento, el periodista enamorado cuya mujer ha sido asesinada dice: “No obtendréis mi odio… mi hijo os hará la ofensa de ser feliz y libre”. Es una afirmación que podría tener más de un destinatario.
Y, entre tanto dolor, incomprensión e impotencia, el Adviento, recién inaugurado, nos dice como si fuera la primera vez: ¡Permaneced vigilantes! ¡Preparad el camino al Señor!
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