El pasado domingo (25 de octubre) compré, como todos los domingos, la prensa. Es el único dia de la semana que la compro. Los periódicos venían con su habitual parafernalia de inútiles folletos publicitarios, promociones de sartenes y objetos variados y, en este caso, justo a dos meses vista, (de ahí lo de poner la fecha,) de esa celebración del consumo y el derroche que algunos todavía se empeñan en llamar Navidad, venía también el catálogo de juguetes de una conocidísima empresa de grandes almacenes de corte anglosajón. Casi al final de sus más de ¡370 páginas! había seis de ellas dedicadas a regalos solidarios. Comprando uno de ellos, alguno rebajado hasta un 70%, el 20% de su precio se donará a Unicef.
Hasta aquí casi nada que objetar mas allá de la gran objeción general a la fiesta del despilfarro, el derroche y el exceso. El tema se agrava cuando pasas lista a los juguetes llamados solidarios: el centro comercial de Hello Kitty, Justin Bieber Singing, Barbie Toy Story, My Real Life (una especie de ordenador de bolsillo en el que crear tu propio avatar con tu foto y jugar en un mundo virtual), Bakugan set de batallas, etc. Lo sé, lo sé. Tengo hijos y lo sé, sé que estos y no otros son los regalos estrella de la Navidad y los que más arriba salen en los ranking de las cartas a los Reyes Magos. Pero también sé que ninguno de ellos hace que el mundo sea más limpio, más justo, más solidario. Ninguno de ellos va a trasladar a quien juegue con ellos lo importante que es el respeto, la solidaridad, la austeridad, la comunidad. Ninguno de ellos me garantiza un proceso de producción limpio, un salario digno a quien lo fabricó, un respeto a la cultura de los pueblos donde se fabrica, una apuesta por el desarrollo de esas comunidades. Asi que serán solidarios, pero a mi entender lo que no son es éticos ni ayudan a educar a nuestros hijos e hijas en esos valores de solidaridad que preconizamos. Más bien deseducan. Eso sí, simbólicamente la ultima pagina de este catálogo de juguetes solidarios es una página de cacharritos de la propia ONG, mucho menos glamourosos que las anteriores, con mas texto explicando que con estos nuevos juguetes estarás fomentando el buen estado físico y emocional de tus hijos, nietos, sobrinos… y que consiste en llaveros, libros, maletín de médico, mini balón…
Sigo leyendo la prensa. En las páginas de una revista dominical que se vende conjuntamente con uno de los periódicos y que, dicho sea de paso, todos los domingos me pone de mal humor al ver las propuestas de consumo que me hace, todas lejos de mi presupuesto y de cinco o diez veces mi presupuesto, esta revista, digo, planteaba esta semana regalos solidarios: pulseras de brillantes, joyas, relojes, bicicletas extramegasupersofisticadas… que aportaban un 1% ( y ese 1% es, de verdad os lo digo, una pasta) de su precio a “una ONG” sin especificar cuál.
Y esto es dos meses antes de las navidades. Unas navidades que van a venir marcadas por la crisis, los recortes, el paro, la austeridad. Y no ha empezado todavía la campaña del bolígrafo solidario ese que publicitan locutores de radio y estrellas del balón y que se convierten en ilusiones (un bolígrafo, una ilusión), en juguetes de plástico, con múltiples pilas, sin contenido ni enganche con los valores culturales de los niños y niñas a quienes van destinados (¿imagináis qué debe pensar una niña de Perú, de Malawi, jugando con una muñeca blanca, rubia, esbelta y sofisticada al máximo, con cantidad de complementos lujosos?).
Regalemos solidaridad esta Navidad. Sí, regalemos solidaridad. Pero no de esta solidaridad de consumo, espectáculo que acalla mi conciencia de derrochador rico. Busquemos juguetes de madera, sin pilas ni plástico que puedan ser utilizados colectivamente y no solo por una persona, de manufactura local. Busquemos y regalemos tiempo, sonrisas, abrazos, comida de mi tierra, cultura alternativa y no musicales estilo Broadway. Donemos el dinero que nos íbamos a gastar en regalos a una (o dos) ONG.
Y, sobre todo, no hagamos mucho caso de los periódicos del domingo. De aquí a unas semanas van a ser un bombardeo continuo de falsas solidaridades amparadas de publicitario espíritu navideño.
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