Desde 1983, se calcula que unos 8.000 jóvenes han participado en la Misión de los Jóvenes de El Espino. Pocas experiencias de pastoral juvenil permanecen tanto tiempo al servicio de los jóvenes y de la Iglesia en un país como el nuestro. Y, ahora que varias iniciativas diocesanas y consagradas tratan de tejer una red de relaciones que impulse la pastoral juvenil en España, creemos que experiencias de este estilo pueden iluminar el camino del futuro, y del presente.
El Espino, que es su nombre corto, es un encuentro juvenil organizado por la Pastoral Juvenil Vocacional Redentorista (PJVR). Se celebra siempre la tercera semana de julio en el precioso santuario del mismo nombre cerca de Santa Gadea del Cid, en la provincia de Burgos. Está destinado a jóvenes de toda España, especialmente a los que participan en la pastoral juvenil de las parroquias y santuarios redentoristas, pero no sólo a ellos. Todo el encuentro se construye sobre un pilar básico: Los jóvenes evangelizan a los jóvenes.
Un poco de historia
Todo surgió en el 1983 como fruto de una búsqueda común que compartían algunos redentoristas animadores de jóvenes con sus propios grupos. Durante una semana decidieron vivir y escuchar juntos la Palabra de Dios, compartir sus experiencias y proyectos, y comprometerse a ser entre los jóvenes misioneros del Evangelio. Aquella experiencia fue tan positiva que desde entonces se celebra todos los veranos la Misión de los Jóvenes de El Espino. Jóvenes que anuncian el Evangelio a otros jóvenes, y que cada año vuelven a sus hogares tocados, cambiados por la intensidad de la oración, la curación del silencio y el intercambio de experiencias. Del Espino y del camino pastoral que se ha ofrecido durante años, han nacido frutos hermosos: parejas comprometidas, animadores de pastoral, comunidades de vida, disponibilidad para el servicio y la misiòn, asociaciones de solidaridad, opciones de cooperaciòn internacional, economìas de compartir, opciones profesionales, vocaciones religiosas, familias abiertas y mucho más que queda invisible pero presente.
Los jóvenes son para las congregaciones y para la Iglesia un desafío y, al mismo tiempo, una urgencia. Un desafío porque en ellos la expresión del evangelio es espontánea y reveladora de una nueva forma de vida cristiana. Una urgencia, porque los jóvenes están abandonados por la actividad pastoral de muchas comunidades cristianas, y necesitan espacios para la reflexión, el compartir y la oración.
Bodas de plata
El Espino ha cumplido sus bodas de plata, pero se intuye una vida mucho más larga. Tiene una estructura sencilla: oración, reflexión, acogida en la propia realidad de la Palabra, talleres, formación y celebración.
Después de El Espino viene lo serio: dar continuidad a la experiencia vivida en un aterrizaje sobre la realidad. Es la hora de compartir y de decidir ponerse en un lado u otro del mundo, de la sociedad y de la Iglesia. Siguiendo los pasos de S. Alfonso, nuestro fundador, no queremos dar la espalda a aquellos que nuestras sociedades aparcan. Y pensamos que los más jóvenes han sido desplazados a los márgenes de la participación. Queremos seguir a su lado y descubrir el rostro de Jesús joven en sus vidas. Porque para ellos –y para nosotros- hay mucha vida, y vida en abundancia, en las manos de Jesús.