Vive para que vivamos

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Hemos empezado la primavera en nuestro país con dos noticias, entre otras, que tienen algo que ver aunque una haya tenido más eco que la otra en los medios.

Nos referimos, por un lado, a las declaraciones del ministro de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, Alfonso Alonso, en relación a la necesidad de solicitar “certificado de pobreza” a aquellas personas que reciban ayuda en alimentos suministrados por Cruz Roja o la Federación Española de Bancos de Alimentos. Al parecer, la instrucción viene de la Comisión Europea, que quiere se garantice que estos alimentos llegan a quienes los necesitan.

La otra noticia ha sido la II Marcha de la Dignidad, que tuvo lugar en Madrid el 21 de marzo.

Creemos que ambas están estrechamente ligadas. En la primera pareciera que hasta la burocracia intenta atrapar a aquellas personas que acuden para ser apoyadas con alimentos porque el desempleo, la enfermedad o la falta de otras ayudas sociales (en ocasiones se suman unas a otras) las han convertido en especialmente vulnerables. Como si la humillación que en ocasiones supone solicitar apoyo de alimentos debiera ser reforzada con un informe de los servicios sociales.

Muchas de estas personas (si tenían fuerza y ánimo) y muchas otras que, sin estar en situación de vulnerabilidad, sienten que deben luchar para que la dignidad sea patrimonio de todos y todas, salieron por segundo año consecutivo en la marcha a reclamarlos. Desde Nápoles, el papa Francisco nos recordaba ese mismo día: “La falta de trabajo nos roba la dignidad, la persona corre el riesgo de ceder a la esclavitud, a la explotación…”.

Cuando tengamos este número de alandar entre las manos habremos celebrado la resurrección. Esa Pascua que queremos nueva cada año, que intentamos que no caiga en rutina. Esa Pascua que se inserta en nuestra realidad más profunda y nos recuerda a aquel que murió porque, entre otras cosas, dijo que había venido a esta tierra para que todas y todos “tuviéramos vida y vida en abundancia” (Jn. 10,10).

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