«Nos está costando ‘leer’ a la juventud»

La hermana Mª Laura durante una visita a Madrid. En el mundo ya solo quedan dos hermanas maristas y una de ellas, María Laura Soto, ha querido abrir su mundo a alandar compartiendo los cómos y los porqués, desde la realidad latinoamericana, de una vocación no reconocida por Roma.

A sus 42 años, María Laura, costarricense de nacimiento, lleva casi la mitad de su vida viviendo en Guatemala. En 1995, María decidió ser, para siempre, hermanita de María, o «una servidora de Jesús convencida de los valores de Marcelino Champagnat». Se educó bajo ese paraguas, el del carisma marista, en un colegio de dicha congregación.

Allí, María creció ahondando, desde la pastoral, en su fe. Años después, en la universidad, María Laura ya tenía clara su vocación. El discernimiento fue lento pero constante, después de años de experiencia como catequista en la pastoral.

Sin embargo, no había hermanas maristas en América y las realidades parejas que existían se encontraban muy lejanas: en Europa y Oceanía, donde varias congregaciones de religiosas han crecido de la mano del mensaje de Champagnat, el padre de sus fundaciones.

Pero María Laura no maduró su fe ni encontró su camino escuchando únicamente el mensaje: también convivió y se educó con otras mujeres que llevaban años experimentando la vida de hermana, con la vocación servicial que ello conlleva y la sencillez, humildad y modestia que caracteriza desde décadas atrás a los hermanos maristas.

Al llegar a los 20 años, la hermana comenzó a confraternizar, junto a otras hermanas -las únicas mujeres que vivían una experiencia así en el mundo marista-, con laicas de diferentes puntos de América Latina. Y «estos encuentros han enriquecido aún más el proceso de discernimiento.»

Ellas, las hermanas, proponen formar parte del Instituto Marista, de la misma forma que ocurre con los hombres. En 1990 se produjo el primero de estos encuentros entre religiosas, laicas y maristas. Y en 1992, tuvo lugar en Chile la primera experiencia comunitaria, aunque años después se disolvió.

Dificultades burocráticas

Hoy todas las hermanas maristas que quedan están en Centroamérica y son solo dos. La Provincia Marista de América Central –de la congregación masculina– las acoge y las mima, como hizo años atrás, cuando dicha comunidad femenina llegó a estar integrada por seis hermanas.

Pero la burocracia vaticana parece ir más lenta que la realidad y ninguna de las dos está reconocida por Roma. Por esta y otras razones, María Laura y Daisy no profesaron sus votos ante el provincial, sino en comunidad.

Ellas entienden las dificultades y respetan los tiempos. A nivel local, la postura de la diócesis ha sido aperturista. «Los procesos formales son así», dicen. Para María Laura, el papa Francisco «con sus gestos, está cambiando cosas”. Por ejemplo, “la sencillez y eso llega a las comunidades de base, el lenguaje es mucho más asequible».

Para estas dos únicas hermanas maristas, la Iglesia debe ser más coherente con el Evangelio, las formas no son tan importantes. Las personas, dice María, deben ser lo primero, antes que la ley, las tradiciones… los “ropajes” que, además, no siempre son evangélicos.

Nuestro compañero Isaac Sánchez entrevistó a una de las últimas hermanas maristas que quedan en el mundo.

Vocación en tiempos nuevos

La moral y seguridad que las mueve a ambas es envidiable, digna de aplauso y no tan usual entre muchos religiosos. María y Daisy se abren «a muchas jóvenes» que las rodean y «muestran inquietud». Les ayudan en su proceso vocacional y «algunas ya han iniciado procesos formativos para la vida religiosa, aunque ninguna lo ha concluido por el momento.»

En la Iglesia, en general, «nos está costando ‘leer’ a la juventud”, nos cuenta. “En América vemos inquietudes y, cada vez más, se retoman y cuidan los procesos de acompañamiento, aunque no termina de desembocar en vocaciones religiosas. Un sector de la Iglesia católica sí está logrando mejores resultados cuantificables, pero a base de ofrecer ciertas comodidades materiales”.

“El papel de la persona laica está complicando el proceso, es cierto, pero lo complica para bien, aunque sea más complicado y se alargue, es más rico”, explica María Laura.

Por el momento, después de dos décadas de trabajo en Guatemala, las hermanas han decidido trasladarse a El Salvador, «un país pequeño pero con muchas obras maristas y donde creemos que en este momento podemos ser muy útiles».

En Guatemala, casi todo su trabajo se ha centrado en adolescentes. Sin embargo, la población infantil en El Salvador es enorme y será precisamente con la que trabajarán a partir de ahora.

Además del acompañamiento y el acercamiento del Evangelio a jóvenes en Guatemala, las hermanas también se han especializado en la coordinación y gestión de proyectos de cooperación y educación para el desarrollo en el país centroamericano.

Por medio de las ONGD maristas FUNDAMAR en Centroamérica y SED en España, María y Daisy han llevado a cabo programas de becas grupales, «muy importantes para el desarrollo de estas personas», subraya la hermana. «Se ha convertido en algo tan vital y eficiente que contamos los días cada vez que esperamos el envío de estos fondos para educación».

Y es que María Laura explica cómo «a pesar de la crisis, la ayuda sigue siendo fundamental, porque las posibilidades de aquí [España] siguen siendo un sueño irrealizable allá”. Por desgracia, la escuela pública está aún muy lejos de la privada, donde, por ejemplo en nuestro caso, realizamos visitas individuales a todas las familias en el inicio de cada curso», algo que ni se plantean las autoridades en materia educativa.

Pero el mayor problema de Guatemala y Centroamérica «sigue siendo la violencia. Es espantosa y genera enormes desigualdades, porque es mucho más fácil darle una pistola a un niño cuando tiene hambre».

Históricamente, la desigualdad ha estado y está presente. Los intentos de reformas educativas, agrarias, sanitarias… han sido frenadas, maquilladas o diluidas por la corrupción. De esta forma, la trata de jóvenes y el narcotráfico están a la orden del día.

La Justicia, mientras tanto, ha dado algunos pasos hacia la independencia y transparencia desde la década de los 90 hasta hoy. Sin embargo, hoy mueren más personas al día en un país como Guatemala, diecisiete, que en la época de la Guerra.

El salario mínimo es insuficiente. «Tenemos muchos casos», asegura, «de voluntarias españolas de la ONGD SED que han encontrado los productos en los supermercados de aquí más caros que en los de España».

El Gobierno, militar como en otros países de la zona, suele tomar medidas mucho más populistas que transformadoras.

La erradicación de este sistema «tiene que venir desde nosotros mismos. Anímense a vivir y compartir nuestro mayor tesoro: la fe”, atestigua la hermana, “desde la sencillez y sin imposiciones, anímense a ser señal del Reino”.

1 comentario en ««Nos está costando ‘leer’ a la juventud»»

  1. Animo con sus proyectos
    Hermanitas, ánimo con sus proyectos y por el apoyo ofrecido en Guatemala. Sigan dando vida a sus sueños y a los de muchos que entrarán en contacto con ustedes.

    Que Jesús y la buena Madre, María, les den fuerzas para atender a los Montagnes de hoy.

    Fraternalmente,

    Miguel Angel Martínez, marista.

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